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Escena de la ópera Carmen en el teatro Nacional Rubén Darío. (Fotos/La prensa/J. Molina.)

Claroscuros de la ópera CARMEN

El esperado estreno de La ópera Carmen de Bizet, entusiasmó al público nicaragüense que colmó el Teatro Nacional Rubén Darío. Aunque fue una puesta en escena fresca dejó claro que aún estamos lejos de la majestuosidad operística de Europa Especial para LA PRENSA Carmen ha sido catalogada, con justa razón, como la más española de […]

  • El esperado estreno de La ópera Carmen de Bizet, entusiasmó al público nicaragüense que colmó el Teatro Nacional Rubén Darío. Aunque fue una puesta en escena fresca dejó claro que aún estamos lejos de la majestuosidad operística de Europa

Especial para LA PRENSA

Carmen ha sido catalogada, con justa razón, como la más española de las óperas francesas, pues su trama argumental se basa en sucesos que el escritor Próspero Merimée presenció, a principios del siglo XIX en la altiva Sevilla y que daría a la posteridad en forma de novela.

En los infortunados sucesos de amor, sangre y pasión, que va narrando el protagonista de la historia sevillana, se basó Georges Bizet, para componer la que es considerada una de sus máximas creaciones. Los libretos fueron escritos, por Henry Meilhac y Ludovic Halévy, quienes prácticamente desarrollaron un hilo argumental propio para la pieza operística.

Entre las principales transformaciones realizadas por los guionistas está el refinamiento que se le da a Carmen, la sencilla, pero veleidosa gitana que enloquece de amor a sus pretendientes, además de suprimir de la historia al marido de la misma, llamado “El Tuerto García”, quedando Escamillo, el fogoso toreador, como único antagonista de Don José. Asimismo, la creación de Micaela, delicado personaje femenino, que ilumina con su dulzura y con su amor por Don José los momentos más oscuros de la obra es una invención de Meilhac y Halévy.

LA PUESTA EN ESCENA DE NICARAGUA

Detrás de la puesta en escena de Carmen, en el Teatro Nacional Rubén Darío, está el arduo trabajo de un grupo de artistas nacionales que, animados por el deseo de incentivar en la población el disfrute de los géneros de la llamada música culta, hacen verdaderas proezas para traernos espectáculos de calidad. Ese esfuerzo se hizo patente la noche del martes, cuando las voces de un destacado elenco de cantantes latinoamericanos resonaron claro y alto en nuestro máximo auditorio.

En general, la obra colmó las expectativas del público capitalino, que asistió masivamente a esta primera representación. Destacan la sobria conducción musical del maestro Joseph Karl Doetsch y la exquisita voz de la soprano Patricia Cifuentes, quien encarnó el papel de Micaela e interpretó soberbiamente el aria final, cuando en medio de las montañas y de un grupo de contrabandistas se encuentra con su amado Don José, quien huye de la justicia y va en pos de Carmen.

La puesta en escena fue sencilla, muy alejada de la fastuosidad y la pompa característica de las representaciones de los mejores teatros y óperas del mundo. Sin embargo, esa excesiva simplicidad le impidió recrear y ambientar apropiadamente la época en que se desarrolla el argumento. Igualmente, el vestuario pecó de parroquiano y los trajes de manta cruda, y poco adornados, reemplazaron el colorido y rico ajuar característico de las representaciones clásicas. Estas falencias son explicables por la falta de presupuesto que requiere un montaje de ley.

Las voces de varios de los personajes colman las exigencias corales propias del género, pero faltó fuerza interpretativa y plasticidad en muchos de los miembros del elenco, lo que se hizo más protuberante en la representación de la sensual Carmen, mujer de temple y figura, de personalidad fuerte y vigorosa, atributos que no logró transmitirnos plenamente la cantante.

El estreno de Carmen en Nicaragua es un acontecimiento que no se puede obviar y se deben reconocer los méritos que tiene el colosal esfuerzo de Ramón Rodríguez y Camerata Bach, por brindarnos opciones de esparcimiento diferente en nuestra rutinaria capital.

Espectáculo

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