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¿Hasta cuándo “sacrificarse”?

Conocer a alguien y acostarse ya, no se define como una muestra de seguridad A raíz de uno de mis artículos —no recuerdo cuál, ya que cuatro años, todos los lunes, hablo de cientos de ellos— una señora me hacía referencia a que sus relaciones afectivas con su pareja no habían sido lo esperado, constituyendo […]

Conocer a alguien y acostarse ya, no se define como una muestra de seguridad

A raíz de uno de mis artículos —no recuerdo cuál, ya que cuatro años, todos los lunes, hablo de cientos de ellos— una señora me hacía referencia a que sus relaciones afectivas con su pareja no habían sido lo esperado, constituyendo un contundente fracaso, incompatibilidad de caracteres, etc. Prácticamente se había encargado de criar sola a sus hijos, todos varones (10, 15 y 22 años).

Obviamente sin la presencia del padre y, para colmo, sin preocuparle a éste la atención a los mismos, amén de la ruptura total de comunicación padre-madre, tanto en el plano de relación padre-hijo: estudios, necesidades afectivas y de otra índole, etc., dejando con ello una puerta abierta a la comunicación, pero que en este caso realmente se cerró y por supuesto manutención financiera de los hijos, mucho menos, simplemente cero.

¿Y paralelamente a esta situación, cuál había sido la conducta —no como madre, que difícilmente abandone a sus hijos— como persona en su vida social? Salir, pasear, atenderse a sí misma, dentro y fuera de su familia, amigos, amigas.

Planteaba que su vida se había circunscrito a la educación de sus hijos y en función de su trabajo dedicar todas las ganancias a garantizar los estudios, alimentación, vestuario, etc. Luego la respuesta de su participación social era negativa también.

La pregunta siguiente rondaba en el aire “contaminado” ¿y no pensaba una vez con sus hijos ya encaminados, establecer una nueva relación? La respuesta una vez más fue negativa, categórica de dos letras: ¡No!

¿Por qué negarse a retomar una nueva vida, con un nuevo compañero? La respuesta inmediata revelaba inseguridad, sobre todo cuando su argumento iba dirigido —al no ser tan joven— a que los hombres buscaban primero el sexo, lo cual implicaba romper con su educación en valores, con fuerte formación religiosa.

Le argumenté —por un problema de tiempo que se me acababa— que buscar al “príncipe azul” es válido, lo que a veces se hace difícil, para cualquier edad, pero conocer a alguien y acostarse ya, realmente no se define en ningún momento como una muestra de seguridad, aunque todo depende —y siempre insisto en ello— del nivel de comunicación que debe ser fluido, transparente, claro, muy claro, y que de ser madre soltera (caso que analizamos) consultarlo fundamentalmente con sus hijos, además de presentarlo a los mismos, lograr la realización de salidas familiares, valorando con ello su conducta (de él) hacia ellos y ella.

Resulta cierto que a pocos nos gusta equivocarnos, sobre todo en el plano de la afectividad, ser querido por quienes nos rodean, esencialmente si parte del núcleo familiar resulta algo fabuloso, que en muchas ocasiones resulta difícil de alcanzar producto de los vaivenes de la vida en sí.

Pero como no soy partidario de hacer de la vida un “tango”, así como tampoco dar soluciones como sucede en los “culebrones televisivos” donde todo termina bien para la empleada embarazada por el hijo del don y que al final rompe con la familia rica, se casan y todos son felices, donde el televidente (la abuela) llora y suspira, enjugándose una lágrima a escondidas de los nietos y recordando al abuelo.

De todas maneras, al final quien deberá tomar la decisión será exclusivamente ella.

Espectáculo

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