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La tubería del obsoleto sistema de agua potable por gravedad en Río Blanco. El agua baja desde el cerro Musún. (La Prensa/O. Miranda)

Sin agua potable y con mucha desconfianza

La cuarta parte de los habitantes de Río Blanco carece de este servicio y quienes lo tienen —en época de lluvia— reciben lodo en vez de agua a través de las obsoletas cañerías. El alcalde dice que carece de recursos para un nuevo proyecto, mientras los pobladores piden a Dios que en estas elecciones escoja […]

  • La cuarta parte de los habitantes de Río Blanco carece de este servicio y quienes lo tienen —en época de lluvia— reciben lodo en vez de agua a través de las obsoletas cañerías. El alcalde dice que carece de recursos para un nuevo proyecto, mientras los pobladores piden a Dios que en estas elecciones escoja a “alguien” que los tome en cuenta
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Las lluvias del huracán Beta, en octubre del año pasado, ocasionaron un deslizamiento de tierra que afectó la fuente de abastecimiento de agua en el Cerro Musún y, desde entonces cada vez que llueve los pobladores de Río Blanco se quedan sin agua potable porque “lo que sale por los grifos es lodo”, dice Fadir Rojas Laguna, un guardaparques de la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Sostenible (FUNDENIC-SOS) que conoce bien la Reserva Natural.

“El deslave fue el 18 de octubre en la parte más alta y conservada de la Reserva, a unos mil 300 metros sobre el nivel del mar”, dice Rojas, explicando que “originalmente, el deslave tenía 1.5 kilómetros de longitud y más de 35 metros de ancho. Después, parece que afectó La Niña (fenómeno climático) y el 15 de enero estuvo lloviendo y el deslave se amplió unos 500 metros”.

“El deslave afectó tres microcuencas que, al unirse, conforman una sola que se llama La Golondrina. La toma de agua (fuente de abastecimiento) está más abajo y por eso es que cuando llueve se ve afectada la población de Río Blanco”, sostuvo el guardaparques.

Por su parte, el gerente de la EMARB, Jorge Martínez, comentó que “la última vez estuvimos 17 días sin agua (…) por eso decidimos hacer una conexión desde más arriba para que, cuando el agua venga sucia, cortaremos la represa y traeremos el agua de otro lugar más alto”.

“Es una manera de paliar un poco el problema del agua, pero creo que este año será muy duro”, advirtió Martínez.

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CORRESPONSAL /MATAGALPA

Las primeras brisas, denominadas “jocoteros”, anuncian la pronta llegada del invierno y Encarnación Cruz García se apresura a reparar el techo de la choza donde habita su familia, en el barrio Walter Calderón, del poblado de Río Blanco, Matagalpa.

Mientras Cruz repara el techo, su esposa, Tomasa Dolores Barrera López, le ofrece un poco del agua que almacena en una cubeta. El hombre agradece, toma de un sorbo el líquido, que es tan arcilloso y tiene el color del tiste y luego reanuda sus labores.

Doña Tomasa toma otra cubeta, la enjuaga y comunica a su esposo que irá por más agua para cocinar el almuerzo. Poco después, la señora de 55 años sale de la pequeña vivienda, cruza un alambrado de púas, baja por una ladera y llega hasta un riachuelo donde algunas mujeres del mismo barrio lavan ropa y otras terminan de bañarse.

Un perro encadenado a un árbol de guayaba empieza a ladrar enfurecido. Prudente, la señora pasa un poco largo, saluda a las vecinas, atraviesa la quebrada, sube un barranco y con dificultades cruza otro cerco de púas, hasta llegar a un pequeño agujero en la tierra de donde obtiene el agua para llenar la cubeta y regresar “cargada”, superando los mismos obstáculos de la ruta.

TRAJÍN DIARIO

“Es trajín de todos los días”, dice Barrera, quien igual que la mayoría de las mujeres de ese barrio van al mismo pocito a buscar el agua que consumen sus familias porque en el caserío, donde viven alrededor de dos mil personas, carecen del servicio de agua potable.

Mientras la señora retorna con su cubeta cargada, por la ladera desciende Martina López Chavarría, quien va al pocito a traer agua. En tanto, junto a las piedras que sirven de lavanderos en el riachuelo, la señora Corina Artola Martínez termina de enjuagar su larga y encanecida cabellera y se dispone a lavar ropa.

DESCONFIANZA EN POLÍTICOS

Además de ser vecinas del mismo barrio, tener edades que superan el medio siglo y encontrarse a diario en el mismo sitio para poder bañarse, lavar ropa y obtener agua para el consumo de sus familias, las señoras Martina, Tomasa y Corina, quizá lo desconocen, pero tienen otra característica común: ninguna confía en los políticos que en los comicios de noviembre próximo se postularán a los diferentes cargos de elección popular.

“Es que no se acuerdan de nosotros que vivimos aquí chupando el charquito de agua para poder beber. En este tiempo (acercándose el invierno) hay veces que llegamos hasta las ocho de la noche para poder llenar algún poquito de agua y ellos (políticos) ni cuenta se dan”, refiere doña Martina, mientras hace un alto en su camino para hablar con LA PRENSA.

Poco después, doña Corina sigue lavando ropa en el riachuelo y expresa que “hemos hecho tantas gestiones y nadie nos ha dado respuesta. Queremos que nos pongan el agua, la necesitamos. Siempre gestionamos, pero así se ha quedado, tenemos que venir aquí aunque sea de arrastraditas para poder conseguir un poquito de agua”.

Mientras Corina justifica su incredulidad ante los políticos nacionales, Tomasa avanza por la ladera, descansando en ocasiones, colocando la cubeta con agua en la tierra para luego seguir hacia su casa donde el don Encarnación sigue reparando el techo.

Antes de comenzar a cocinar el almuerzo, Tomasa explica que “casi no creo en ellos (políticos), pero esperando en Dios que disponga de alguien que nos tome en cuenta (…) porque aquí nosotros sufrimos por el agua”.

OTROS VAN A PUESTOS PÚBLICOS

En el barrio Walter Calderón, situado en la salida de Río Blanco hacia el municipio de Paiwas, funciona uno de los doce puestos públicos, que en todo el poblado administra la Empresa Municipal Aguadora de Río Blanco (EMARB), adscrita a la Alcaldía.

La tercera parte de los pobladores del barrio obtiene el agua de ese puesto donde algunos, que viven cerca, han hecho conexiones de tuberías para llevar el agua hasta sus casas, utilizando la fuerza gravitacional.

Quienes han hecho este tipo de conexiones pusieron candados a los grifos porque, según el alcalde de Río Blanco, José Francisco Rizo Falcón, “lo poco que puede producir ese pocito les da únicamente para agarrar agua para tomar”.

“Hay gente que agarra el agua para lavar y todo eso, pero ahí, en ese barrio no pueden hacer eso porque no les ajusta”, explica Rizo, electo en el 2004 bajo la bandera del Partido Resistencia Nicaragüense.

Según el alcalde, la cuarta parte de los casi veinte mil habitantes del poblado de Río Blanco carece del servicio de agua potable y hay otros barrios como Linda Vista y Las Madres donde, igual que en el Walter Calderón, los pobladores deben acudir a los puestos públicos y a los riachuelos donde, dice Rizo, “se arman pequeños alborotos porque todos quieren llenar su barril o sus baldes al mismo tiempo”.

POCAS UTILIDADES Y SISTEMA OBSOLETO

El ingeniero Jorge Martínez, gerente de la EMARB, refiere que esa empresa tiene mil 743 clientes que pagan un promedio de 35 córdobas mensuales por el servicio de agua potable en el poblado, lo que le genera ingresos de aproximadamente 62 mil córdobas mensuales.

Sin embargo, por los gastos operativos y administrativos, la EMARB únicamente percibe utilidades de aproximadamente cinco mil córdobas mensuales.

Para prestar el servicio de agua potable, la EMARB obtiene el agua del sitio conocido como La Golondrina, en la Reserva Natural del Cerro Musún, el último eslabón de la Cordillera Dariense.

Las tuberías son obsoletas y presentan fugas en distintos puntos, por lo que es poca la cantidad de agua que por gravedad llega hasta las pilas de captación.

Según Martínez, la red de distribución fue diseñada hace más de 15 años, cuando la población era la quinta parte de la cifra actual, reconociendo que “tenemos algunas deficiencias, pero eso fue lo que heredamos, una empresa con una infraestructura bastante mala (…) tenemos un sistema obsoleto que se ha venido restaurando en algunos sectores”.

El alcalde de Río Blanco electo bajo la bandera de la Resistencia Nicaragüense, José Francisco Rizo, considera que si la comuna invierte los casi ocho millones de córdobas en el proyecto de agua potable, dejaría de ejecutar otras obras que también son prioritarias para el municipio, especialmente en las comunidades rurales.

Lamentó que el Gobierno y los organismos no gubernamentales “casi no se deciden a apoyar este tipo de proyectos de agua por la magnitud de los costos que tienen, que son demasiado caros (…) y como Gobierno Municipal hemos hecho lo que hemos podido, tratando de mejorar en la medida de nuestras posibilidades”.

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