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El largo camino de la educación

Julio C. Hernández*

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El largo camino de la educación


Julio C. Hernández*




Con gran emoción he leído la crónica de Mario Fulvio sobre el medio siglo de la Promoción de 1954 del Instituto Nacional Central Ramírez Goyena. Como siempre las crónicas de Mario Fulvio son hermosas, históricas, culturizantes y amenas.

Recordar el Goyena es algo que a todos nos conmueve y me recuerda mis primeros años de docencia, cuando aún el instituto estaba en el edificio de la Escuela Normal Central Franklin D. Roosevelt, escuela donde me gradué de maestro. A principios del año 53, nombraron director de este instituto al doctor Ramón Romero, eminente escritor y abogado, en ese entonces director de la Biblioteca Nacional, él me pidió que lo acompañara como subdirector, lo cual acepté y al año siguiente lo repusieron con el profesor Guillermo Rothschuh Tablada, quien en esa época dirigía el Instituto Nacional de Chontales. Guillermo, compañero y hermano de siempre, me ratificó en el cargo.

Es emocionante leer los escritos históricos del devenir de nuestra educación, ahora veo en las fotografías rostros de hombres y mujeres serios, con los años que le han dado una experiencia extraordinaria logrando contribuir a la formación ciudadana de los nicaragüenses cumpliendo con los preceptos que nos enseñaron nuestros mentores y el ejemplo de hombres dignos y honestos que dieron su vida a la docencia y que además de formarnos para encarar un futuro positivo, impartieron la mejor educación, no sólo académica, sino en el fortalecimiento de los valores humanos como el respeto, la dignidad y la honestidad que lograron en estos bachilleres ser hombres y mujeres que enfrentarían la vida con valentía y voluntad de trabajo.

En el año 54 la situación política de Nicaragua era terrible, fue el año del trágico 4 de abril en que la dictadura de Somoza y su Guardia Nacional asesinaron a un grupo de ciudadanos honestos y valientes que querían una Nicaragua diferente, dentro de un marco democrático de paz y trabajo. En ese entonces fue que se bachilleró este grupo selecto que celebraron sus 50 años, pero en el camino quedaron notables muchachos fallecidos, uno de ellos José Rubí, quien fue de los mártires de la Universidad de León en tiempos de su ilustre rector doctor Mariano Fiallos Gil, el hombre de la Autonomía Universitaria.

Emociona recordar la “época de oro” del Instituto Ramírez Goyena, las noches culturales, los conferencistas famosos como Carlos A. Bravo, Salomón Ibarra Mayorga, Rodolfo Espinoza Sotomayor, entre otros, además de ilustres conferencistas extranjeros que llegaron a darnos sus conocimientos. Es agradable recordar también la algarabía, las bromas, los chistes y las ocurrencias de los estudiantes en esa alegría tan nicaragüense, a veces irónica y otras veces un poco irrespetuosa; en el Goyena de ese entonces impartieron sus clases eminentes profesores que en la crónica aparece únicamente los profesores Carrillo y Andino, pero también García Valery, don Francisco Zelaya “Panchón”, profesor de inglés; la señora de Juncadella, maestra de francés; doña Leonor García de Estrada, Rodolfo Espinoza Sotomayor, maestro de filosofía; Buenaventura Selva y muchos otros más.

Como dice la crónica, al profesor Rothschuh y a mí nos correspondió la tarea de trasladar el mobiliario y todo lo demás al nuevo edificio, cuya ala principal sur ya estaba construida en la antigua plaza El Caimito, también instalamos a los internos en sus respectivos dormitorios, y demás lugares porque en aquellos tiempos llegaban al Goyena alumnos de toda Nicaragua becados por el Ministerio de Educación Pública, que en esa forma ayudaba a los padres de familia de los departamentos.

El instituto fue un faro de luz, de cultura y de enseñanza al más alto nivel de excelencia, con una disciplina efectiva y una responsabilidad a todas luces notable porque ahí todo era orden, estudio y trabajo, cumpliendo con el programa intensivo que entonces señalaba la Dirección de Educación Secundaria. Evocar esos tiempos significa para mí una gran alegría, porque aunque no identifico bien los rostros de ahora comparándolos con los de antes, esto no quiere decir que no recordemos aquellos tiempos de cariño, de cultura y de disciplina formando una juventud que a lo largo del tiempo siempre ama a Nicaragua.

* El autor es educador

Editorial
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