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Tuertos

Octavio e Iván observaban la realidad infinitesimal- mente, no les aburría estar dentro de esa realidad, y de tanto verla, tuertos quedaron. Eso no les interesaba, el asunto era mirar cuantas veces fue necesario hasta quedar satisfechos o insatisfechos. La verdad era que todo el que la miraba se sorprendía, asombraba, estos no quedaron muertos, […]

Octavio e Iván observaban la realidad infinitesimal- mente, no les aburría estar dentro de esa realidad, y de tanto verla, tuertos quedaron. Eso no les interesaba, el asunto era mirar cuantas veces fue necesario hasta quedar satisfechos o insatisfechos. La verdad era que todo el que la miraba se sorprendía, asombraba, estos no quedaron muertos, pero tuertos sí, y aunque ahora no vean, tienen el alma, sentimiento para imaginarse esa realidad, pero que quedaron tuertos, lo quedaron.

En Boca del Fax

Romeo desesperadamente llegó a la ciudad a buscar a su hermano, pero no lo encontró, y por último fue a la casa del eminente profesor Palacios y nada. Desilusionado se sentó unos minutos en una banca del parque central de la ciudad y recordaba: “Pero el fax expresaba que mi hermano murió”, en ese impasse de reflexión, se decidió y fue a la morgue del hospital, el vehículo donde se desplazaba, en su interioridad se asemejaba a un cuarto de loco sensato, debido a la enorme preocupación por el hermano muerto.

En la morgue le dijeron, estuvo aquí, pero ya se fue. Entonces, la preocupación aumentó. Se fue del hospital decepcionado, pensando: “Dónde habrán enterrado a mi hermanito”. Iba triste manejando su vehículo, pero al doblar una esquina de la ciudad intempestivamente detuvo el vehículo exactamente donde se encontraba su hermano. Salió desaforado del vehículo. Idiay, ¿hermano estás bien?, le dijo Romeo a su hermano. Pues claro, contestó el hermano. Ve, me enviaron un fax a mi trabajo diciéndome que había fallecido y que viniera de inmediato, repuso Romero. Lo que sucede es que parece que es una broma y como no tengo dinero para comprar mis alimentos; además, no tengo trabajo, ya estoy demasiado viejo, es de seguro que algún amigo jugó la broma para que me trajeras el dinero que mensualmente me regalas, y así no morirme de hambre, pues ya te habías retrasado diez días, de seguro esa broma la hizo el profesor Palacios, con él hablé de mi situación, repuso el hermano. Bueno, hermanito, toma este dinerito para que lo uses en tus cosas personales, y te prometo no atrasarme en tus mensualidades, estaré pendiente de ti, pórtate bien, repuso Romeo a Ruy, su hermano. Adiós, se dijeron ambos hermanos y se proporcionaron un tremendo abrazo de felicidad.

La Prensa Literaria

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