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¿Puede el poder de los artistas salvar a los pobres de América L atina?

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En la región más desigual del planeta no puede haber propósito más necesario que reducir la desigualdad. En América Latina y el Caribe, la décima parte más rica de la población gana un 48 por ciento del total de ingresos, mientras que la décima parte más pobre gana solo el 1.6 por ciento.

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washingtonpost.com

Ciertamente es inusual y tal vez incluso sin precedentes que un autor premio Nobel, una de las cantantes latinoamericanas más populares del mundo y el tercer hombre más rico del planeta unan fuerzas. Pero bajo la nueva Fundación América Latina en Acción Solidaria (ALAS), personas como Gabriel García Márquez, Shakira y el magnate de las telecomunicaciones Carlos Slim intentan “dar un salto formidable hacia una Latinoamérica de iguales”, según palabras del escritor colombiano.

En la región más desigual del planeta no puede haber propósito más necesario que reducir la desigualdad. En América Latina y el Caribe, la décima parte más rica de la población gana un 48 por ciento del total de ingresos, mientras que la décima parte más pobre gana sólo el 1.6 por ciento.

Investigadores del Banco Mundial han descubierto que en las dos décadas de los 70 a los 90, el coeficiente Gini, una medida estándar de desigualdad, estuvo casi 10 puntos por encima que el de Asia y 20.4 puntos que el de Europa Oriental.

La inequidad de ingresos está arraigada en disparidades en oportunidades educativas y de trabajo. América Latina carece de una tradición de inversión en educación básica y financia generosamente en cambio a universidades en las que estudian los hijos de las élites. Los hijos de padres sin educación en la región tienen en cambio pocas opciones de adquirir mayor educación que sus padres y tener así una vida mejor.

También en la raíz de la desigualdad está un gasto público que favorece programas regresivos, como es el caso de los fondos de pensiones en los que el 20 por ciento más rico de la población recibe el 60 por ciento de los fondos, de acuerdo con Humberto López, economista del Banco Mundial.

Social y culturalmente, el gasto público dirigido a combatir la desigualdad en América Latina no convence. Muchos contribuyentes no confían en que los funcionarios públicos utilicen esos recursos para cosa distinta de engordar sus propios bolsillos y son por eso reacios a apoyar dichas políticas y a menudo optan por evadir el pago de impuestos.

También existe una tradición débil de altruismo organizado, o lo que Nora Lustig, especialista en desigualdad del Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas, describe como “una brutal tolerancia a la pobreza”.

Pero en muchos aspectos la nueva fundación representa un importante paso adelante. Se ubica fuera de la esfera gubernamental y dependerá de fondos privados para financiar sus iniciativas. La fundación, con artistas como Shakira, Rubén Blades, Juanes, Ricky Martin y Alejandro Sanz a bordo, tiene también un potencial de mercadeo promocional que ya quisieran tener los gobiernos.

Más aún, la fundación tiene el apoyo de algunos de los hombres más ricos de la región incluido Slim, Emilio Azcárraga, el magnate mexicano de los medios, al igual que los banqueros brasileño y colombiano Joseph Safra y Luis Carlos Sarmiento. Tal vez puedan ellos empezar a elevar el perfil del comportamiento altruista de la región.

Puede ser tentador desestimar este nuevo esfuerzo con el argumento de que no es más que una serie de conciertos de beneficencia. Para los escépticos, la lucha contra la desigualdad simplemente no es realista, y la desigualdad misma tal vez sea incluso una forma inadecuada de conceptualizar los problemas de la pobreza en América Latina.

Claramente la falta de progreso en la región es testimonio del hecho de que antiguos esfuerzos de redistribución de la riqueza han fracasado.

Incluso hoy, esfuerzos en naciones como Venezuela y Bolivia pueden terminar frustrados al pretender introducir medidas que “erosionan la estabilidad política”, según Lustig.

Algunos de los pocos éxitos gubernamentales recientes se han enfocado en la salud y la educación.

Gobiernos desde Brasil a México, Colombia a Nicaragua —y más recientemente incluso la Ciudad de Nueva York— están invirtiendo fondos públicos en programas conocidos como transferencias de ingreso condicionado. Bajo dichos programas, familias —más frecuentemente las madres— reciben una suma mensual del gobierno a cambio de mantener a sus hijos en la escuela o de llevarlos a chequeos médicos frecuentes. Si estos programas se ven entorpecidos de alguna forma se debe a que “se les dedica demasiados pocos fondos”, dijo López.

Las dos primeras iniciativas de la fundación, que deben comenzar el mes entrante, muestran que se tiene conciencia sobre los fundamentos de la desigualdad y la naturaleza a largo plazo de su solución. Ambas van dirigidas a los niños al ofrecerles mejoras en salud y educación, trabajando directamente con organizaciones sin ánimo de lucro.

Si bien es quijotesco creer que una sola organización pueda tener éxito donde tantos otros han fallado, incluso los más incrédulos deben reconocer que la fundación representa un nuevo e importante llamado de atención sobre el tema. Más aún, con algunas experiencias exitosas ya registradas, este es el momento de, como lo dijo Slim, “dejarles un mejor país a nuestros hijos; pero especialmente y más importante, dejarle mejores hijos a nuestros países”.

Internacionales

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