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Inmigración: problema y solución

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Inmigración: problema y solución





Esta semana el Secretario General de la ONU, Kofi Annan, pronunció ante el Parlamento Europeo un importante discurso sobre el problema de las inmigraciones. El enfoque que dio Annan al problema fue europeo, por el escenario donde presentó su discurso, pero su planteamiento es aplicable a cualquier otra parte del mundo.

“Los inmigrantes no deben ser vistos como un problema sino también como parte de la solución a los problemas de los países que los acogen”, aseguró el líder de la ONU, y agregó: “… las sociedades europeas necesitan inmigración. Sin inmigrantes, la población de una Unión Europea que pronto contará con 25 Estados miembros disminuirá y pasará de los 450 millones que tiene en la actualidad a menos de 400 millones en 2050”.

En realidad, el principio de que los inmigrantes no deben ser vistos sólo como problema sino también como solución, es aplicable a la inmigración nicaragüense en Estados Unidos y Costa Rica, o en cualquier otro destino de quienes abandonan su patria en busca de oportunidades. Es innegable la contribución de los inmigrantes al desarrollo y la prosperidad de los países donde se encuentran, como también es evidente el beneficio que obtiene Nicaragua de parte de sus inmigrantes, con el dinero que éstos envían regularmente a sus familiares.

Al respecto, en el mencionado discurso ante el Parlamento Europeo el Secretario General de la ONU subrayó que “en 2002 los emigrantes enviaron a los países en vías de desarrollo remesas por valor de 88,000 millones de dólares: un 54 por ciento más que los 57,000 millones de dólares que recibieron esos países en concepto de asistencia para el desarrollo. Por consiguiente, las migraciones son una cuestión de interés para todos los países que requiere una mayor cooperación internacional”.

Ciertamente, las migraciones son positivas, inclusive necesarias, en la medida en que se mantengan dentro de los límites razonables, o sea, mientras el país recipiendario de inmigrantes tenga capacidad de absorberlos en calidad de mano de obra física y recursos intelectuales. El problema se crea cuando la inmigración crece desmedidamente y sobrepasa las capacidades de asimilación del país destino. En este caso la inmigración se convierte en una carga pesada y, por lo tanto, en un grave problema nacional.

A propósito, autoridades de Costa Rica mencionan a menudo lo costosa que es para el sistema asistencial de su país la inmigración nicaragüense, en detrimento de los servicios que le deben prestar a sus connacionales. Ayer mismo LA PRENSA publicó un despacho del corresponsal en Costa Rica, con declaraciones del Ministro de Vivienda quien dijo que hace falta invertir unos 262 millones de dólares más para satisfacer las necesidades de casas de habitación de los inmigrantes nicaragüenses; y del Viceministro de Educación, quien informó que 40 mil niños nicaragüenses más ingresan este año al sistema educativo costarricense por lo que el Gobierno tiene que invertir adicionalmente unos 24 millones de dólares.

Además, entre la muchedumbre de inmigrantes honrados y trabajadores se cuelan también, inevitablemente, delincuentes efectivos y potenciales, y es así que el exceso de inmigración se convierte también en un problema de seguridad pública.

Hay que considerar igualmente los inevitables choques culturales entre inmigrantes y población nativa, a pesar de los vínculos históricos que hay entre ellos, ya sea por el pasado colonial que los hubiera unido, la vecindad geográfica o las raíces étnicas comunes.

Finalmente, el crecimiento de las migraciones fomenta la inmigración ilegal y el tráfico de personas, problema que ha llegado a adquirir extrema gravedad humana por la falta de escrúpulos de los traficantes y la acentuada vulnerabilidad de los emigrantes.

De manera que es razonable y oportuna la observación que hiciera el señor Kofi Annan ante el Parlamento Europeo y que parecía dirigida al caso específico de los inmigrantes nicaragüenses en Costa Rica: “la inmigración ilegal es un problema real y los Estados deben aunar esfuerzos para ponerle coto”, (pero) “también es necesario aportar cauces efectivos para la inmigración legal procurando sacar provecho de sus beneficios y salvaguardando al mismo tiempo los derechos humanos básicos de los inmigrantes”.

Basados en esos principios es que Nicaragua y Costa Rica, por ejemplo, deberían resolver el problema de la inmigración.

Editorial
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