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De tal educación, tales ciudadanos

El año escolar para los estudiantes del nivel básico (primaria y secundaria) está terminando y vale la pena hacer algunas reflexiones y recomendaciones alrededor de la calidad del sistema educativo nicaragüense. ¿Cuánto aprendieron los estudiantes este año? ¿Tuvieron maestros con buena formación ética y profesional? ¿Cuál fue el ambiente pedagógico que imperó en las aulas de clase? Con las consabidas excepciones de colegios que conservan el prestigio de su calidad de enseñanza, la educación básica en nuestro país —especialmente aunque no exclusivamente, la pública— tiene grandes huecos. Uno puede comprobarlo al hablar con los estudiantes. Saben muy poco de cultura general. Desconocen la realidad nacional e internacional. Carecen de hábitos de estudio. No leen ni siquiera los periódicos. En parte, esto se debe a que muchos maestros han perdido interés en el estudiante como individuo moral y como interlocutor en la búsqueda del conocimiento porque viven agobiados por sus problemas económicos. Algunos de ellos tienen hasta dos trabajos para poder sobrevivir y corretean de uno a otro para cumplir. En consecuencia, no les queda suficiente tiempo para preparar sus clases ni para dedicar atención individual a sus estudiantes. En este mismo afán por sobrevivir, se han reportado algunos casos extremos de corrupción de parte de algunos maestros que venden las notas a sus estudiantes e incluso la promoción al siguiente año escolar. Quienes así actúan —que gracias a Dios son muy pocos— hacen un gran daño al carácter de sus estudiantes quienes aprenden a mentir, a hacer trampa, a ser irresponsables y a creer que el dinero lo resuelve todo en la vida. El docente no sólo comunica conocimientos sino también hábitos que forman el carácter. Por eso no se puede exagerar al enfatizar la importancia de una buena experiencia educativa en las primeras etapas, incluyendo un correcto entendimiento de los valores que demanda la vida en sociedad, pues, de tal educación tales ciudadanos.

Además del problema económico, las deficiencias del sistema de educación básica se deben a la defectuosa preparación profesional de muchos docentes. La falta de formación técnica produce maestros carentes de creatividad y de metodologías efectivas para transmitir el conocimiento. Por eso, muchos de ellos se limitan a dictar, a acumular contenidos y fomentar la memorización en vez de la comprensión y el análisis crítico. Rechazan la discusión, el cuestionamiento de sus puntos de vista y castigan a los pocos estudiantes que se atreven a diferir. En consecuencia, el ambiente pedagógico típico de las aulas de clase en las escuelas primarias y secundarias es el de un monólogo en donde sólo se escucha la voz del maestro. Esta metodología de enseñanza arcaica favorece la aceptación pasiva de las ideas de quienes están en posiciones de autoridad; el desprecio por el diálogo y la discusión abierta; el silencio como una opción cómoda. ¿Qué tipo de ciudadanos va a producir esta pedagogía? Ciudadanos no deliberativos, acomodaticios, apáticos.

La sociedad mejora en la medida que mejoran sus miembros y la formación de éstos es función de la educación. Pablo Freire dice: “La educación verdadera es praxis, reflexión del hombre sobre el mundo para transformarlo”. De acuerdo con el Banco Mundial, “el significado de la educación debe darse en tres formas interrelacionadas: como necesidad básica, como forma de resolver otras necesidades básicas y como actividad que sostiene y acelera el desarrollo global”. Pero para que la educación cumpla sus funciones, los docentes deben ser personas técnicas, éticas y moralmente idóneas. Por otro lado, los maestros son, a su vez, simplemente el producto del mismo sistema deficiente que los absorbe. Por lo tanto, habría que revolucionar todo el sistema, su contenido, sus políticas; ofrecer becas completas a maestros destacados que hagan maestrías y doctorados en universidades de países desarrollados y que al regresar sirvan aquí de multiplicadores; levantar la dignidad de la carrera docente equiparando los salarios al resto de Centroamérica; ejercer mejores controles de las escuelas e institutos públicos y privados. En fin, habría que hacer muchas cosas pero son las autoridades del Gobierno las que tienen que reaccionar ante el problema y retomar las palabras de Simón Bolívar que dijo: “Moral y luces son nuestras primeras necesidades”. Sí, moral y luces es lo que necesita Nicaragua.

Editorial
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