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Hacia las elecciones municipales

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Hacia las elecciones municipales





El Consejo Supremo Electoral (CSE) convocó a las elecciones municipales que deben celebrarse el 7 de noviembre de este año. Según informaciones, 24 de los 34 partidos que existen formalmente podrían participar en los comicios municipales de noviembre, aunque por ahora sólo 11 cumplen los requisitos legales.

La convocatoria a los comicios municipales de este año significa sin duda un triunfo de las fuerzas democráticas y una derrota de los caudillos liberal y sandinista, Arnoldo Alemán y Daniel Ortega respectivamente, quienes quisieron sacrificar esta justa popular en el ara de sus particulares intereses. Para eso hasta una iniciativa de reforma constitucional presentaron en la Asamblea Nacional, con la excusa de que en vez de gastar dinero en las elecciones municipales había que invertirlo en aumento de salario para maestros, policías y otros empleados públicos.

Pero la resistencia de las fuerzas democráticas hizo fracasar la intentona de repacto de los caudillos y abortó la pretendida reforma constitucional que de haberse aprobado hubiera hecho retroceder mucho de lo poco que se ha podido avanzar en la democratización del país mediante el fortalecimiento de los gobiernos autónomos municipales.

Es obvio que a los caudillos (caciques) no les gusta que las elecciones municipales se celebren separadas de las presidenciales y las legislativas, porque de esta manera se debilita su influencia sobre los electores. Para ellos es más conveniente que la gente vote en cascada, no en base a los méritos y defectos de cada candidato a alcalde y concejal. Temen el fortalecimiento de los liderazgos naturales en los municipios porque éste debilita sus hegemonías nacionales.

Pero las elecciones municipales, lo mismo que las regionales, deben ser separadas de las nacionales para ayudar al fortalecimiento de las autonomías y a fin de robustecer en general el proceso de democratización del país que comenzó y viene dando tumbos desde 1990.

En principio, por medio de las elecciones el pueblo se constituye en cuerpo electoral de la nación para seleccionar y cambiar a los gobernantes, en todos los niveles. Y aunque las elecciones no son la única condición y garantía de la democracia, ésta no puede funcionar sin aquéllas.

Por otro lado, para celebrar las elecciones es indispensable gastar dinero. En este sentido, el financiamiento viene a ser para el proceso electoral lo que éste representa para la democracia. Es decir, una condición aparentemente secundaria pero esencial e indispensable.

Es cierto que el dinero que se gasta en las elecciones se podría emplear en programas de beneficio social inmediato y directo. Pero el gasto en la democracia es tan importante y necesario como las inversiones sociales. Otra cosa es que hay que racionalizar y reducir el gasto electoral. Y al respecto es importante observar que no es la mayor cantidad de partidos que participan en las elecciones —es decir, el pluripartidismo— lo que las encarece, sino la ineficiencia y la corrupción.

Arnoldo Alemán y Daniel Ortega pactaron en 1999 para eliminar a todos los partidos que le hacían competencia al PLC y al FSLN, precisamente con el pretexto de que la proliferación partidista confundía al pueblo y obligaba a gastar mucho dinero en las elecciones. Pero el remedio resultó peor que la supuesta enfermedad —porque esto sólo era el pretexto para repartirse el botín del Estado— y las elecciones del 2001, en las que sólo participaron el PLC y el FSLN, más el conservador que se “coló” por presiones internacionales, resultaron ser las más caras de toda la historia nacional.

Ahora, después que la Corte Suprema de Justicia restableció el pluripartidismo, podrán participar en las elecciones municipales todos los partidos que llenen los requisitos mínimos que establece la ley, y los comicios no podrán ser caros porque el Presupuesto General de la República sólo asignó para este fin 220 millones de córdobas, o sea unos 11.5 millones de dólares.

Pero es bueno y necesario que no haya tanto dinero para financiar las elecciones. Así se disminuye el espacio para la corrupción de los políticos y se motiva el activismo voluntario, que es un medio excelente para educar a una población que tiene la percepción de que las elecciones son prebendas y espectáculo, no un mecanismo de renovación y perfeccionamiento de la democracia.

Editorial
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