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“Si todavía no soy el mejor, lo voy a ser ”

Pero todo comenzó cuando a los 5 años, Gerald veía a su abuelo José Dolores López (q.e.p.d.) jugar en las mesas de su casa, donde se creó una fama de buen jugador en su natal Chinandega. “Él me inspiró a jugar billar. Yo quería jugar como él”, dice Gerald. Gerald lópez, Billarista Nicaragüense El chinandegano […]

  • Pero todo comenzó cuando a los 5 años, Gerald veía a su abuelo José Dolores López (q.e.p.d.) jugar en las mesas de su casa, donde se creó una fama de buen jugador en su natal Chinandega. “Él me inspiró a jugar billar. Yo quería jugar como él”, dice Gerald.

Gerald lópez, Billarista Nicaragüense

El chinandegano Gerald López saltó a la notoriedad recientemente, al situarse de forma sorprendente en la tercera posición en el Campeonato Mundial Juvenil de Billar de Bola 9. Las victorias parecían estar destinadas para este año, luego de ganar el subcampeonato nacional, la corona centroamericana y el subcampeonato panamericano juvenil.

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El chinandegano Gerald López no tiene pudor a la hora de compartir sus conquistas. Por el contrario, las cuenta porque siempre desafiarán a aquellos que sueñan grandes victorias y están ansiosos por el éxito, el mismo que él ha logrado durante este año.

Noten el currículum de López: Subcampeón Nacional Mayor de Billar en la modalidad de Bola 9, Subcampeón Nacional en el Torneo de Interclubes, Campeón Centroamericano Mayor de Bola 9 y Subcampeón Panamericano Juvenil en Bola 9.

Hasta ahí se concluye que tuvo un año exitoso.

Pero el 2006 se convirtió en inolvidable para López, cuando terminó —contra pronósticos— en la tercera posición durante el Campeonato Mundial Juvenil de Billar de Bola 9, realizado hace una semana en la ciudad de Sydney, Australia.

Perdió la oportunidad de disputar el título mundial cuando cayó ajustadamente 9-7 ante el taiwanés, Yu Lun Wu, campeón mundial del año pasado y quien repitió la corona en esta edición, al superar a su compatriota Pin Yi Ko.

López es un auténtico visionario. Desde su niñez avistó los campeonatos que lograría, pero los demás —obviamente— no los veían. Él ya vio la película que relata su exitosa vida deportiva, sólo espera el estreno mundial, para que el resto de personas la disfruten.

“Realmente no me sorprendió este año. Y no quiero que se interprete como arrogancia. Toda mi vida he soñado con esto y más. Nunca me he sentido menos que alguien y eso te ayuda a crecer en los campeonatos. Cuando lo soñé, ya tenía todos estos torneos”, comenta el chinandegano de 19 años.

EL COMIENZO

“Yo nací entre mesas de billar. Mi abuelo tenía un club y la gente llegaba a jugar. Desde pequeño me acuerdo que los veía y así iba aprendiendo. Nadie me enseñó, simplemente veía cómo jugaban”, cuenta López.

Claro. Es inolvidable. Fue a los 5 años, en mi casa. Jugué contra mi hermano y me ganó por pateada. Cuando perdí esa vez, me puse a llorar. Después lloré un montón de veces porque siempre me ganaban.

Después que toda mi familia me ganaba, el rigio de practicar no se me quitó. Todos los días practicaba en mi casa y me propuse que no me volverían a ganar. Y así fue. Cuando enfrenté a mi hermano, le gané.

Sí, pero lo curioso es que nadie me enseñó. Yo sólo veía jugar. Después que le gané a mi hermano, no perdía con nadie, y tampoco me gustaba perder. Me puse en la mente que no podía perder y llegó un momento en que les ganaba a todos.

Al inicio es como un rigio que te agarra. Lo querés hacer sólo porque te divierte. Ya después me empezó realmente a gustar como deporte y le empecé a sacar provecho, y ahí vinieron las apuestas.

En una sola mesa he ganado hasta 9 mil córdobas. Eso fue más o menos en dos horas que los gané. Pero también he ganado 5 mil, 6 mil y 7 mil córdobas en un día. No creás, el billar te da algunos billetes, claro, si sabés jugar.

No tengo problemas en apostar. El problema es que ahora nadie quiere apostar conmigo. Como saben que les voy a ganar, no apuestan. A veces, pero por allá, es que juego apostando contra (Francisco) Taylor y “Canasta” (Carlos Castro), pero no es muy seguido.

Al comienzo mi mamá no quería. Por lo que siempre dicen: “Eso no es bueno”, pero ahora que ve que no se trata de un vicio, sino de un deporte, y que estoy ganando torneos, está orgullosa de mí. Está contenta por todo lo que he hecho. Además, ahora sabe que voy a estudiar una carrera universitaria y eso gracias al billar.

Como todo niño empecé a soñar todo lo que podía lograr en la mesa. Cuando gané el subcampeonato nacional me dije a mí mismo: “Este año lo tengo todo”. Quería ser campeón de Chinandega, campeón nacional, latinoamericano y mundial.

Sí, pero no me sorprende, porque, como te digo, desde pequeño venía soñando con eso, y cuando uno sueña en grande y se mata por ese sueño, se puede lograr hacerlo realidad. A mí me motivaba cuando escuchaba de Taylor. Yo decía que quería ser como él cuando fuera grande.

Sí hombre, y ya no lo veo como alguien tan difícil de enfrentar. Lo veo de tú a tú. Aunque a veces me gana, yo también le gano. También hay que considerar que el billar es a veces de suerte.

El billar no es fácil. Hay que ponerle mente. Es una mezcla de habilidad y suerte. Como en todo deporte siempre influye más la suerte, pero si tenés mayor habilidad que tu compañero, tenés mayores posibilidades de ganar.

Te voy a decir algo: depende con quién te enfrentés. Si tu rival es malo, no necesitás de suerte. Aunque no estés de suerte, vas a ganar, porque el rival es menos talentoso e inteligente que vos. En mi caso, he ocupado las dos cosas: suerte y talento, y eso que hasta ahora no he recibido una clase de técnica de billar. En esto tenés que aprender a convivir con suerte y talento.

Este año agarré muchos subcampeonatos. En el próximo año quiero ser el primero en todos. Voy por la corona nacional, centroamericana, panamericana y mundial. Me quiero dar el gusto de salir en televisión. Quiero ser famoso, quiero que me vean en ESPN. Quiero que paguen para ir a ver a jugar a un nica billarista.

Si todavía no lo soy, lo voy a ser el próximo año. Me gusta que sea la gente quien califique qué tan bueno soy, pero uno debe aprender a apreciarse.

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