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Jesucristo, Rey del Universo

Muchos estudiosos de la Sagrada Escritura coinciden que el objetivo de la vida de nuestro Señor Jesús fue el Anuncio del Reino de Dios. Ya Juan el Bautista, en el desierto y en el Río Jordán, predicaba con fuerza aquellas palabras que decían: Convertíos, que el Reino de Dios está cerca. Y cuando los discípulos […]

Muchos estudiosos de la Sagrada Escritura coinciden que el objetivo de la vida de nuestro Señor Jesús fue el Anuncio del Reino de Dios.

Ya Juan el Bautista, en el desierto y en el Río Jordán, predicaba con fuerza aquellas palabras que decían: Convertíos, que el Reino de Dios está cerca. Y cuando los discípulos de Juan le preguntaban que si él era el Mesías que tenía que venir al mundo, él contestaba que no, que solamente era quien preparaba los caminos, los senderos, y que venía uno detrás de él, que era más poderoso en obras y palabras y que los bautizaría con Espíritu Santo y con Fuego que viene de Dios.

Jesús de Nazaret, el Mesías esperado, el Hijo de Dios, que se hizo hombre entre nosotros, que compartió y asumió nuestra condición humana, y que reflejó de modo clarísimo la misericordia del Padre del Cielo, es el verdadero y definitivo profeta de Dios.

Con razón, su pariente Juan el Bautista, cuando lo vio venir a bautizarse al Río Jordán, no porque Jesús tuviera pecado, sino para cumplir la ley judía y para instaurar el Sacramento del bautismo, el Bautista gritó: Ese es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo… yo no soy digno de amarrarle las correas de sus sandalias, y en ese instante se abrió el cielo, habló el Padre diciendo: Este es mi hijo amado, y el Espíritu Santo descendió en forma de paloma.

Jesús a partir de ese momento anunció el Reino de Dios. Reino de Dios que es verdad, que es justicia, que es amor, que es verdadera paz y reconciliación sin ningún tipo de ambigüedades.

Jesús que anuncia el Reino de Dios, el mismo es el Reino de Dios. Lo que anuncia es su propia persona.

Y cuando nosotros decimos que Jesús es el Reino de Dios, y que es Él, el Rey de nuestra vida, y le proclamamos diciendo, como en el Apocalipsis, Rey de Reyes y Señor de Señores, le estamos diciendo, Tú eres mi Rey. Pero esta exclamación que debe de salir del fondo de nuestro corazón y no solamente de los labios es seria, porque al aceptarlo como Rey, aceptamos su soberanía total de nosotros en nuestra vida, en todas las áreas de la existencia, que sea Él quien domine nuestras emociones, nuestros sentimientos, nuestras acciones, si de verdad queremos que sea el Rey, debemos nosotros ser súbditos amorosos de su presencia.

Solamente en El Rey de Reyes y Señor de Señores, en Jesús Rey del Universo, podemos encontrar la gracia, la bendición, la guía la dirección en nuestras vidas, pidiendo la protección de su Sangre Preciosa derramada en la Cruz, que ha derrotado al enemigo maligno, al mentiroso por excelencia, y que con la intercesión de la Purísima Virgen María, gran intercesora, en la fe, creemos que en medio de las circunstancias más adversas de la vida, humanamente hablando, Dios nos sigue hablando, nos sigue acompañando y nos sigue regalando la maravillosa libertad, para escoger entre el camino del bien, que implica sacrificios y el camino del egoísmo, que es el más fácil, pero que a la postre nos lleva a la soledad eterna.

Como decimos en el Padre Nuestro: Venga a nosotros Señor Tu Reino y hágase tu voluntad.

Oremos por nuestra Nicaragua, a cada momento proclamemos el nombre Todopoderoso de Jesús, pues aunque es cierto que el mal tiene Poder, Jesucristo, lo ha derrotado, y tiene Jesús infinito Poder.

Que viva Cristo Rey.

Religión y Fe

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