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Juventud Conservadora en perspectiva histórica

Emilio Alvarez Montalván

La mejor manera de valorar un movimiento político es ubicarlo en su contexto histórico. Ello incluye las circunstancias interiores y exteriores de su nacimiento y desarrollo, clientela, ideología, aciertos y contradicciones de su actuación, efectos en la escena pública y finalmente su remate.

En ese contexto, Juventud Conservadora surge en Granada (1952), con un grupo de jóvenes liderados por José Joaquín Quadra, como movimiento renovador dentro del conservatismo. Recibe en su desarrollo el impacto directo o indirecto de hechos políticos tormentosos acaecidos en esa época. Nos referimos al Pacto de los Generales (1950), asesinato de Somoza (1956), consolidación del zancudismo (1957), implante dinástico (1957), invasión de Olama y Mollejones (mayo, 1959), matanza de universitarios (junio 1959), guerrillas del FSLN (1961); muerte de Schick (1966), masacre del 22 de enero (1967). En el área internacional, sucede el triunfo de Castro (1959), la Presidencia de Kennedy, (1961) y la crisis de los misiles en Cuba (1962).

Mientras tanto en Nicaragua surgían iniciativas a todos los niveles para levantar el civismo y terminar con Somoza. Una de ellas fue Juventud Conservadora que propugnaba resistencia a la dictadura usando exclusivamente la lucha cívica y además modernización de su partido exigían un programa, como la doctrina social de la Iglesia Católica, que encarase los problemas nacionales. En todo caso el núcleo fundador granadino despertó, ante la sorpresa de los guerreristas las esperanzas de una membresía adormecida por el Pacto Chamorro-Somoza (1950).

A esas alturas un hecho inesperado catapultó al empeño reformista sultaneco al incorporar a un valioso grupo de jóvenes profesionales recientemente venidos del extranjero, fundadores años antes de UNAP (1949), como alternativa a los partidos tradicionales. No obstante, pronto percibieron sus afiliados que las grandes mayorías estaban aún en los partidos históricos. Así, muchos unapistas aprovecharon la intentona del 4 de abril de 1954, financiada por el conservatismo para vincularse con su dirigencia. Otros prefirieron al Partido Socialcristiano (1955), mientras Juventud Patriótica empezó a organizarse (1959) como precursora del FSLN.

En todo caso, reforzada Juventud Conservadora con nuevos elementos, esta vez bajo el liderato de Reynaldo Téffel y aprovechando la libertad limitada que daba Luis Somoza, emprendió una notable actividad de envergadura nacional, incorporando masivamente a conservadores de todos los sectores sociales, especialmente de las zonas rurales. Se inició así una movilización y organización permanente a lo largo de todo el país. Sin embargo, surgió una contradicción, pues al incrementarse su popularidad con su irreductible antisomocismo, Juventud Conservadora indujo un clima de agitación y euforia, que condujo a sus líderes principales a abandonar el civilismo y esgrimir el fusil, creyendo contar con una base popular a un movimiento armado. Así surgió la fallida invasión de Olama y Mollejones (31 mayo, 1959).

Sin embargo ese fracaso militar produjo un efecto positivo al provocar cambio en la dirección del partido, con la anuencia del general Chamorro. Convocada la gran Convención (1960) eligió como autoridades nacionales a buena parte de los dirigentes de Juventud Conservadora.

También consiguió J.C. que los Estatutos considerasen al partido “de tendencia socialcristiana”. Comenzó entonces bajo el liderato carismático de Fernando Agüero una arrolladora participación popular, contando con el decidido apoyo de Pedro Joaquín Chamorro desde LA PRENSA. Esa confianza en el neoconservatismo se reforzó al no arreglarse los flamantes directivos (como se temía) con el presidente Luis Somoza en las pláticas de la Nunciatura (junio de 1960), aunque ello también eliminó las posibilidades de comicios libres.

Lo que hicieron después los directivos verdes con esa impresionante recuperación del prestigio e influencia del conservatismo, es otra historia. Baste señalar que Juventud Conservadora cumplió lo prometido al producir una nueva oportunidad a su partido, justificando con ello la celebración de su 50 aniversario.

El autor es analista político y miembro del Consejo Editorial de LA PRENSA.  

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