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Con el año nuevo debe comenzar una vida nueva

Peter R. Bernal

El 2003 ha tenido, sin entrar en los detalles de la captura de Saddam Hussein en Irak, entre otras características, la de ser en EE.UU. un año electoral sin elecciones significativas aparte las especiales en el estado de California. ¿Y qué decir de las alzas y bajas del mercado de valores sin afectar significativamente las cifras de desempleo y sin producir nuevos trabajos? A todo eso sería necesario añadir el crecimiento de un déficit casi sin precedentes y el costo millonario del conflicto en Irak y Afganistán, a la vez los servicios sociales han ido convirtiéndose en punto menos que irrisorios si no fuera por el dramatismo con que esto afecta a anciano y niños. Así y todo, el presidente George W. Bush termina en año con una opinión favorable a su gestión. Esto si es un logro, sobre todo si se tiene en cuenta que no ha surgido dentro del Partido Republicano, como en época de su padre, un candidato a lo Patrick Buchanan o del senador John McCain que dificulte el proceso de las elecciones primarias partidistas.

Por su parte, en este rápido recuento anual el opositor Partido Demócrata enfrenta tantos candidatos que difícilmente uno de ellos pueda acercarse a la mitad más uno de los delegados que se requieren (2151) para la postulación, lo cual abre un abanico de posibilidades en el cual cualquier cosa pudiera suceder en la convención del partido. Por ejemplo, el calendario de las primarias es siempre confuso. Los primeros estados son Iowa y New Hampshire, que no reflejan los sentimientos de estados sureños conservadores que vienen casi inmediatamente después, así como estados industriales del centro donde hasta el momento nada es definitivo. La prensa, siempre en busca del titular más impresionante, ya parece dar por sentado que el ex gobernador Howard Dean será el candidato oficial por el apoyo recibido del ex vicepresidente Al Gore. En pocas semanas el escenario sería diferente ya que seguramente se estarán planeando, por otros aspirantes, posibles arreglos y “endosos” por parte de otras figuras. Y es posible que Gore, con gran habilidad, negociará con Dean su apoyo “a priori” por si “a posteriori”, en ausencia de una mayoría absoluta de delegados en la convención, hubiera que buscar un candidato de transición que lógicamente pudiera ser hasta el mismo Gore. Pero no se puede descartar que otro demócratas, ante una situación similar, piensen en otra boleta en que uno de los Clinton (favorables hoy al general Wesley Clark), en este caso la senadora Hillary, después de varias votaciones sin mayoría y cuando los delegados queden liberados de compromiso, llegue a ser parte de la formula presidencial. El autor de El Príncipe, Nicolás Maquiavelo, quedaría muy satisfecho con arreglos subterráneos como los que estoy simplemente utilizando como puntos de análisis y, ¿por qué no decirlo?, de especulación. En otras palabras, que en un “deadlock” (tranque) en el piso de la convención pudiera surgir cualquier combinación: Dean y Clark, Gore y Dean y, ¿por qué no? , el mismo ticket del 2000 al revés, Gore y Clinton (léase Albert y Hillary) en un acuerdo en que Gore consiga ser el hombre para el 2004, aceptando a Hillary como mujer para el 2008. Como dijo el maestro: “La política es el arte de lo posible”. De nuevo, estamos especulando, nada garantiza a los demócratas el éxito en noviembre.

Algo que no se menciona mucho es el futuro del vicepresidente Dick Cheney. Hasta ahora todo indica que la formula Bush y Cheney será la de los republicanos, pero ¿quién sabe? Al cerrarse el 2003 las condiciones y las controversias de los contratos de reconstrucción y de otros servicios otorgados en las zonas de los conflictos bélicos pudieran perjudicar al binomio republicano en estados industriales claves para Bush y que hoy están indecisos, como Ohio y Pennsylvania que suman 42 votos electorales, esenciales para ganar la Casa Blanca. En resumen, el 2004 se presenta con una vasta gama de posibilidades a última hora. Señores, habrá que alquilar balcones porque esto se pone bueno.

Cambiando de tema. He analizado bastante el panorama europeo. En cuanto a Irak, lo enfoqué en diferentes artículos utilizando encuestas dentro y fuera de ese territorio. También he investigado el problema religioso en los EE.UU. como posible factor electoral. Al sur del Río Grande se debate el futuro de nuestra América, el libre comercio sigue siendo el “pan nuestro de cada día”. Muchos presidentes y funcionarios se juegan su caudal político ante lo que va a suceder en esta difícil manera de globalizarnos. En otras palabras: “mercadearnos” porque eso es lo que está sucediendo, poner a los grandes contra los chicos, algo que nunca ha dado buenos resultados y que trae la inestabilidad a que me voy a referir.

Los invito, pues, a un recorrido “bravo y breve”: en Argentina Néstor Kirchner empieza a enfrentarse a críticas y protestas. En Colombia Álvaro Uribe sigue con popularidad pero sin lograr apoyo de la mayoría liberal. En Bolivia las posibles dificultades entre Carlos Mesa y Evo Morales empañan cualquier optimismo. En Ecuador los indígenas ya no apoyan con entusiasmo a Lucio Gutiérrez. En Venezuela nadie tiene la más mínima idea de nada, ni siquiera si habrá o no un plebiscito revocatorio y, por supuesto, “ojo con el vice”, es decir, el insumergible José Vicente Rangel. En Perú el pueblo clama nada menos que por Fujimori y Alan García. Y volviendo a Chávez, habría que “darle candela como el macao”. En Nicaragua, mientras la HIPC se ha convertido en una forma de amenaza entre poderes del Estado, los sandinistas un día se acercan a Enrique Bolaños y otro a Arnoldo Alemán. En El Salvador las elecciones pueden ser competitivas. En México Vicente Fox “no pone una”, su único mérito es haber derrotado al PRI, pero cuando no hay apoyo en el Congreso las cosas no salen bien. En Dominicana la popularidad del Presidente es tan escasa que su partido parece destinado a una grave prueba electoral. Y en Cuba tuvieron que resucitar a Raúl Castro y a Ramiro Valdés. “Cosas mayores veréis, Mío Cid”.

El 2003 fue difícil, con muchas sorpresas, altibajos frecuentes y gran incertidumbre. Ese último signo caracteriza lo que ya se va divisando del 2004. Ni Europa se escapa de esta situación mucho menos el Tercer Mundo. Pero es también posible salir del pesimismo sistemático que nos amenaza, existen algunas señales positivas en aspectos de economía, estabilidad y democracia. No hay nada escrito en política y es probable que el nuevo año no sea de “sangre, sudor y lágrimas”, parafraseando al gran Winston Churchil. Fe y adelante.

El autor es columnista internacional.

Editorial
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