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Los caficultores nicaragüenses han vivido preocupados los últimos años por los precios del mercado internacional del café, pero han hecho poco por mejorar los salarios en el mercado laboral de las fincas cafetaleras del país.
La consecuencia es que la mano de obra se les ha ido a Costa Rica o a Honduras, porque allá la paga es mejor. Ahora los caficultores nicas gritan que faltan brazos para levantar la cosecha, que el país perderá dinero y que esta crisis también es culpa del Gobierno.
Parece que los caficultores desconocían que campesinos de Jinotega, Matagalpa o Estelí emigran cada año a Costa Rica para trabajar allá en la cosecha de café. Se han ido año con año desde la década del noventa y cada vez son más los emigrantes.
Si los caficultores esperaban una buena producción para finales del 2003, hubieran buscado a tiempo la mano de obra necesaria, porque si la cosecha se les cae perderán parte de su inversión.
El problema, me parece, es que los caficultores quieren seguir pagando poco a los cortadores, para tener una ganancia mayor; y en esas circunstancias la ley del mercado los está dejando sin brazos para la cosecha, porque hay otros caficultores que pagan mejor, aunque estén en Costa Rica u Honduras.
Un caficultor nicaragüense decía la semana pasada que le parecía ilógico que en un país con tanto desempleo, los campesinos despreciaran las oportunidades de trabajar cortando café.
Creo que esos campesinos desprecian el salario, no el trabajo, porque aquí reciben una paga de siete córdobas por cada lata de café y en Costa Rica ganan el doble o más.
Si los empresarios del café nicaragüenses hubieran ofrecido con anticipación salarios más altos, lo más probable es que el déficit de jornaleros sería hoy menor de 40 mil.
La oferta salarial del mercado laboral externo ha motivado a miles de campesinos nicaragüenses a cruzar la frontera, con o sin documentos, para trabajar en los cafetales de Costa Rica, donde también aprovechan otras cosechas hasta regresar con ahorros meses después.
Creció tanto esa migración temporal que, en octubre del 2002, los ministros del Trabajo de Nicaragua y Costa Rica acordaron ordenar la entrada de jornaleros nicaragüenses, para que antes de emigrar ya tuvieran una promesa laboral y recibieran de las empresas costarricenses el salario legal y las condiciones mínimas de alojamiento.
El empresario nicaragüense Marcos Mayorga dice que los salarios bajos en el sector productivo es un indicador de la ineficiencia del sector privado de Nicaragua. Aunque, él abriga la esperanza de que el tratado de libre comercio entre Centroamérica y Estados Unidos (Cafta) presione para que en el país crezca la mano de obra productiva bien remunerada.
Los caficultores, que compiten para vender su grano a mejor precio en el mundo, tendrán que empezar a competir para conseguir trabajadores. Eso significa ya pensar en ganar menos e invertir más en salarios.