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Chile: fenicios de la era moderna

Rómulo Sánchez Leytó[email protected] Roman, Times, serif”>Opinión económica Chile: fenicios de la era moderna Rómulo Sánchez Leytó[email protected] Después del golpe atroz contra Salvador Allen-de en 1973 los militares abrieron la economía, privatizaron las empresas públicas, llegaron los “chicago boys”, para imponer el ajuste estructural y la estabilización macroeconómica, pero el experimento no resultó, porque faltó el […]

Rómulo Sánchez Leytó[email protected]

Roman, Times, serif”>Opinión económica


Chile: fenicios de la era moderna



Rómulo Sánchez Leytón
[email protected]




Después del golpe atroz contra Salvador Allen-de en 1973 los militares abrieron la economía, privatizaron las empresas públicas, llegaron los “chicago boys”, para imponer el ajuste estructural y la estabilización macroeconómica, pero el experimento no resultó, porque faltó el ingrediente del consenso y la concertación. Impusieron la mano y la bota militar, la coerción y la imposición, con lo que enterraron el intento.

Chile es un país con una diversidad de climas y de 15 millones de habitantes. Sobre todo, un país de una longitud de 5,000 kilómetros. De los cuales 4,000 tienen magníficas vías de comunicación y de transporte.

Es a partir de 1990 que Chile restaura la democracia y con gobiernos de coalición (P. Alwyn, E. Frei, R. Lagos) y la Concertación de Partidos por la Democracia, inician un impetuoso camino de fortalecimiento institucional, para insertar a la economía chilena en el mercado internacional, con un nuevo impulso exportador. Es con ellos que se inicia el verdadero despegue económico de Chile. Se consigue la estabilidad política, del país, se construye gobernabilidad y se fortalece la institucionalidad.

El aparato judicial y su estabilidad es un ejemplo histórico; no ha sido removido por excusas partidarias. Aún con muchas conmociones han mantenido inamovibles a sus jueces, convirtiéndolo en un símbolo de la solidez institucional alcanzada. El Gobierno ha logrado acuerdos con el sector privado y de esa manera, crear riqueza efectiva para el país. Este formidable consenso entre las fuerzas económicas y políticas le ha dado un ímpetu extraordinario, le ha hecho quemar etapas y avanzar hacia el progreso socioeconómico al ritmo de los tigres asiáticos.

El resultado ha sido que Chile se convirtió en un territorio atractivo para las inversiones. El impulso exportador se ha transformado en el motor del crecimiento económico sostenido de la economía chilena. Lo impresionante de Chile ha sido su asombroso y acelerado desarrollo. Los avances han sido cuantitativos y cualitativos.

Chile cuenta con un Estado sólido, de una probada vocación civilista, reformista y reconciliadora. Este aspecto ha elevado grandemente la eficacia de la gestión pública, recurso escaso en nuestros países. Le ha permitido además, dar cierta continuidad también a las políticas económicas que han fortalecido el paradigma económico chileno.

En tiempos de la fiebre de tratados de libre comercio, se puede decir que a “Chile le ha ido bien”, porque ha contado con la voluntad política y decisión exportadora. El comercio exterior le proporciona un superávit de US8,500 millones de dólares anuales. Además, es un país en el que 60 por ciento de las exportaciones son sostenidas por pequeñas y medianas empresas.

Su gran fortaleza económica lo constituye su amplia paleta exportadora. Han dejado atrás los esquemas anacrónicos de la “monoexportación” y el “monomercado”. Con mucha habilidad y con visión de futuro han diversificado su estructura exportadora para no depender excesivamente de algunos productos. Esto es lo que no ha ocurrido con nosotros en Nicaragua.

En el 2004 enviaron fuera de sus fronteras a más de 3,854 productos, desde cobre, soya, hasta flores. El destino de los productos es tremendamente diversificado. Creando riqueza han tenido éxitos notables también en la batalla por disminuir la pobreza y saldar gradualmente las reivindicaciones sociales. El progreso económico ha beneficiado a varios sectores sociales, y ha hecho retroceder la marginalidad y la extrema pobreza de una manera que no tiene precedentes en América Latina. Aunque queda mucho por hacer, la extrema pobreza se ha reducido de un 40 a un 20 por ciento. Es decir, Chile está teniendo resultados exitosos en la lucha contra la pobreza, desde la generación de riqueza. La tendencia ha sido, crecer buscando la justicia social. Los chilenos se han convertido en los “fenicios de la era moderna”. Están en proceso de crear una industria que promueva un alto valor agregado a sus productos.

Según la CEPAL, América del Sur crecerá en promedio un 4.7 por ciento en el 2005, y Chile logrará un seis por ciento. La expansión económica reducirá el desempleo a un 8.5 por ciento en el 2005. Aunque hay quienes afirman que en Chile no se cumple el dogma académico de que por cada tres por ciento de crecimiento económico, el empleo crezca uno por ciento. El fondo de pensiones (sistema instaurado por la dictadura en 1981) de 70 mil millones de dólares, manejado de forma privada, ha generado grandes ganancias a quienes administran los fondos. Pero se critica que no han mejorado las prestaciones sociales de los que ahorran y los primeros pagos han significado pensiones miserables.

Chile ha reconstruido la economía después de la oprobiosa dictadura del General. La solidez de la economía chilena lo muestran las cifras. El PIB anual ronda los 80 mil millones de dólares, su per cápita supera los 5,000 dólares. El monto de sus exportaciones se incrementan de manera acelerada con la firma de tratados comerciales con Estados Unidos, Unión Europea, México, Canadá, Corea del Sur, el EFTA y firmarán uno con China en noviembre, principal consumidor de cobre. Chile ahorra más de su PIB, que el promedio latinoamericano, sólo comparado con la región del sudeste asiático.

Se puede concluir diciendo que es bueno mirar al Sur. El modelo de prosperidad económica alcanzado por el país austral es digno de imitar, para ello sólo se necesita entereza moral y voluntad política de querer hacer economía para la gente. No hay que tener temor de hablar del éxito del modelo económico chileno, ni atribuirle el progreso a los militares, ni mucho menos, justificar la dictadura y las matanzas de Pinochet, quién era tan corrupto en lo personal como muchos de sus congéneres. La fuerza que sostiene al mismo, es el consenso prevaleciente de las fuerzas políticas, las que a pesar de sus diferencias y rivalidades son casi monolíticas alrededor del mismo.

Después de todo, lo cierto es que el despegue económico inusitado del país se ha dado con la democratización y no antes, porque han administrado bien la concertación de partidos. Las reformas económicas, fueron importantes, pero no suficientes para la prosperidad. Las cifras atestiguan que al modelo económico de Chile “le ha ido bien”, y no se duda que seguirá siendo así en el futuro.

El autor es profesor de Economía e investigador. Coordinador de Maestría en Economía Pública y del Desarrollo. UNAN-Managua.

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