- Los otros países han tomado
como parámetro la puesta en
marcha del tratado entre
México y Estados Unidos
Rafael Cañas
WASHINGTON. – El éxito del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) ha sido el modelo precursor sobre el que Estados Unidos ha basado la construcción de su política de apertura comercial, especialmente en el continente americano.
Los tratados de libre comercio con Chile, cuatro países de América Central y otras naciones (Singapur o Jordania), y las negociaciones para el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) están estrechamente basados en el TLCAN.
El acuerdo con México y Canadá, permitió además a Gobierno y empresas estadounidenses “perder el miedo” a este tipo de apertura comercial.
“La amplitud del TLCAN dio más confianza para aprovechar las nuevas oportunidades que se presentaban”, señaló a EFE Robin King, una profesora de Economía latinoamericana en la universidad de Georgetown.
Dado que Washington ve con preocupación cómo algunos países –sobre todo asiáticos– acceden a su mercado con pocas trabas mientras ellos tienen considerables barreras comerciales, la idea es que si los países latinoamericanos quieren una ampliación de su acceso preferencial al mercado de EE.UU. tienen que abrir sus mercados.
Además, el TLCAN fue el primero de un país en desarrollo (México) con países desarrollados, y mostró que las desigualdades no son necesariamente un obstáculo y los países pueden complementarse.
Sin embargo, los sectores mexicanos menos favorecidos por el acuerdo, como la agricultura de secano, no recibieron la ayuda prometida para poder aprovechar el acuerdo, y es algo que debe tenerse en cuenta para futuros pactos comerciales.
Por todo ello, el TLCAN ha servido a la vez para mostrar –al menos según el punto de vista de EE.UU.– que estos acuerdos son posibles y beneficiosos, así como para identificar eventuales problemas.
Otro apartado en el que el TLCAN fue precursor y modelo es que ayudó a superar la suspicacia de los estadounidenses hacia las inversiones a gran escala en países latinoamericanos para surtir al enorme mercado del norte.
“El tratado ayudó a ver a países y empresarios del sur como socios fiables en los negocios”, explica Robin King.
Así, en varios aspectos, se ha formado entre los tres países una “cadena global” de suministro.
Uno de los mejores resultados está en el sector de la automoción, ya que los principales fabricantes de automóviles tienen factorías en los tres países del tratado, y las plantas se surten de partes procedentes, también, de los tres países.
La entrada en vigor del TLCAN también sirvió para acabar con un miedo extendido entre empresas y sindicatos estadounidenses: el de una avalancha de productos mexicanos baratos que inundará las tiendas de este país.
Si bien las exportaciones mexicanas a EE.UU. han crecido notablemente en estos diez años, también lo han hecho las importaciones mexicanas de sus vecinos del Norte.
Para King, el problema para Washington no reside en México o cualquier otro país latinoamericano, sino que “el auténtico reto es China”.
Cierto es que las exportaciones mexicanas hacia EE.UU. se dispararon desde 1993, último año antes de la entrada en vigor del TLCAN, y en el que EE.UU. tuvo un superávit comercial de 1.100 millones de dólares.
Desde enero a octubre de 2003, últimas cifras disponibles en EE.UU., México obtuvo un superavit comercial de 34,452 millones de dólares.
Sin embargo, entre enero y octubre de este año, el superavit comercial de China con EE.UU. aumentó a 103,268 millones de dólares, frente a los 83,080 millones del período similar del año pasado, lo que convierte a Pekín en el auténtico “peligro” comercial para Washington.
En cambio, los TLC con los demás países americanos son vistos por EE.UU. como más equitativos. Para otros observadores, el TLC recién concluido con cuatro países centroamericanos, es muy desigual, ya que Washington apenas ha abierto su sector azucarero o textil.
Sin embargo, y como México ya está comenzando a experimentar, la “fuga” de empresas y factorías de suelo latinoamericano a China es una posibilidad que puede limitar el impacto positivo de los TLC en los países del continente americano. (EFE)