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Padilla, nuestra Torre Eiffel

[email protected] En medio de la escasez de valores de jerarquía imperante en nuestro pobre deporte, cada vez que miramos a Vicente Padilla, nos parece que tiene la altura de la Torre Eiffel, y que puede iluminar el presente con la intensidad requerida, mientras continúa proyectándose hacia el futuro. Desvanecidos durante un agobiante 2006 los ex […]

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En medio de la escasez de valores de jerarquía imperante en nuestro pobre deporte, cada vez que miramos a Vicente Padilla, nos parece que tiene la altura de la Torre Eiffel, y que puede iluminar el presente con la intensidad requerida, mientras continúa proyectándose hacia el futuro.

Desvanecidos durante un agobiante 2006 los ex campeones mundiales de boxeo Ricardo Mayorga, Rosendo Álvarez y Luis Pérez, y eliminada la Selección Nacional de beisbol del próximo Campeonato Mundial, Vicente Padilla se convirtió en un factor estimulante permanente en ruta hacia su primera temporada de 15 victorias, y la firma de un grueso contrato por tres años y 34 millones de dólares.

Cierto, ahí está Devern Hansak con su impacto instantáneo, trabajando un no hitter de cinco entradas en el mejor beisbol del planeta, pero la gran atracción del 2006 fue Padilla, y eso explica la unanimidad de su escogencia como Atleta del Año.

No habían veredas por donde perderse. Todos los puntos de vista se concentraban en Padilla, quien lo fue todo en las esferas de la grandeza.

Este es el muchacho que salió precipitadamente en busca de un lugar en las Mayores, y que lo logró en asunto de meses provocando asombro. Pese a ese ascenso vertiginoso, comprobó que nada es tan fácil como parece, y después de aprender a superar dificultades, ha conseguido incorporar a su repertorio, la madurez.

Aun atravesando por su mejor momento, Vicente sigue siendo introvertido, y no ha podido evitar sentirse golpeado con facilidad. Es por esto último que se mantiene a distancia del periodismo, lo cual le ha dado resultado mientras se aproxima a puntos de equilibrio.

Más admirable que su avance hacia cifras resplandecientes en rendimiento deportivo y en ingresos, es su esfuerzo por terminar de construirse por encima de las limitaciones que levanta la pobreza y que le impidieron un temprano y consistente desarrollo.

Ya no está luchando como gato panza arriba. Ha aprendido mucho y sabe el terreno que pisa. Puede que todavía se encuentre navegando por una confusión de emociones y sentimientos, y no tenga todavía la habilidad para diferenciar los tipos de acercamiento que le proponen, pero está en ese proceso.

Se ha mostrado como un buen hijo, y muy apegado a este país. Está haciendo inversiones en Chinandega y da la impresión que siempre permanecerá a la orilla de sus raíces.

Ha fabricado expectativas de todo tamaño y nos impulsa a perseguir sueños, como verlo ganar 20 juegos, regresar al Juego de Estrellas, pelear algunas distinciones y ampliar sus pretensiones cuando vuelva a estar en el escaparate de los Agentes Libres.

El futuro de Padilla es un canto de vida y esperanza, una tempestad de posibilidades que avanza, un esfuerzo capaz de mover montañas.

Es por ahora, nuestra Torre Eiffel, aunque no mida los 300 metros de altura. Así lo veremos este sábado al recibir su reconocimiento como mejor atleta pinolero del 2006, y posiblemente de los próximos años.

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