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Don Alberto Gutiérrez, el Prometeo de El Tisey. ()

El Prometeo solitario de El Tisey que infundió vida a una montaña

Dueño de todo el azul del cielo y del blanco de las nubes que cambian con sus sombras los tonos verdes de la campiña esteliana, Alberto Gutiérrez, un anacoreta mesiánico, alto, fibroso, de piel cobriza y pelo nevado, ha robado los colores del iris para esculpir 337 figuras míticas en los farallones del cerro El […]

  • Dueño de todo el azul del cielo y del blanco de las nubes que cambian con sus sombras los tonos verdes de la campiña esteliana, Alberto Gutiérrez, un anacoreta mesiánico, alto, fibroso, de piel cobriza y pelo nevado, ha robado los colores del iris para esculpir 337 figuras míticas en los farallones del cerro El Jalacate
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De cara al precioso panorama de El Tisey, don Alberto nos declamó un poema de su inspiración:

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Un difunto de piedra

Quizá recuerdes, querido Sancho, la fama legendaria que lograron otros ladrones de luz. Prometeo, para dar vida al hombre de barro que había formado, robó el fuego celeste, igual hazaña acometió Moisés cuando en la cumbre del monte Sinaí, con centellas luminosas lanzadas por Yavé, grabó sobre una piedra el famoso Decálogo.

No se sabe a ciencia cierta qué tiempo ocupó Prometeo en dar vida a su criatura, pero sí que por su delito Vulcano lo encadenó en las faldas del Cáucaso donde un buitre le devoraba el hígado, víscera que continuamente volvía a regenerarse. Tampoco se sabe el tiempo real que ocupo Moisés para grabar los diez mandamientos que, por cierto, rompió contra el suelo cuando vio que los seres humanos adoraban entonces, y continúan adorando, becerros de oro.

Sí sabemos que este titán nuestro, don Alberto Gutiérrez Rocha, ha escalado durante treinta años el cerro El Jalacate para grabar en la roca monumentales pinturas y esculturas. Si Miguel Ángel Bounarroti acostado boca arriba sobre un andamiaje de madera sólo tenía por cielo el techo de la Capilla Sixtina, nuestro héroe en cambio es dueño de toda la bóveda luminosa del cielo, bajo la que mira pasar impulsadas por el viento las nubes de lino “que forman figuras caprichosas que en más de una ocasión me dieron inspiración”, dice el artista.

El camino escabroso hacia El Jalacate

Antes de llegar a La Tejera, diminuto caserío que se encuentra en el camino a la Reserva de El Tisey, el caminante verá un rótulo que dice “Esculturas” o algo así. Hay un desvío a la izquierda por el que comienza a descender un caminito de piedras grandes y lisas que lleva hasta el fondo de una hondonada. El paraje es maravilloso, abundan los pinos olorosos y diferentes especies de robles que la naturaleza ha adornado con velos que pretende volar contra la dirección del viento, atrás han quedado algunas pocas casitas campesinas que parecen abandonadas y sólo se colige que hay vida en ellas por el humo que sale de los intersticios de las tejas.

A partir de la hondonada sigue un ascenso escabroso que lleva hasta una casita de tablas grises y viejas tejas de barro, rodeada de árboles frutales y arbustos diversos. Cercanos están algunos rosales, matas de jalacate y los infaltables sandiegos, que al proliferar por millares pintan de color naranja los potreros cercanos.

La casita del Iluminado

Una señora blanquita está sentada en el quicio hecho de troncos de la puerta de la casa. Nos recibe con una sonrisa que es de satisfacción, alegría y bienvenida. Es doña María Isabel Gutiérrez, hermana de don Alberto.

Me habían dicho que su hermano es soltero y solitario.

Sí es soltero, pero no vive solo, mi hijo y yo lo acompañamos, él va a cumplir setenta años y yo ya tengo 76 de haber nacido aquí.

¿Usted también es soltera?

Yo soy soltera pero tuve familia. Me hice de obligación y me abandonó el marido, me quedé criando a mis hijos y sirviéndole a mis hermanos. Mis hijos ya son grandes, adultos quiero decir, una hija está viviendo en San Nicolás, otra en Costa Rica con todo y marido. Vivimos con este otro hermano, Oliver, que es enfermito. Tengo nietecitos, pero no viven aquí.

¿Se han acostumbrado a este aislamiento?

Esta finquita es herencia de nuestros padres. Vivimos en paz pero perecemos de todo, tenemos que trabajar en el campo para ganar el alimento del día.

Pero… ¿dónde está don Alberto? ¿Dónde están sus esculturas?

Él anda en una reunión de las cooperativas de El Tisey, allá en La Garnacha, sus pinturas están más arriba, hay que subir más al cerro.

El viejo y la quietud

Ni modo, hay que buscar al artista. El 4×4 resopla al bajar y subir por el difícil sendero. Pero al fin ¡eureka! Llegamos al camino y tomamos rumbo a La Garnacha, cercana a los esplendorosos miradores de El Tisey.

Recién acaba de terminar la reunión de los cooperados y don Alberto se encamina a saludarnos. Alto, delgado, nervudo, la piel rojiza, chamuscada por el sol, ojos azules, nariz prominente, cabellos y barba de armiño.

¿Cómo se siente? ¿Qué tal anda la salud?

El 17 de octubre cumplí sesenta y cuatro años, voy para los sesenta y cinco. Los que me ven me dicen que estoy joven y entonces me siento alegre, eso indica que puedo seguir viviendo más y hacer más esculturas que es mi manera de hacer patria.A usted le dicen el anacoreta de El Jalacate porque vive un tanto aislado… Lo que pasa es que un viejo se ubica mejor en un solo punto, lo que a los nueve años lo vine a hacer en la vejez. Aquí en El Jalacate está toda mi vida y así vamos a ver hasta dónde llego en mis últimos días. Pero no crea, he dado mis saliditas para reconocer de nuevo Estelí y eso me da mucha alegría.

El mundo a mi alrededor

¿Cómo le vino la idea de esculpir y pintar esos farallones?

Eso fue el año de 1967, cuando tuve un sueño que jamás olvidé.En ese tiempo me hice un trompito para jugar y una noche me acosté pensando en el juego. Entonces soñé que toda la tierra daba vueltas como lo hacía mi trompo. Era como si usted pusiera una naranja en el agua y que al flotar diera vueltas, el agua en todo caso era el Universo. Entonces se me vino la idea de entrar en la escuela. Así fue, y una vez me dice el profesor: “Hoy me va a hacer un dibujo de tal y tal cosa”. Y cómo se lo voy a hacer si yo no sé dibujar. Total lo hice y todos encantados, eran una casita con cocina aparte. Recuerdo que al profesor no le gustaba jugar con los niños y me tocó a mí, en base a dibujos, alternar con ellos. Yo le serví de ángel al profesor para que él aprendiera a jugar con los niños campesinos de la escuelita.

¿Cuál fue la primera escultura que hizo?

La primera fue un tigrillo de los que habían en el bosquecito. Agora ya no existen esos animalitos pues los han asesinado, pero quedan presentes en la piedra que he labrado. También está la anaconda, que es la serpiente más grande del mundo, tiene hasta 25 varas de largo.

¿Y después?

Seguí con un elefante de la selva, de esos que ya sólo se ven en los circos y en algunos puntos lejanos del planeta. Ahí hay pintados o esculpidos los pajaritos que son adorno de los bosques, los venaditos, los búhos, el cusuco, las iguanas, los guardabarranco, las loras, los chocoyos, guacamayas, canarios, cenzontles y todos los que corren peligro de extinción. Ahí está el águila real de Centroamérica y la universal que es la que vuela por todo el mundo.

¿Y humanos?

¡Claro, por supuesto! Están nuestros grandes personajes, los que enaltecieron la Patria y la historia. Ahí está Rubén Darío, Andrés Castro, Salomón Ibarra Mayorga; al general Sandino ahí lo tengo también y a otros próceres más.

El arte venció al vicio

¿En la actualidad cuántos motivos ha plasmado en la montaña?

Por todo son 377, entre pinturas y esculturas. Los turistas suben a caminar por el sendero del farallón y se admiran de mis obras.

Cuénteme, ¿hay espacio como para pintar más?

Esa parte del cerro es de mi propiedad. Ya la tengo toda trabajada, pero el vecino dueño de la otra, don Napoleón Salgado, ya me dio permiso para que siga en su parte. “Siga laborando Albertito que esto es un bueno para usted y le agrega un lujo a nuestra finca también”, me dice.

¿A usted le dicen el anacoreta porque nunca abandona ese lugar?

No me gusta estar en otra parte. Desde niño era muy huraño, los niños de antes éramos así. Mi papá nos decía: “No tienen necesidad de andar saliendo, aquí yo les traigo todas las cosas a la casa”. Pero cuando éramos de 12 años él me mandaba a traer encarguitos, porque fumaba y se tomaba sus traguitos. De ahí adquirí el vicio. Recogía mis centavitos para echarme algún traguito, y así me fui haciendo muy famoso con el licor. Por dicha nunca tuve problemas, pero al dar rienda suelta a mi sueño y a esculpir mis esculturas dejé el vicio del licor. Bebí licor 18 años, se me perdió la memoria, pero un día soñé de nuevo que iba a dejar el vicio y lo dejé para siempre.

¿Qué está cultivando ahí?

Ahí cultivo café, banano, naranjas, limón, manzana, jocote, ciruela que es traída de Japón y otras ciertas cosas más, todas las orquídeas están alrededor de la montaña, están por montones de diversas familias y calidad. En El Jalacate tengo 177 orquídeas y chequeo la vida de todos mis árboles.Vivo tranquilo, aunque con pobreza. Mi alegría es humilde y así recibo a la gente. Creo que han llegado más de siete mil personas y mi felicidad es ver en ellas mucha alegría cuando contemplan mi trabajo.

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