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Con María en la Cuaresma

“A María, fuente viva de esperanza (Dante Alighieri, Paraíso, XXIII, I2), le encomiendo nuestro camino cuaresmal, para que nos lleve a su hijo. A Ella encomiendo, en particular, las muchedumbres que aún hoy, probadas por la pobreza, invocan su ayuda, apoyo y comprensión”. (Benedicto XVI) ¡Qué saludable y fructífero resulta recorrer el camino cuaresmal con […]

“A María, fuente viva de esperanza (Dante Alighieri, Paraíso, XXIII, I2), le encomiendo nuestro camino cuaresmal, para que nos lleve a su hijo. A Ella encomiendo, en particular, las muchedumbres que aún hoy, probadas por la pobreza, invocan su ayuda, apoyo y comprensión”.

(Benedicto XVI)

¡Qué saludable y fructífero resulta recorrer el camino cuaresmal con María! Ella es la mujer del “sí” fecundo, la segunda Eva que con la nueva humanidad vence al milagro; la primera cristiana, espejo clarísimo de cuanto pudimos haber sido, podemos ser y seremos. Por eso y en razón de muchos otros títulos, ciertamente, “fuente viva de esperanza”… porque es madre del Divino Redentor y madre comprensiva de los redimidos. La madre dolorosa que nos lleva al varón de Dolores.

Desde hace tiempo vengo pensando que la raíz de tanta falla en la vida cristiana radica en la falta de una profunda valoración del amor de Dios para cada uno de nosotros, de ese inmenso amor manifestado en Cristo Jesús. Cuando, pensando en el Crucificado, San Pablo exclama: “¡Me amó, y se entregó por mí!”, el Apóstol no está sino valorando el infinito amor divino y el altísimo precio a que ha sido salvado. No obstante, nadie como María seguramente supo valorar la pasión redentora de Cristo por amor a los hombres, ya que a nadie como a la Madre atravesó el corazón una espada de dolor a causa del dolor y la muerte del hijo. Su dolor, como su amor, fueron únicos. Su valoración también lo fue.

Ya he contado, en otras oportunidades, el caso del joven que se convirtió a Cristo mientras participaba en una procesión del Santo Entierro, consagrándose radical y definitivamente a Dios y al servicio del prójimo… que la dolorosa nos ayude con su intercesión a alcanzar, como ese joven, la gracia de valorar la pasión, con miras a la resurrección.

Religión y Fe

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