Germán Pomares Herrera [email protected]
La propuesta del diputado Noel Ramírez, con relación a la entrega directa y particular a los estudiantes universitarios del 6%, no la encuentro despreciable. En nuestra sociedad tenemos la costumbre de aferrarnos a viejas estructuras.
Un investigador de una importante universidad dijo que: “la gente de escasos recursos debe esforzarse el doble para acceder a los estudios universitarios. El pobre, culminada su educación superior, deberá pagarle a la sociedad los años que estudió sin poner un centavo”.
La propuesta se sostiene con el argumento; la educación superior hace posible que el individuo suba gradas en la pirámide social.
La propuesta la interpreto así: la mediocridad es aceptable en aquellas personas con recursos, pero en la pobreza es imperdonable. La argumentación sobre la pirámide social también puede leerse como sigue; el hambriento que pretende un plato de frijoles deberá sacar de la nada fortaleza para elevarse por encima de la miseria cotidiana.
Es claro que él no pretendía referirse específicamente a la hambruna.
Pero, al igual que el diputado Ramírez, señala que en nuestra sociedad ocurren injusticias por ir contra el ritmo de los tiempos. Nos empeñamos en una universidad para todos y vivimos aferrados a la utopía de la universidad para los mejores prospectos de la pirámide social.
Ambos planteamientos piden a los nicaragüenses pragmatismo. Regularnos bajo el siguiente principio: como no todos somos iguales, tampoco podemos aspirar a igualdad en las oportunidades. La paradoja está en la imperfección del sistema —el 1% recibe el 27% de las riquezas del país— pero de los sistemas existentes, posibles y permitidos por la sociedad mundial es el mejor de los sistemas.