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Pacto y reelección

¿Por qué el Frente Sandinista pactó con el Partido Liberal Constitucionalista (PLC) cuyo jefe fue sentenciado a 20 años de cárcel por delitos de corrupción? ¿Acaso dudaba Daniel Ortega de la corrupción de Alemán aún cuando la juez Juana Méndez consideró que había suficientes elementos de prueba para condenarlo? Desde luego que no. Entonces, ¿por qué en vez de pactar con Alemán, no trabajó con el ex presidente Bolaños para combatir la corrupción administrativa y sacar el país adelante?

Sin duda que Bolaños no fue el mejor Presidente de Nicaragua pero al menos cortó con Alemán a pesar del costo político que tuvo que pagar. Esa decisión tal vez no fue “inteligente” —como dirían los políticos “habilidosos” de nuestro medio— pero no cabe duda que fue éticamente correcta. Esto provocó que el gobierno de Bolaños se distanciara del PLC y del FSLN y que sus detractores dijeran luego que el mandatario se “había peleado con todos”. Pero ¿qué alternativa le dejaba un Frente Sandinista decidido a explotar al máximo la situación de Alemán?

Hoy día, pelecistas y sandinistas dicen que el gobierno de Bolaños fue igualmente corrupto. De hecho, algunos diputados han dicho que van a llamar al ex Presidente de la República para que responda por la corrupción de su gobierno. Y esto huele a vendetta. Una cosa es que algunos funcionarios de Bolaños hayan cometido abusos y actos de corrupción en sus respectivas áreas de responsabilidad y otra, muy distinta, que el ex presidente Bolaños haya promovido consciente y sistemáticamente una política de corrupción en su gobierno o que él mismo se hubiera robado 250 millones de dólares del erario nicaragüense y otro tanto para sus allegados y parientes. No distinguir esto es carecer de integridad intelectual; es querer tapar el sol con un dedo. La comparación es, más bien, burda y mal intencionada.

Ahora bien, ¿por qué, luego de ganar la Presidencia de la República, Ortega no aprovechó la coyuntura para zafarse del PLC y buscar un acuerdo transparente con las fuerzas emergentes, ALN y MRS? Era una excelente oportunidad para enterrar el pacto que tanto desprestigio le ha acarreado. Pero en vez de hacer eso, el Frente Sandinista se confabuló con el PLC para darle un golpe bajo al Movimiento Renovador Sandinista (MRS) y excluirlo de la Junta Directiva de la Asamblea Nacional. Es evidente que los sandinistas sabían de esa movida y pusieron todos sus votos para apoyar la jugada sucia. Además, infiltraron la bancada de la ALN para dividirla y debilitarla. ¿Por qué los orteguistas insisten en el juego sucio y en su contubernio con Arnoldo Alemán? La única conclusión que se nos ocurre es que Daniel Ortega y el FSLN tienen más cosas en común con Arnoldo Alemán y el PLC que con el MRS y, asimismo, con la ALN.

La verdad es que Daniel Ortega jamás rompió su pacto con Arnoldo Alemán. Dicho pacto le asegura el ejercicio indefinido del poder porque mientras Alemán esté en sus manos —como hasta ahora— Ortega podría seguir ganando las elecciones presidenciales y reformando la Constitución Política para asegurarse su reelección.

El interés de Alemán, por su parte, es gozar de libertad y del enorme capital que amasó ilícitamente, pero además volver al juego político y competir con Ortega en la siguiente elección presidencial. “Que el país arda, si es necesario, con tal de conseguir su libertad” pareciera ser la consigna del PLC. Un aliado así de dócil y manejable es claramente mejor que uno beligerante.

Y aunque hay que reconocer a Ortega la habilidad para aprovechar al máximo los espacios que le dio el PLC para regresar a la Presidencia, lo cierto es que en este proceso el FSLN ha sido percibido como un partido corrupto. La presencia de Alemán en la toma de posesión de Ortega fue un hecho que habló por sí mismo.

Evidentemente Alemán y Ortega son la misma cosa. La lógica indica que Daniel Ortega no soltará a Arnoldo Alemán y por eso sus compromisos con ALN serán meramente coyunturales. Su gran aliado es el PLC. Y éste le basta, por ahora, pues cree que tiene cinco años para recuperar su popularidad perdida para luego buscar la reelección en el 2011.

Editorial
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