14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

El mundo es mejor gracias a…

Jorge Ramos Avalos

No son pocas las veces en que la gente me reclama que siempre hablo de malas noticias. ¿Qué no hay nada bueno que destacar? me preguntan. ¿Acaso siempre hay que hablar de muertos, de políticos, de guerras, de controversias y de peleas?

Creo que nuestro trabajo como periodistas —además de informar— es, precisamente, apuntar lo distinto y lo que crea polémica, destapar lo que apesta y denunciar lo que está mal, descubrir las mentiras y resaltar los abusos de los que tienen el poder. Pero, en el fondo, las personas que me reclaman tienen razón. A pesar del violento y, a veces, caótico mundo que nos rodea, hay muchas cosas que celebrar. Y hoy quiero hablar de eso.

Creo, por ejemplo, que el mundo es mejor gracias a la internet, a los celulares y al poder —casi inexplicable para mí— de las computadoras; nos hacen la vida más fácil y nada parece estar fuera de nuestro alcance. El mundo es mejor gracias a que podemos llegar a Madrid o a Roma o a París sin necesidad de cruzar el Atlántico en bote. El mundo es mejor gracias al tren bala que liga Tokio con Kioto y a Francia con Inglaterra. El mundo es mejor gracias al carro eléctrico y a que una carta puede llegar al otro lado del planeta en sólo unos días. El mundo es mejor gracias al control remoto de la televisión.

El mundo es mejor gracias a las rolas de Maná, al espíritu tibetano de Sting y a las voces de Christina Aguilera y Plácido Domingo. El mundo es mejor gracias al nuevo disco de Los Beatles, con Let it be en su versión original. El mundo es mejor, mucho mejor, gracias a Cirque du Soleil y al humor de Marcel Marceau y Cantinflas. El mundo es mejor gracias a los autorretratos de Frida Kahlo, a la imaginación infantil de Chagall, Picasso y Miró, y a las películas Amores perros y 1900.

El mundo es mejor por las vacunas que paran en seco la poliomielitis y la malaria o cuando un cóctel de medicinas le extiende la vida a los pacientes de sida. El mundo es mejor desde que las operaciones del corazón han dejado de ser noticia. El mundo es mejor porque los científicos no descansan en su intento de encontrar una cura contra el cáncer. El mundo es mejor gracias a los condones y a la píldora anticonceptiva; la mayoría de los nacimientos, hoy en día, son deseados por los padres.

El mundo es mejor gracias a los neoyorquinos que no han permitido que los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001 destruyeran el alma de la ciudad más inquieta del mundo. El mundo es mejor gracias a que la globalización ha tirado fronteras y le da un verdadero sentido a la palabra “humanidad”. Pero el mundo también es mejor gracias a los indígenas que se resisten a que la globalización se chupe sus culturas centenarias. El mundo es mejor gracias a los campos de arroz de Bali y a los montañistas que dominaron el Everest. El mundo es mejor gracias a los que protegen a las mariposas monarca y a las selvas de Chiapas, Brasil y Borneo. El mundo es mejor gracias al mar transparente del Caribe y a las playas negras de Hawai.

El mundo es mejor gracias a restaurantes como Nobu en Miami, Matsushita en Los Angeles, Tetsuya’s en Sidney, Izote en la ciudad de México y Casa Lucio en Madrid. El mundo es mejor gracias a los tacos al pastor de El Tizoncito, a las tortas de aguacate del mercado de Oaxaca, al cebiche peruano, al caldo de camarón y al pan con mantequilla. El mundo es mejor gracias al tequila de Jalisco, al cava catalán y al Pinot Grigio de Santa Margherita en Italia. El mundo es mejor gracias al suflé de chocolate.

El mundo es mejor gracias al minimalismo y a los que buscan simplificar nuestras complicadas vidas. El mundo es mejor gracias al arquitecto español Santiago Calatrava, al puente Golden Gate de San Francisco, al Museo de Arte Moderno de Nueva York, al Papalote (Museo del Niño en la Ciudad de México), al David de Miguel Ángel y a los torsos y toros de Botero.

El mundo es mejor gracias a que la democracia ha terminado con todos los dictadores en América Latina (menos uno y medio). El mundo es mejor gracias al arresto de los dictadores Saddam Hussein y Slobodan Milosevic. El mundo es mejor gracias al superjuez español, Baltasar Garzón, quien trató de enjuiciar al ex tirano y asesino chileno Augusto Pinochet. El mundo es mejor cada vez que un periodista se juega la vida para contar la verdad. El mundo es mejor gracias a la edición dominical del diario The New York Times. El mundo es mejor gracias a que en Estados Unidos, la única superpotencia, no todos piensan que la guerra contra Irak fue una buena idea.

El mundo es mejor gracias a los rebeldes y escépticos. El mundo es mejor gracias al trabajo de los 150 millones de inmigrantes que no viven en el país donde nacieron. El mundo es mejor gracias a César Chávez, a Nelson Mandela y a Rubén Berríos. El mundo es mejor gracias a la sonrisa del Dalai Lama y a la fe de mi tío Armando, que está acercándose a los 100 años de edad. El mundo es mejor gracias a la ONU, a Médicos sin Fronteras y a las Olimpíadas. El mundo es mejor gracias —¡goool!— al futbol, a Pelé y a Freddy Adu.

El mundo es mejor gracias a la novela La sombra del viento del español Carlos Ruiz Zafón, al Cuarteto de Burú del indonesio Pramoedya Ananta Toer, al Demian de Herman Hesse, a la Metamorfosis de Kafka, a La ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa, a El otoño del patriarca de Gabriel García Márquez y al Naranjo de ensayos y ficción de Carlos Fuentes. El mundo es mejor gracias a que Proust y Freud nos enseñaron a ver para atrás y a que Orwell, Toffler y Vasconcelos nos enseñaron a ver para adelante.

El mundo es mejor (para mí) gracias a que mi madre sigue poniendo a un lado su libro para conversar conmigo. El mundo es mejor gracias a que el amor —aunque sea del ámbito de lo extraordinario, como asegura Alberoni— no es tan escaso, ni tampoco lo son los buenos amigos y los buenos hermanos. El mundo es mejor ya que mis hijos Paola y Nicolás podrán hacer cosas que yo jamás me imaginé y, sobre todo, porque ellos son lo mejor de mi mundo (aunque suene cursi).

Efectivamente, no todo son malas noticias.

El autor es periodista, presentador de Univisión.

Editorial
×