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Los moteles cobran precios, según la categoría, que van desde 80 córdobas hasta 600 córdobas por tres horas de habitación. LA PRENSA/Archivo

Los moteles cobran precios, según la categoría, que van desde 80 córdobas hasta 600 córdobas por tres horas de habitación. LA PRENSA/Archivo

El anónimo mundo de los moteles

Los moteles en Managua son un negocio lucrativo a los que se les encuentra casi en cualquier esquina y en los que se esconden muchas historias.

Amor, pasión, celos, infidelidad, anonimato, impunidad. Todo se resume en una sola palabra: moteles. Lugares a los que todos quisieran ir pero nadie quiere que se sepa. Para muchos enamorados hoy es el día feliz. San Valentín está de fiesta y urge “sacrificios” en su nombre. El mejor lugar para hacerlo está fuera de casa, en una habitación de cama redonda o en forma de corazón, iluminación a medias, espejos, jacuzzi, araña, televisión con programación especial y hasta servicio de restaurante.

Sin embargo, nada funcionaría si la “aventura” sale de la clandestinidad que le da sentido. Con pareja propia o ajena, el tema sigue siendo un tabú en nuestra sociedad. Incluso los dueños de los moteles y otra gente que maneja las estadísticas del sector se cuidan de no aparecer con sus nombres en este reportaje.

“Todavía no nos acostumbramos a eso a pesar que es algo normal, hasta matrimonios vienen aquí”, comenta uno de los socios del Fantasía, un motel de lujo en Managua, que prefiere omitir su nombre.

La explicación podría estar en que las parejas que practican el adulterio o la fornicación son las más fáciles de identificar: prefieren autos con vidrios oscuros, intentan ocultar sus rostros, denotan cierta tensión al entrar, y salen con sigilo del local. Además, de vez en cuando se conforma un triángulo explosivo cuando alguien es descubierto.

Casos y cosas

“Hay cosas que uno no puede evitar darse cuenta, una vez iba saliendo una muchacha con su novio y a la entrada venía su papá, el señor se disgustó mucho, pero ella estaba más enojada porque él estaba entrando con una pareja que no era su esposa”, asegura un gerente que omite su nombre por seguridad del negocio.

Pero ése es apenas uno de múltiples casos. En una ocasión una mujer descubrió el carro de su esposo sobre la carretera, a la par de un motel que estaba a toda su capacidad. Era un día pico para los moteles. Cuando ella no pudo adivinar en cuál habitación estaba el marido, se dispuso a quebrar todos los vidrios del vehículo. El hombre fue avisado de la agresión, pero prefirió quedarse por más tiempo de lo normal. Después de horas de espera, la esposa se aburrió y se fue, sólo entonces el señor bajó de su cuarto.

Pero no todos los traicionados actúan igual. “Una vez vino una pareja, y detrás venía un hombre que se quedó en la entrada. Ahí esperó todo el rato que su pareja con el otro estuvieron juntos, y cuando salieron, el hombre se dejó venir, pero no pasó nada, sólo le dijo a la mujer: así te quería agarrar, y el viejito con el que ella andaba se quedó botado, nada más”, asegura la camarera de uno de los moteles de Managua.

Salida de “emergencia” de los moteles

El motel Fantasía, el mejor valorado de Managua por sus lujos y precios, tiene salidas de emergencia por cualquier siniestro. Pero hay moteles que son preferidos porque tienen dos salidas en direcciones opuestas.

El empleado de un motel con esas características asegura que hubo un caso en que la esposa descubrió a su marido en adulterio tras haber reconocido su camioneta desde fuera. Ella entró exigiendo que lo sacáramos, pero por respeto a la privacidad no lo hicimos, pero le avisamos al señor que lo estaban buscando, él aprovechó la otra salida para irse, después mandó a un amigo a traer la camioneta y al final la excusa fue que el esposo le había prestado la camioneta a ese amigo”, recuerda.

Sin embargo, en el Fantasía decidieron clausurar una segunda salida, ya que “los clientes se sentían incómodos al salir, porque lo hacen hacia una calle muy transitada”, dice el socio. Ahora la única salida del local se ubica en un lugar bastante disimulado.

Pero para Jorge Francisco González, gerente del motel El Recreo, esto es una ventaja comercial, porque su negocio incluye atención para la clase social media baja. “La gente puede entrar y salir por donde quiera, y eso le gusta”, afirma.

A pesar de eso, el gerente del motel 10 1/2 insiste en que hay privacidad, pero admite que no se ha encontrado un tipo de solución para que no se repitan casos como el padre infiel y la hija fornicadora.

El pastorcito y otros personajes

La gente de los moteles no tiene dominio sobre la frecuencia con que las personalidades del país visitan sus habitaciones. Sin embargo, de vez en cuando llegan verdaderos personajes.

Los más conocidos por las camareras son los de sus barrios, que normalmente se muestran avergonzados ante ellas y, desde luego, no vuelven a visitar el local.

Uno que no tuvo inconvenientes para regresar fue cierto personaje religioso. “La primera vez que lo vi me asustó, pero él tranquilo, después volvió y volvió”, dice entre risas la camarera. Al preguntarle si no se trataba de la misma pareja, ella responde: “No, qué va, él trae a todas sus ovejitas aquí”.

Y también hay clientes fijos. González se siente orgulloso de decir que “El Recreo tiene más de 30 años de existir, y tenemos un cliente que lleva 15 años visitándonos”. Luego confirmamos que no necesariamente llega con la misma pareja.

Otros sólo llegan una vez, pero se quedan para siempre en el recuerdo de las camareras, ya sea porque olvidan algún documento, o porque olvidan que no tienen cómo pagar el rato y dejan su cédula antes de desaparecer. La opción que nadie quiere es que llamen a la Policía. “Ahí sacan riales de donde no tienen”, asegura González.

Las parejas del mismo sexo están entre las que se distinguen por peculiares. Según otro gerente entrevistado, ellos suelen llegar en horas de la madrugada. Una camarera también aseguró que la excusa principal es que “voy a acompañar a un tío que viene de afuera y no tiene dónde dormir”.

Vivencias complicadas

Pero no siempre todo es placer, a veces las parejas hacen trío con la mala suerte. Los carros descompuestos son un clásico. Si resulta penoso entre parejas heterosexuales, al parecer la vergüenza aumenta cuando se trata de gente del mismo sexo, como le ocurrió a Rodrigo, quien no quiso dar su apellido.

“Un día, cuando ya estaba vestido y listo para abandonar el motel, nos subimos al carro, mi amante como siempre, agachado en la parte trasera, cuando me enteré que el carro no me encendía, le dije a mi amigo que se regresara al cuarto a esperar a que lograra encender el vehículo”, revela.

“El problema fue que los vigilantes del motel iban a descubrir que eran dos hombres los que habían ocupado el cuarto, y por eso sólo uno podía bajarse a empujar el vehículo, a esa hora tuve que llamar por teléfono a un amigo para que llegara con una sábana a remolcarlo”, afirma. La sábana era para evitar que los vigilantes descubrieran aquel idilio homosexual.

Si a Rodrigo le hubiera ocurrido eso en un día “pico”, la situación habría sido caótica. Eso le pasó a otra pareja. “No nos aguantábamos, pero el motel estaba lleno, entonces nos fuimos a un hospedaje, que en realidad era un hotel pequeño, elegimos el cuarto y nos cobraron 40 dólares, casi me fui de espaldas, mi suerte fue que quise pagar con tarjeta y me dijeron que no aceptaban, lo malo fue que ella se enojó tanto que ya no quiso nada”, aseguró el desafortunado.

Historias como éstas se repiten a diario en algunos de los centenares de moteles de Nicaragua. Lavamanos rotos, olores fuertes y sábanas manchadas, récord de cinco minutos en un cuarto o de cinco condones para tres horas forman parte de este mundo que todos quieren saber y callar a la vez.

Los moteles son de vieja data

Los moteles son como los bares o sitios de fiesta: siempre hay uno que inició la hazaña. Según los historiadores locales, en Managua el primer motel se instaló en El Crucero, en los años cuarenta.

“Era la Casa Colorada, así se llamaba y me acuerdo que se ubicó allí porque por ese municipio pasó la primera carretera pavimentada que se hizo en Nicaragua (Managua-Diriamba)”, recuerda uno de ellos.

Este sitio, como el nombre lo dice, se destinaba para fines amorosos y usualmente a este concurrían los capitalinos, especialmente los pudientes.

Años después apareció un hotel de montaña, famoso durante la década del cincuenta, que se estableció entre Matagalpa y Jinotega, llamado Santa María de Ostuma.

Este tuvo tanta popularidad que la gente sin mucho rodeo se lo recomendaba a todo extranjero que se adentraba al territorio a través de Puerto Corinto, “porque era bellísimo, hasta zoológico tenía”, sostiene un biógrafo local.

Aunque era apetecido especialmente por los recién casados que se disponían a materializar su “luna de miel”, era “como el lugar de moda… toditas las parejas allí iban a parar, porque el clima ayudaba mucho”, comenta la fuente.

Diez años después, con una capital y más de tres ciudades en pleno crecimiento, el sector se extendió bajo la fachada de hoteles, ayudado por un gobierno civilista: el de René Schick, político liberal que gobernó al país entre 1956 y 1966.

El historiador Bayardo Cuadra dice que por esos años el más conocido ya era el Molino Rojo, ubicado entre el Hospital Fernando Vélez Paiz y el Siete Sur. “Otro no menos famoso y de menor categoría fue el de Chepito González, que no tenía nombre y era una especie de cuartería”, señala Cuadra. Este se localizaba por el sector donde actualmente se encuentra el restaurante El Eskimo.

Ya en los años setenta, según el experto en la historia local, se establecieron como en cascada, llevando la delantera los ubicados en la Carretera Vieja a León, donde muchos aún permanecen.

Cuadra indica que en esto influyó la promovida “liberación” sexual y el creciente urbanismo, pues para entonces ya Managua contaba con aproximadamente 450 mil habitantes, es decir 350 mil más en relación a los años 50.

“Eran prácticamente hoteles de parejas, eso iba de boca en boca. Así se publicitaban”, rememora. Incluso sus dueños, que eran gente acaudalada o en el poder político, ponían testaferros y así hasta ellos mismos se disfrazaban. Uno de éstos fue el Hotel Aeropuerto, un sitio de lujo cuyo dueño era un coronel de la Guardia Nacional, que en los años ochenta se convirtió en escuela pública.

Sin embargo en esta última década, los moteles siguieron haciendo de las suyas: creciendo. Pero también tenían otro fin, pues ya eran parte del Ministerio del Interior, el Estado Policía de entonces.

Esta entidad se valió de estos negocios para instalar espías y mantener la hegemonía de la denominada revolución. Dos quinquenios después, la cosa cambió pues otros tomaron el poder. “En los noventa a la fecha, priva lo económico, y ya ellos (los moteles) se promocionan abiertamente”, reitera Cuadra. Aunque se les sigue viendo con la misma fama de un siglo atrás.

Negocios redondos

No hay estudios económicos concretos que avalen la teoría, pero al menos en apariencia los moteles son rentables. Algunos economistas consultados por LA PRENSA confirmaron que son negocios “jugosos”, que efectivamente calzan dentro de la economía formal. Yelba Sosa, directora de Relaciones Públicas de la Dirección General de Ingresos (DGI), no lo desmiente.

La funcionara detalla que en Managua contabilizan 35 moteles en la categoría del Régimen General. Según dice, estos son medianos contribuyentes. En otras palabras, por definición obtienen ingresos anuales mayores a los 480 mil córdobas por año, pero menores a los seis millones de córdobas.

De estos, asegura que 13 de ellos pagaron 254 mil 731 córdobas el año pasado en concepto del Impuesto sobre la Renta (IR). En Impuesto al Valor Agregado (IVA), sumaron tres millones de córdobas.

En cambio, el resto está situado en la categoría de pequeños contribuyentes. Aunque la DGI desconoce cuántos hay en esa clasificación. “Porque están en un solo bolsón con hoteles y hospedajes, y en ese contabilizamos 206 que el año pasado pagaron en total 768 mil córdobas”, aduce Sosa.

No obstante precisa que son negocios cuyos ingresos brutos no superan los 480 mil córdobas al año. Pero este año a algunos, bajo el decreto ministerial 022-2003, ya los están trasladando al Régimen General de manera que tendrán que pagar IR y de paso tendrán que cobrarle al cliente el IVA, es decir el 15 por ciento sobre el servicio.

“Porque todos sin excepción son rentables”, indica. Eso tampoco lo niegan los dueños consultados, todos coinciden en que “nos da para sobrevivir”.

Sosa asegura que “incluso ya levantamos un censo, ya que hay muchos que están clandestinos pero tienen la función de un motel, pues al menos cuentan con cuatro o más cuartos y se ocupan por horas”.

De acuerdo a este censo, hay más de 11 mil negocios de distinta índole camuflados en el país, entre estos los moteles.

Regulados por el Intur

Noelia Sánchez, directora de Empresas y Actividades Turísticas en el Instituto Nicaragüense de Turismo (Intur), va más allá. La directora indica que en realidad los moteles son negocios redondos y que hay un subregistro, que en su caso cuantifica en un 20 por ciento.

A la fecha el Intur sólo registra 105 bajo la tipificación de autohoteles. Sánchez explica que de acuerdo a la Organización Mundial del Turismo ese concepto se aplica a todo hospedaje ubicado a la orilla de las carreteras, utilizados por el viajero que pernocta una noche.

“Aunque claro, aquí se les llama moteles porque se ocupan para otros fines, la actividad se ha tergiversado porque está hecha para descansar”, razona. Aunque admite que de cualquier manera los regulan, aún cuando están ubicados en el mero casco urbano.

En este sentido revela que los de 30 o menos habitaciones, desembolsan a la entidad turística 15 dólares por cuarto cada año. Mientras tanto, los de 100 habitaciones pagan 25 dólares por habitación.

“Este es el único cobro que hacemos, y es por actualización de licencia de operación”, aclara, sin especificar cuánto perciben globalmente. “Pero claro, son negocios crecientes”, insiste.

Extraoficialmente se maneja que los moteles obtienen más ingresos que cualquier hotel pequeño del país. La primer categoría, por dos horas perciben en promedio casi 328 córdobas por servicio. Mientras que la segunda alcanza 492 córdobas por un día completo.

Los más baratos, dentro del marco de lo decente, pueden costar hasta 80 córdobas las tres horas y lo único extraordinario es el abanico. Los más costosos pueden rondar los 600 córdobas por el mismo tiempo, con alta tecnología audiovisual, son inspirados en habitaciones de Panamá, Costa Rica o el Caribe, con alegorías al deporte, la selva, el mar, entre otras, y comodidades tan diversas que el tiempo resulta poco para disfrutarlas todas.

Según sus comunidades

Hasta el momento, el Intur los clasifica desde una a tres “estrellas”. Los primeros son moteles con las condiciones básicas: cuentan con un baño, una cama equipada con ropa de cama, un televisor y sus toallas.

Los de dos estrellas, en tanto, poseen aire acondicionado, un baño con su respectiva tina, su televisor, un par de toallas y una cama favorable debidamente equipada.

Pero los de tres estrellas son otra cosa. Son una especie de suite con su juego de muebles. Además tiene un televisor con cable, baños con tina de azulejos, espejos, servicio de mini bar, juegos de toallas, jabones y hasta chinelas descartables y una bolsa especial para no mojarse el cabello.

De estos el Intur contabiliza 16 en el país. Aunque Sánchez apunta que los que más abundan son los de una estrella y los de categoría D. Estos últimos son “autohoteles” con condiciones mínimas que a lo sumo tienen un baño, una cama, una toalla y un abanico “y ya está”, comenta la directora.

Hoy día, de acuerdo a estadísticas del Intur, Managua es la ciudad que más alberga moteles, 51 en total. Le sigue Masaya con 18 y Carazo con 9. Los restantes se aglutinan en el interior del país, especialmente en Granada, Estelí y Occidente.

Según Sánchez, el Intur en los próximos días prevé efectuar inspecciones para obligar a que operen con licencia, y en su defecto, las renueven. “En este esfuerzo contamos con el apoyo del departamento Seguridad Pública de la Policía Nacional, porque hay muchos ilegales, que al igual que los legales perciben buenos ingresos”, justifica.

Para Sánchez el problema que enfrentan cada año con los paraderos del amor es la ilegalidad, ya que como cualquier otra empresa deben aportar al país, como lo hacen los bares, restaurantes y hoteles… “ya que tiene una entrada diaria, que supongo puede ser de hasta cuatro veces por día y por cuarto”, apunta.

Recomendaciones para el lugar

En fechas memorables como la del Día de San Valentín, de la Secretaria, ferias agostinas, fin de año o cualquier otro feriado es preferible consultar precios y el tiempo que ofrecen, algunos sitios pueden variar sus normas aprovechando la ocasión.

Si no conoce el lugar, no debe obedecer ciegamente las recomendaciones de los camareros, es preferible consultar las opciones, podrían ubicarlo en un lugar que no es de su preferencia.

Si planificó la salida con tiempo y quiere sentir máxima comodidad, puede llevar toallas y jabones, quizá hasta sábanas.

Cuidado con los jabones, pueden tener un olor delatador.

Pregunte siempre si el precio incluye bebidas.

Si planea volver, estudie los cinco pilares de un buen motel: privacidad, rapidez, higiene, discreción y buena atención.

Zapatero a su zapato…

Para Donald Porras, representante de la Cámara Nicaragüense de la Pequeña y Mediana Empresa Turística (Canimet), los moteles no son competencia para ningún hotel local.

“Porque cada uno está en lo suyo. Un motel es un lugar técnicamente para el placer, por unas cuantas horas eso es parte de la especie humana. En cambio un hotel es para descansar por uno o varios días. En otras palabras lo que quiero decir es cada cual tiene su segmento propio, su clientela que en el caso de los moteles actúa como clandestina. La nuestra no es así, así es que no hay disputas”, refiere.

Según Porras más que el servicio en sí, lo que los fortalece son los servicios básicos con los que cuentan. “Porque hay hoteles del interior del país con buena infraestructura, pero que no cuentan con agua o buenas carreteras por ejemplo, porque hasta donde están ubicados no llega y eso los hace contar con menos demanda”, reflexiona.

Silvio Porta, miembro de la Cámara de Turismo, Micro, Pequeña y Mediana Empresa Turística (Cantur), tampoco los ve como rival. “Nuestros hoteles dan un servicio por día no por momentos, y esa diferencia nos remarca… no los vemos como competencia”, reitera.

Sandra Mejía, presidenta de la Asociación de Propietarios de Pequeños Hoteles de Nicaragua (Hopen), al igual que Porta refiere que no los visibilizan como adversarios. Aunque admite que los moteles tienen mejores ingresos que cualquier pequeño hotel local.

Intur los promociona 

Noelia Sánchez, directora de Empresas y Actividades Turísticas en el Instituto Nicaragüense de Turismo (Intur), confirma que la entidad que preside promociona los autohoteles, que son sinónimo de moteles. La funcionaria detalla que les garantizan capacitaciones y los publicitan en los suplementos turísticos, brochures y sitios web “porque eso sí, nosotros los vemos como los conceptualiza la Organización Mundial del Turismo, es decir como lugares para descansar”, puntualiza la directora.

Reportajes Managua archivo

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