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Totalitarismo contra la Internet

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Totalitarismo contra la Internet





En Nicaragua no fue noticia la información de que el régimen de Fidel Castro cortó, a fines de la semana pasada, las escasas posibilidades que tenían los ciudadanos cubanos de conectarse a la Internet y aprovechar aunque fuese mínimamente el ilimitado acceso a la comunicación que ofrece esa maravillosa herramienta tecnológica.

La verdad es que nunca el acceso a la Red fue autorizado por el régimen comunista de Cuba, salvo a algunas personas cuidadosamente seleccionadas por sus funciones y por su adicción y lealtad a Fidel Castro, al partido comunista y al Estado totalitario. Sin embargo, muchas personas lograban conectarse a la Internet ilegalmente, aprovechando el bajo precio y el cobro en pesos cubanos del deficiente servicio telefónico, y haciendo uso de computadoras y cuentas prestadas o compradas en el mercado negro.

Sin embargo, a partir del fin de semana pasado se comenzó a aplicar un decreto cuya consecuencia inmediata es que el acceso a Internet ahora sólo se puede conseguir pagando una tarifa telefónica inalcanzable, tanto por su desmesura como porque es en dólares de Estados Unidos. Aunque también hay que señalar, en “beneficio” del totalitarismo castrista, que no sólo en Cuba se impide a la gente acceder a la Red, pues también se hace en otros países dominados por el absolutismo comunista o el fundamentalismo religioso, como China comunista, Corea del Norte (también comunista), e Irán, a pesar que el gobierno reformista de este país anunció en el año 2000 que liberalizaría el uso de la Internet para toda la población, con restricciones contra la pornografía y la protección de los valores religiosos según los entienden los ayatolas iraníes.

Ahora bien, la virtual prohibición del acceso a la Internet en Cuba y las feroces persecuciones y represiones contra quienes se atreven a desafiar la censura para satisfacer su necesidad y derecho natural a la información, equivalen sin duda a las hogueras de la Inquisición medieval y a las bárbaras condenas en aquella oscura época, cuando se clavaba de la lengua a quienes disentían de las doctrinas oficiales y criticaban a las autoridades políticas y religiosas.

Pero lo que se está haciendo ahora en casi todo el mundo es lo racional, inteligente, civilizado, sensato y necesario, o sea, masificar el acceso a la Red, como ya se ha hecho en los países desarrollados donde casi todos los hogares y personas están conectados a la Internet, que es un valioso instrumento para desarrollar toda clase de negocios, y ante todo los servicios de información, así como también es el mejor medio para asegurar la vigencia de los artículos 18 y 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que proclaman la libertad de pensamiento, de conciencia, de opinión y de expresión sin limitación de medios ni de fronteras.

En la segunda mitad del Siglo XVIII y la primera del Siglo XIX, ocurrió la Revolución Industrial que transformó radicalmente al mundo de entonces y acunó el reconocimiento a las libertades y derechos fundamentales de las personas. Ahora está ocurriendo una nueva revolución que es la Informática en general y de la comunicación por la Internet en particular que se desarrolla y profundiza incesantemente mediante el acceso público, libre y casi gratuito o a bajo costo al espacio cibernético, y que está lejos de agotar sus posibilidades.

Dicho con otras palabras, comunicarse, informarse y educarse son actividades que ahora están al alcance de cualquier grupo, de cualquier persona que pueda comprar una computadora y abonarse a los servicios de información, o aprovechar la diseminación de los pequeños negocios que ofrecen la conexión ocasional a precios razonables, y los llamados kioscos tecnológicos que pueden instalarse hasta en los lugares más alejados de los principales centros urbanos de la nación.

Sólo en Cuba, para desgracia de los cubanos y como para hacernos recordar los tiempos más tenebrosos y crudos de la barbarie, de la incultura, del atraso y la represión, se impide el acceso a la Red y se persigue y se encarcela a quienes a pesar de todo tratan de utilizarla.

Y cabe temer que el posible regreso al poder, en Nicaragua, de los camaradas y émulos de Fidel Castro, significaría el fin del libre acceso de los nicaragüenses a la Internet.

Editorial
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