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Diálogo entre Rizo y el médico de don Enrique

León Núñez [email protected]

Después de mucha insistencia los dramaturgos de Acoyapa decidieron, por fin, poner en escena en mi casa de Chontales la obra de teatro titulada: Diálogo entre Rizo y el médico de don Enrique.

El diálogo entre los actores, es decir, entre el actor que hizo el papel del doctor José Rizo —por cierto muy bien caracterizado— y el actor que hizo el papel del médico de don Enrique, tuvo como escenario una fiesta gubernamental, en la que estaba presente el Presidente de la República.

El médico de don Enrique se encontraba solo, en una esquina, al fondo de un gran salón abarrotado de invitados, cuando el doctor Rizo, con mucha discreción, se le acercó y se produjo entre ellos la siguiente conversación:

Rizo: (abrazando al médico de don Enrique) ¿Cómo está mi querídisimo doctor?

El médico: Muy bien señor Vicepresidente, y usted, ¿cómo está?

Rizo: Desde hace tiempo quería hablar a solas con usted, pero no se había presentado la oportunidad. ¿Cómo está realmente la salud del Presidente?

El médico: Bien, muy bien. El Presidente es un hombre sano con la energía de un hombre de 40 años.

Rizo: ¿Se ha chequeado últimamente?

El médico: Claro que sí, con resultados excelentes.

Rizo: Concretemos, ¿me podría dar algunos datos de su biometría hemática y de su química sanguínea?

El médico: Todo salió bien, basta decirle señor Vicepresidente que los glóbulos rojos, la hemoglobina, el hematocrito, los glóbulos blancos y las plaquetas están dentro de los rangos normales. También están dentro de estos rangos la glucosa, la creatinina y el ácido úrico.

Rizo: ¿Y su perfil lípido?

El médico: No recuerdo muchos detalles, pero sí puedo decirle que el factor de riesgo coronario del Presidente es de 3.8, es decir, el más bajo.

Rizo: ¿Y los perfiles hepático y pancreático?

El médico: Están inmejorables.

Rizo: ¿Y la próstata?

El médico: El antígeno específico de próstata del Presidente está en 0.7, es decir, que todavía está por debajo del rango de referencia de un hombre menor de 40 años. Por otra parte, el resultado del ultrasonido abdominal y transrectal, y el tacto rectal que le hizo el urólogo, nos indican que la próstata del Presidente está sana, que tiene un leve crecimiento, pero es importante señalar que después que don Enrique orina no le queda ningún líquido residual en la vejiga.

Rizo: ¿Entonces el Presidente está mejor que yo?

El médico: Yo no sé, yo a usted no lo he examinado.

Rizo: ¡Pero el Presidente debe padecer de algo !

El Médico: Los exámenes demuestran que no padece de nada.

Rizo: Pero eso no es posible. Todo el mundo padece de algo.

El médico: Yo le aseguro que el Presidente no padece de nada.

Rizo: ¿Ni del colon, ni del esófago, ni del estómago?

El médico: Los resultados de los estudios endoscópicos que se le hicieron al Presidente fueron absolutamente satisfactorios.

Rizo: ¿Y cómo tiene la presión?

El médico: La presión de don Enrique es invariable, 115 la alta y 75 la mínima, y su corazón está sanísimo.

Rizo: (con cara de disgusto) ¡Qué raro que ese hombre a su edad no padezca de nada! ¿Ni de algún grado de Alzheimer?

El médico: Yo le puedo asegurar que a don Enrique no se le olvida nada.

Rizo: ¿No padece ni del oído? ¿Oye bien?

El médico: Los oídos del Presidente están sanos. Oye todo. Oye hasta lo que se habla detrás de las paredes. La verdad es que tiene un “oído de tísico”.

Rizo: ¿Usted no me está mintiendo?

El médico: No le miento. Pero debo decirle algo. Tengo la impresión de que a usted le gustaría que el Presidente “palmara”.

Rizo: De ninguna manera. Usted me está mal interpretando. Yo no deseo la muerte de nadie. A don Enrique yo lo aprecio, lo estimo y lo quiero. Pero por una “preocupación constitucional” (Arto. 149, inciso a) debo estar atento a su salud, pues yo lo sustituyo en caso de muerte, y recuerde que “todos somos de la muerte”, y no quisiera que el fallecimiento de don Enrique me cogiera de sorpresa. Una sorpresa de esta clase hasta me podría causar o un síncope cardíaco o una profunda depresión que me impediría asumir la Presidencia de la República. Usted no se imagina cómo me afecta la muerte de un amigo, principalmente cuando no estoy preparado para recibir una noticia de esta naturaleza.

El médico: Señor Vicepresidente, su “preocupación constitucional” no tiene razón de ser. Relájese. Duerma tranquilo. El Presidente no va a morir en el ejercicio de su cargo. Está genéticamente programado para vivir 96 años.

El Vicepresidente, después de despedirse del médico de don Enrique, se fue inmediatamente de la fiesta. Algunos de los que estuvieron presenciando esta obra de teatro vieron que el doctor Rizo se había ido triste, como resignado ante los argumentos del médico de don Enrique. Sin embargo, otros lo vimos ir alegre no solamente por la buena salud del Presidente sino también por su esperanza genética de vida.

El autor es abogado y escritor.

Editorial
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