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Con el arte en sus manos, Dolores Castro Pineda da forma a la popular cerámica negra de su natal Jinotega. (LA PRENSA/R. ORTEGA/S. GONZÁLEZ)

La historia de la cerámica negra de Jinotega

María Dolores Castro Pineda asegura que su familia metió mano en el origen de este arte que representa a los jinoteganos. La cerámica negra ha trascendido fronteras y como toda tradición ha venido entre los Pineda de generación en generación [doap_box title=”Falta financiamiento” box_color=”#336699″ class=”archivo-aside”] A la casa de doña Dolores llega gente de todas […]

  • María Dolores Castro Pineda asegura que su familia metió mano en el origen de este arte que representa a los jinoteganos. La cerámica negra ha trascendido fronteras y como toda tradición ha venido entre los Pineda de generación en generación
[doap_box title=”Falta financiamiento” box_color=”#336699″ class=”archivo-aside”]

A la casa de doña Dolores llega gente de todas partes a encargarle diferentes piezas, pero cuando el negocio se pone malo, ella misma sale casa por casa a ofrecer su trabajo.

Esta artesana, que adjudica el origen de la cerámica negra de Jinotega a una historia familiar, no cuenta con el apoyo económico que necesita, por lo que complementa su trabajo con otras actividades.

Debido a la mala situación económica, su hermana tuvo que migrar a Costa Rica y su madre por su avanzada edad ya no trabaja.

Doña Dolores es muy creativa y nos mostró cómo sólo con las manos le da forma a cada pedazo de barro, usando su imaginación e inspiración, pues no trabaja con moldes. Tiene la delicadeza de que cada objeto por pequeño que sea se acerque a la perfección.

Los precios de cada pieza oscilan entre los 10 y los 200 córdobas, de acuerdo con su tamaño.

Pura imaginación

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Corresponsal/Jinotega

Muchos dicen que las inventoras de la cerámica negra de Jinotega son originarias del Valle Las Cureñas, pero al parecer la verdad es otra.

El Valle Las Cureñas es un sitio famoso que conduce a Saraguasca, una comunidad ubicada a 10 kilómetros de la ciudad de Jinotega. Sin embargo, con esta historia se demuestra que la innovación estuvo a cargo de las manos de las hermanas Pineda Gadea, natas de El Níspero, en la zona seca de Jinotega.

Un día doña Jesús junto a sus hermanas Soledad y Francisca, se dieron a la tarea de trabajar el barro, pulirlo, darle forma y convertirlo en una vasija, actividad que se ha desarrollado en un negocio familiar a través de varias generaciones.

María Dolores Castro Pineda, de 56 años, nieta de doña Jesús, es la única descendiente que aún trabaja el barro.

A ella la encontramos trabajando en el barrio Los Ángeles, al suroeste de la ciudad de Jinotega.

Doña Dolores Castro no concibe la idea que algunos escritores sostienen, adjudicando el origen de la cerámica a Las Cureñas, y manifiesta que no es verdad.

ENSEÑARON SU ARTE

Según el testimonio que doña Dolores defiende a capa y espada, el origen de la cerámica negra desciende de su familia, pues hace varios años el Inpyme (Instituto Nicaragüense de Apoyo a la Pequeña y Mediana Empresa) le pagó a su hermana para que les enseñasen a las mujeres de Las Cureñas.

Sin jactarse, doña Dolores Castro Pineda asegura que como su familia no hay otra que sepa trabajar el barro para fabricar cerámica negra, porque el secreto está en el tacto y en la paciencia.

LA HISTORIA

Resulta que un buen día hace más de cien años, la tía Martha, hermana de doña Jesús y abuela materna de doña Dolores, llevó a la casa varias piedras blancas para reparar las paredes de la vieja casa.

Al ver que éstas brillaban al pulirlas, tuvo la ingeniosa idea de darles color y “negrearlas” con hojas secas de pino.

De ahí nació la idea de comenzar a trabajar el barro y darle color quemando las hojas de pino en el horno.

Jesús Pineda, quien tuvo tres hijas a quienes llamó Socorro, María Guillermina y Silvia, todas Pineda Pineda, quienes heredaron esta tradición.

Al llegar a su mayoría de edad, dos de ellas, Socorro y Guillermina, emigraron hacia Matagalpa, y Silvia se quedó en Jinotega. Pero desde sus domicilios continuaron trabajando el barro, y por ello, la cerámica no sólo es famosa en Jinotega sino también en Matagalpa.

Según doña Dolores esa es la verdadera historia de la creación de la cerámica negra de Jinotega, una tradición que ahora sólo ella continúa practicando a pesar que sus otros dos hermanos varones y su única hermana mujer también lo aprendieron.

PROCESO

Esta artesana que nos recibió amablemente en su casita también nos explicó todo el proceso a seguir para conseguir esas vasijas y adornos de barro negro brillante, con dibujos en líneas blancas.

A simple vista la tarea parece fácil pero es muy delicada, sobre todo cuando se busca el refinamiento.

“Hay que colar el barro y batirlo muy bien para hacer la pieza. Luego se le echa tagüe para que se vuelva blanco, y ya formada la figura se mete al horno y se saca cuando está al rojo vivo. Cuando está así se le echan hojas de pino y el humo de la hoja se le penetra para darle el color negro. El brillo se le da en crudo o sea antes de meterlas al horno y al final se les hacen los dibujitos”, explica Dolores.

Además, agrega que la tierra la recoge a la orilla del río pero el secreto no está en el tipo de tierra sino en la forma que se le dé.

La artesana calcula que en un día puede fabricar media docena de objetos, como jícaras, tazas, juegos miniaturas, pero para que estén listos y terminados le toma una semana, debido a que los tiene que ir puliendo a medida que las piezas se van sacando.

“Yo las puedo hacer hoy pero mañana las emparejo y así sucesivamente hasta dejarlas brillantes. Depende de la temperatura. Si hay mucho frío se deben mantener cubiertas y si hay mucho calor se deben secar poco a poco sin dejarlas en el sol”, asegura.

Para emparejarlas o darles forma, no utiliza torno. Su única herramienta es una cuchara de jícara.

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