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¿Estudiantes o vándalos con máscara?

María José Zamora

¿Se le puede llamar estudiante a un individuo enmascarado que tira piedras, lanza morteros y quema vehículos? Definitivamente que ¡no! No hay excusa posible en la situación actual del país, cuando existe libertad de expresión, de asociación y de movilización, para actuar como un guerrillero.

Estos mal llamados estudiantes parecen carecer de criterio propio, pues se dejan manipular, cual fichas de ajedrez, en las manos de los dirigentes sandinistas. Si no es manipulación y actúan de forma tan salvaje con total conciencia, definitivamente que lo mejor sería cerrar las universidades que producen semejantes antisociales.

Francamente es inaudito que el presidente del CNU, Telémaco Talavera, circule libremente cuando debería estar ante un tribunal, acusado de encubridor de delincuentes. Si estos supuestos estudiantes están matriculados en alguna universidad, lo justo y consecuente con sus acciones, debería de ser su expulsión definitiva.

Sin embargo, como parte de la red desestabilizadora del partido que “gobierna desde abajo”, parecen tener vía libre para destruir los bienes públicos y privados; para contaminar el ambiente, quemando llantas y para sembrar el terror y el caos en la ciudad.

Al contrario de recibir un castigo, estos vándalos posiblemente acumulan puntos por cada fechoría y aquél que tenga más en su haber tendrá mayores posibilidades de coronar su carrera como diputado rojinegro.

Estos dizque estudiantes quieren parecer revolucionarios; se imaginan que su lucha es válida, que tienen miles de seguidores, se sienten muy importantes y valientes vestidos de camuflaje, con morteros y piedras, con camisetas del Che Guevara y con pasamontañas en el rostro.

Y qué lejos están de ser revolucionarios de verdad, pues sus banderas de lucha son débiles y contradictorias, no contribuyen al desarrollo del país, por el contrario destruyen sus recursos, alejan la inversión.

Sus actitudes irresponsables, belicosas y avasalladoras lo único que pueden producir es repugnancia para aquellos nicaragüenses que quieren vivir en paz, trabajar y progresar con dignidad.

Al momento de escribir este artículo, ocho vehículos del Estado han sido incendiados ante las cámaras de televisión, sin reparo alguno. Yo personalmente presencié cómo, mortero en mano, secuestraron a uno de estos vehículos en la Rotonda Universitaria y se dirigieron hacia la UNAN, en plena luz del día y con un policía de tránsito a trescientos metros de distancia.

Inseguridad y terror es lo único que provoca, en las personas de buena voluntad, el desparpajo con el que estos individuos oscuros actúan. Con la misma naturalidad con la que se enciende un cigarrillo, rociaron con gasolina y les tiraron un fósforo a los vehículos de propiedad pública. ¡Qué torpeza! Sentirse héroes por destruir lo que es de todos los nicaragüenses.

Lamento que aún existan ciudadanos incapaces de amar a Nicaragua y que acostumbren comunicarse a través del vandalismo y la violencia.

Considero que las autoridades que suponen velar por la seguridad ciudadana deberían ya estar haciendo su trabajo, pues hasta el momento los “enmascarados” en conjunto con el resto de “miembros” del partido que gobierna desde abajo, han desarrollado su plan desestabilizador sin ningún contratiempo.

Angustia, dolor y miseria ciernen sobre Nicaragua si la Policía y el Ejército no actúan para preservar el orden y la seguridad como es su deber.

La autora es miembro del Movimiento por Nicaragua.

Editorial
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