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LA PRENSA/ARCHIVO

Conciencias muertas

Un clásico del cine, The Oxbow Incident, en ella manifiesta la actuación estelar de Anthony Quinn y Henry Fonda Conciencias muertas (The Oxbow Incident; 43; William A. Wellman) es un digesto de justicia criminal. Resulta al tiempo un recio alegato contra la intolerancia: uno de esos filmes que no hacen más que ganar con el […]

  • Un clásico del cine, The Oxbow Incident, en ella manifiesta la actuación estelar de Anthony Quinn y Henry Fonda

Conciencias muertas (The Oxbow Incident; 43; William A. Wellman) es un digesto de justicia criminal. Resulta al tiempo un recio alegato contra la intolerancia: uno de esos filmes que no hacen más que ganar con el tiempo. (Algo así pasa con ciertas mujeres) ha devenido en clásico del circuito progresista y en un fastidioso punto de referencia: en un mojón y al parecer así seguirá.

Wellman ha facturado con limpidez notarial la crónica de un mock trial y el ulterior linchamiento, pero también ha descrito sutilmente el funcionamiento de la psicología de grupo: el yo individual succionado por una masa amorfa. El socarrón Anthony Quinn (nacido en Chihuahua de padre irlandés y madre mejicana), estereotipado ya en papeles de azteca o mestizo gruñón, es el mejicano a quien no sabe inglés le cuesta la existencia: su vida no pende de un hilo, cuelga de una soga que termina en un nudo corredizo. Henry Fonda encarna a un vaquero itinerante cuya morosidad controlada, su halo premeditado, denuncian una máquina de pensar: una mente que tritura las ideas hasta extraer de ellas su jugo esencial. René Descartes a trote ligero por Llano Estacado. También es el hombre que disiente.

Jane Darwell como la monstruosa mujer de sexo indefinido: su pasión justiciera no es más que el disfraz adecuado para encubrir un alma torcida. Aquel furor reivindicativo y ese carácter avinagrado son mera manifestación de una neurosis obsesivo-compulsiva y un erotismo perverso. William Eythe personifica al joven de mirada furtiva y huidiza, aplastado por la presencia ominosa del padre autoritario (Frank Conroy), un major confederado inflado de ínfulas y arrogancia.

Al final, Fonda y su admirativo compañero (Harry Morgan) abandonan el pueblo, como quien se desangra. El mismo perro que les diera la bienvenida, se encarga ahora de despedirlos. Wellman fue miembro de la Escuadrilla Lafayette, pilotos americanos que combatieron en la Primera Guerra Mundial bajo los colores franceses. Al parecer fue un hombre de trato difícil. En el plató su comportamiento solía ser estricto y autoritario. La gran Louise Brooks lo calificó con un adjetivo: “intrincado”.

La Prensa Literaria

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