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Semblanza del diputado Cuadra

Hugo Rodríguez Flores

La primera vez que escuché hablar de don Jaime Cuadra Somarriba fue en diciembre de 1974, cuando lo liberó el comando sandinista encabezado por el pensador Eduardo Contreras y por el héroe Germán Pomares, a quien tuve el honor de conocer en vida. Como en esos tiempos mi vida giraba en torno al deporte, no tenía mayores inquietudes políticas y mis únicas referencias respecto al sandinismo provenían de mi mamá, Alicia Flores, a quien siempre escuché sus preocupaciones respecto a sus sobrinos, Filemón, quien murió en la montaña y a quien ella ayudaba cuando él pasaba por la casa, sin que nadie supiera más, y Chico, hijos ambos de su medio hermano Marcos Rivera.

Corría el año 1975, cuando se desarrollaba la campaña electoral para la Alcaldía de Matagalpa y se postulaba como candidato conservador Samuel Amador; eran los tiempos excluyentes de aquella “democracia” que algunos añoran en la que legalmente los candidatos sólo podían ser conservadores y liberales.

Aquélla era la primera vez que participaba en una manifestación política, a la que fui porque el candidato que pretendía la Alcaldía matagalpina más que candidato de los conservadores era en realidad el candidato del antisomocismo amplio. De tal suerte que las concentraciones y actos eran verdaderas manifestaciones varias veces reprimidas, a las que asistían simpatizantes de todos los colores y siglas prohibidas; al final, y como eran las cosas en ese entonces, pese al abrumador voto antisomocista la candidata de la dictadura fue proclamada ganadora y nuevamente el conservadurismo zancudo aceptó los resultados.

Fue en una de esas manifestaciones que, a mis catorce años, acompañando a mi padre, Juan Rodríguez, conservador agüerista que murió creyendo que Fernando Agüero era un hombre honesto, escuché hablar de la honestidad de don Jaime y fue precisamente a mi padre, que como hombre honesto de toda su vida, respetaba y hasta admiraba la honestidad de don Jaime.

Recuerdo, con la tolerancia que fui educado, que tuve muchas discusiones con mi padre sobre el papel histórico de los conservadores y el de Agüero en particular, pero recuerdo también que cuando hablábamos de los liberales matagalpinos siempre coincidimos en que don Jaime Cuadra era de esos liberales cuya honestidad ha sido siempre ejemplo de consecuencia, y por ello tengo la plástica impresión de que de haber sido los conservadores como mi padre y los liberales como don Jaime, hoy los nicaragüenses tendríamos otro país y probablemente seríamos muchos más habitantes porque nos habríamos ahorrado muchas muertes, víctimas de la intolerancia.

Ahora que me enteré de la gravedad de don Jaime cruzaron por mi mente todos los momentos en los que él siempre fue parte de mis debates con mi padre y mis hermanos; recuerdo que en mi adolescencia, mi fallecido hermano Miguel siempre me remarcaba que don Jaime era quizá el único productor cafetalero que le daba condiciones de vida humanas a sus cortadores, y siempre fue, y seguramente lo seguirá siendo, una persona preocupada por la salud de sus trabajadores. Recuerdo también que como político fue un adversario leal al gobierno de la revolución sandinista. Su paso por el Gabinete del ex presidente Alemán fue objeto de críticas por su ingenuidad en algunos temas, pero fue siempre reconocido por su honestidad.

Hoy don Jaime es quizá uno de los activos políticos más importantes con que cuenta el país, como factor de estabilidad para preservar el precario equilibrio que mantiene nuestra convivencia democrática. Quizá por ello su enfermedad ha preocupado a muchos, aunque obviamente no a todos por las mismas razones. A mí exclusivamente por lo dicho anteriormente. Yo sólo quiero que vayan estas líneas como sincero y humilde homenaje a una persona que ha sido consecuente en su honestidad toda su vida, como persona y como político, un animal raro como pocos en la política criolla.

El autor es abogado y docente universitario.

Editorial
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