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El padre Eslaquit rodeado de niños y un par de adultos católicos, en una comunidad campesina de Dolores, departamento de Carazo.. (LA PRENSA/CORTESIA)

Día del niño por nacer: no al aborto

El autor es sacerdote y abogado canónico El 25 de marzo se ha instituido en muchos países del mundo, como el Día del Niño por Nacer, y es una fecha muy especial porque ese día los católicos del mundo entero celebramos la encarnación del Hijo de Dios, en el vientre purísimo de la Virgen María, […]

El autor es sacerdote y abogado canónico

El 25 de marzo se ha instituido en muchos países del mundo, como el Día del Niño por Nacer, y es una fecha muy especial porque ese día los católicos del mundo entero celebramos la encarnación del Hijo de Dios, en el vientre purísimo de la Virgen María, por obra y gracia del Espíritu Santo.

El derecho a la vida, desde su concepción hasta su muerte natural, es el más fundamental de todos los derechos humanos, y cualquier violencia a tal derecho constituye una aberración.

Entre las excomuniones, promulgadas por el Código de Derecho Canónico de la Iglesia Católica, el 25 de enero de 1983 por el Papa Juan Pablo II, El Grande, quedó íntegro el Canon de excomunión inmediata para los abortistas.

Dice el Canon 1398 del Código de Derecho Canónico de manera íntegra “Quien procura el aborto, si éste se produce, incurre en excomunión latae sententiae”.

Excomunión es quedar fuera de la comunión eclesial, es decir la sentencia ya está dada, y en el mismo momento en que se comete tan terrible crimen, quienes participaron en él, están fuera de la comunidad eclesial, pero sobre todo, independientemente de las razones o motivos que expongan, en el sagrario más intimo de cada persona, allí donde habita Dios, que es la conciencia, y todavía no se ha apoderado de la persona la terquedad, queda la sombra y el dolor de tan atroz asesinato, sabiendo sin embargo, que si hay arrepentimiento como dice el Salmo 50 “un corazón arrepentido y humillado, Dios no lo desprecia”.

Su Santidad Juan Pablo II, de feliz memoria, dijo en alguna ocasión: “El vientre de la mujer que debe de ser santuario de vida, se está convirtiendo cada vez más en sepulcro de muerte”.

Son millones y millones de inocentes que claman su sangre al cielo en nuestra propia Patria, miles y miles, asesinados a la vista y paciencia de todos, porque el que calla, otorga, y no importa que me tachen de torpe, de anticuado, o que salgan con sus ya consabidos ataques a la Iglesia Católica, sobre todo aquéllos que de nombre llamándose católicos participan en tan tenebrosas maquinaciones para introducir leyes de asesinar a inocentes en el vientre de las madres.

Es mejor obedecer a Dios que a los hombres, dice la misma Palabra. Ni siquiera los animales irracionales con sus pocas excepciones hacen tal bajeza.

Hay que hablar claro, el aborto es un pecado no solamente gravísimo sino un crimen abominable en contra de una persona indefensa, inocente, háblese bien, una persona, porque cuando un óvulo se unió al espermatozoide, allí ya hay vida humana, y que contradigan los abortistas, que se pueden poner nombres engañosos, y hasta llamarse “cristianos por la defensa de las opciones o como se quieran poner”.

Qué tipo de libertades son esas, libertinaje y maldad, y sobre todo es una lucha que no es solamente material, sino como decía San Pablo, una lucha espiritual, contra potestades de oscuridad y de tinieblas, que les hace creer a quienes son partidarios del aborto provocado, que están en la razón.

Un día, tarde o temprano, todos tendremos que dar cuenta a Dios. Si hay demasiados niños, y hay problemas de hambre, es por nuestro egoísmo, por la corrupción, por el robo, por la codicia desmedida, por nuestros pecados de omisión, pero matar a un ser indefenso en el vientre de la madre, y peor aun cuando se hace con el consentimiento de la madre, ella, y quienes colaboran, son peores que chacales, que hienas, y al que le caiga el guante que se lo plante. A mí no me importa que me digan lo que me digan, y que escriban lo que les de su gana, o que por programas de radio me llamen lo que quieran llamarme, pecador soy, pero todavía agradezco a Dios, que aún pecador, levanto mis ojos al cielo, suplicando misericordia.

No nos engañemos. El aborto es un asesinato que debe de seguir siendo penado. ¡No al aborto! Ya tenemos demasiados males en nuestra Patria, para salarnos más con la despenalización de semejante abominación.

Dios nos libre y la Virgen Purísima nos ampare, y que levantemos la voz, y escribamos, y concienticemos a nuestra gente, que la vida es un don de Dios, y sólo Él es dueño de ella.

Que San Miguel Arcángel, príncipe de las legiones celestiales, nos ayude en la batalla, y la Sangre de Cristo nos proteja.

Pongan y escriban lo que quieran, pero el quinto mandamiento es claro: No matarás.

Religión y Fe

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