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Jesucristo y la Cuaresma

Iniciamos el tiempo litúrgico de la Cuaresma, que se extiende desde el Miércoles de Ceniza, hasta el Jueves Santo, antes de la misa de la cena del Señor. Cuaresma, viene de Cuarenta, y el número cuarenta tiene un significativo simbólico en la Sagrada Escritura. Cuarenta fueron los años que pasó el pueblo de Israel en […]

Iniciamos el tiempo litúrgico de la Cuaresma, que se extiende desde el Miércoles de Ceniza, hasta el Jueves Santo, antes de la misa de la cena del Señor.

Cuaresma, viene de Cuarenta, y el número cuarenta tiene un significativo simbólico en la Sagrada Escritura. Cuarenta fueron los años que pasó el pueblo de Israel en el desierto, guiados por Moisés para llegar a la tierra prometida. Cuarenta fueron los días que nuestro Señor Jesús pasó en el desierto, y allí fue tentado por el demonio, y Jesucristo lo venció con la Palabra de Dios.

Cuaresma, “es el tiempo privilegiado de la peregrinación interior hacia aquel que es la fuente de la misericordia… incluso en el “valle oscuro” del que habla el Salmista (Salmo 23,4), mientras el tentador nos mueve a desesperarnos o a confiar de manera ilusoria en nuestras propias fuerzas, Dios nos guarda y nos sostiene” (S.S. Benedicto XVI. Mensaje para la Cuaresma 2006).

Y este tiempo en que conmemoramos la pasión, muerte, pero que tiene su culmen en la Resurrección del Señor, nos invita a sostenernos en tres apoyos esenciales como son la oración, el ayuno y la limosna.

Oración, que es diálogo con Dios, porque en ella podemos encontrar la respuesta a nuestras inquietudes, diciendo como el profeta: Habla Señor que tu siervo escucha. Sin oración, sin contemplación, sin adoración, sin una experiencia personal con Cristo, no podremos tener una auténtica conversión, comunión y solidaridad.

El ayuno, que no consiste exclusivamente en privarse de ciertos alimentos, sino de manera esencial como dice el profeta Isaías 58, 6-8: “No será más bien este otro el ayuno que yo quiero: Desatar los lazos de maldad, deshacer las coyundas del yugo, dar libertad a los quebrantados, y arrancar todo yugo? ¿No será partir al hambriento tu pan, y a los pobres sin hogar recibir en casa? ¿Que cuando veas a un desnudo le cubras, y de tu semejante no te apartes?”.

Y la limosna, que es la solidaridad, el compartir, el darse uno mismo a los demás, es la caridad, el amor de Dios hecho acción.

Que en el inicio de esta Cuaresma, cuando nos impongan la Ceniza, recordemos que somos criaturas, recordemos que somos polvo y que en polvo nos convertiremos, que este mundo temporal no es definitivo, que existe una eternidad, y que trabajando los talentos que Dios nos ha dado, para construir un mundo más lleno de Dios, tengamos la convicción que un día, tarde o temprano, llegará el momento en que tendremos que dar cuenta de cada una de nuestras acciones.

Religión y Fe

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