Roberto Ferrey Echaverry
Durante los días anteriores al 25 de enero, enormes máquinas estaban reparando ciertas calles céntricas de Granada. Pensé que el alcalde aprovecharía sus últimos meses de gobierno para dejar la ciudad con sus calles reparadas. Pronto me desengañé. Todo el trabajo era porque el presidente Bolaños llegaría a la ciudad el domingo 25 de enero. Repararon algunas calles para que el presidente Bolaños y su comitiva transitaran y se parquearan en calles reparadas. Incluso se reparó la que va del cine Karawala al antiguo hospital, que sería la calle de salida de tan ilustres visitantes.
Hace varias semanas la Primera Dama asistió a un almuerzo en una casa situada sobre la costa del lago. Los habitantes de la Villa no entendían los trabajos de urgencia que realizaron cuadrillas de trabajadores incluso a las seis de la mañana del domingo que se celebró el almuerzo.
Todo era para que la comitiva de la Primera Dama transitara sin sobresaltos. La caravana tenía que cruzar parte de la Villa por la sencilla razón de que hace ya tres años un pequeño puente, por el que se inicia la costanera que lleva hasta Malacatoya, se derrumbó y ni el gobierno municipal, ni el gobierno central se ha preocupado en repararlo.
Además para la visita del domingo pasado repararon los incontables huecos de la carretera en el tramo Masaya-Granada. Todo para asegurar un tránsito lo más agradable posible.
Estos hechos me hacen recordar libros de caballería en los que se narra cómo los nobles de ese tiempo ponían sus capas sobre el lodo para que Su Majestad no ensuciase sus preciosos zapatos. Y me obligan a reflexionar que el servilismo continúa, que debe rendir buenos frutos y que ciertos funcionarios están sólo al servicio de sus jefes y no del pueblo nicaragüense.
“Cosas veredes, Sancho amigo”.