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El pitcheo oculto en la Serie Final

[email protected] Creímos que el pitcheo abridor se robaría el show en esta final. Duelos cerrados, bates derretidos, agresividad cojeante, pocas posibilidades de mover la pizarra. No, no ha sido así. Hemos visto cómo algunos tiradores de sólida reputación han estado a punto de quedar sin brazos, como la Venus de Milo que adorna una de […]

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Creímos que el pitcheo abridor se robaría el show en esta final. Duelos cerrados, bates derretidos, agresividad cojeante, pocas posibilidades de mover la pizarra.

No, no ha sido así. Hemos visto cómo algunos tiradores de sólida reputación han estado a punto de quedar sin brazos, como la Venus de Milo que adorna una de las alas del Museo de Louvre.

Después de haberse ocultado un rato, es natural preguntarnos: ¿Hará su aparición el pitcheo esta noche en León durante el tercer juego?

Willie Lebrón y Julio César Raudez tendrán la pelota en sus manos.

No pretendemos que aparenten ser parientes lejanos de Christy Mathewson y Grover Alexander, pero sí que en un parque que fortalece la confianza de los lanzadores, como es el de León, y trabajando de noche, ofrezcan una consistente demostración.

Ya es hora de poder ver algo de eso.

¡Cómo han estado bateado y corriendo los dos equipos en los primeros juegos! En cada parpadeo, el peligro crecía y todos se mantenían cruzando los dedos. No parecía haber forma de sentirse seguro.

Hasta hoy, no se registran errores provoca-catástrofes, y con la defensa respondiendo a las exigencias con prontitud, se han evitado marcadores alarmantes a cambio de dejar en circulación una montaña de gente.

Bateo en el clutch, eso es lo que más le ha faltado a los Leones. En siete entradas durante los dos juegos, León ha dejado dos a bordo, y en otra, las bases llenas. ¿Se imaginan ese grado de inutilidad?

Ocho bateadores sobre los 375 puntos, cinco del León y tres del Bóer, certifican la capacidad de agresión conseguida en los primeros juegos, con dos batazos decisivos, el jonrón de tres carreras de Clyde Williams y el cohete impulsador de dos de Kelly Ramos.

Aferrándose a un historial salpicado de proezas, León regresa herido a casa. Precisamente por esos fieros resurgimientos que muestran sus antecedentes, los rugidores no pueden ser subestimados. Sería imprudente e imperdonable.

Ellos —con otro personal por supuesto— han sido capaces de voltear una serie que perdían 0-3 frente a los Dantos, y seguramente, ese factor clave que siempre ha sido Henry Roa, debe estarles hablando mucho sobre eso.

Sin embargo, qué terriblemente incómodo es sentirse de espaldas a la pared atados de pies y manos.

Así que León va esta noche empujado por la desesperación y confiando en su reconocida garra, en busca de la urgente y necesaria victoria que vuelva a meter la serie en un embudo de impredecibles giros.

En el 2001, el Bóer con Omar Cisneros manejando los hilos, logró adelantarse 2-0 en la Serie por el banderín, y nadie tomó en serio a David Hodgson cuando dijo “no nos den por muertos”. León reaccionó tan furiosamente como lo hacía Rocky Marciano y asestó cuatro zarpazos consecutivos, dejando a los indios sin piel ni cabelleras y con sus esperanzas rotas.

“Eso no ocurrirá ahora”, debe pensar Noel Areas, pero siempre hay tiempo para todo como dice la Biblia. Y obviamente, el timonel indio está claro de eso.

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