Una importante empresa automotriz presentó hace poco “una hoja de ruta de innovación” para la próxima década ante un grupo de periodistas y de apasionados de los vehículos. Mientras avanzaba la presentación, fue evidente que algunos miembros de la audiencia parecían intranquilos.
Finalmente, uno de los oyentes se puso de pie y dijo, “Muchos de nosotros hemos ya construido e instalado cada una de las innovaciones que ustedes se proponen desarrollar en los próximos 10 años. ¿Por qué no se despiertan? Si vienen a la playa de estacionamiento podrán observar lo que hemos desarrollado e instalado en nuestros vehículos”.
Los ingenieros y ejecutivos de la compañía no estaban muy seguros cómo responder. Por supuesto que no podían decir lo que pensaban, “Los usuarios no deben actuar de esa manera. Deben esperar que nosotros estudiemos sus necesidades y desarrollemos nuevos productos para ellos”.
En una serie de industrias, la innovación centralizada en los productores está siendo eclipsada por la innovación centralizada en los usuarios, esto es el desarrollo, la creación de prototipos e inclusive la producción de nuevos artículos por parte de los consumidores. Esos usuarios no sólo están formulando reclamos sobre sus necesidades a empresas que están dispuestas a escuchar. También están inventando y en ocasiones construyendo lo que desean.
Innovaciones en equipo médico, tales como pulmotores y máquinas de bombeo automático de medicamentos, fueron desarrolladas por médicos, no por firmas que manufacturan productos para el área de cuidado de la salud.
Nuevas categorías de bebidas, que prometen en sus rótulos aumentar la energía de los deportistas, así como gels, han sido desarrollados por fanáticos del ejercicio físico. Está muy bien documentado ese proceso en que los productos son desarrollados por usuarios. Y algunas compañías intentan aprovecharse del mismo para su propia ventaja. Pero ¿qué ocurre con los gobiernos?
Se puede pensar que los gobiernos no tienen nada que hacer con el desarrollo o con un gel para deportistas. Pero, en realidad, los gobiernos siempre han intentado, de diferentes maneras, influir en la manera en que las empresas realizan innovaciones.
La mayoría de los países, tanto desarrollados como en vías de desarrollo, consideran la innovación algo vital para su crecimiento económico y su bienestar y gastan diferentes porciones de su presupuesto para respaldarla. Ese respaldo se realiza por lo general a través de subsidios a investigadores científicos y de exenciones impositivas a fabricantes para financiar sus labores de investigación y desarrollo.
Ese enfoque en el impulso tecnológico no ha causado mucha controversia, pero recientes investigaciones muestran que entre un 70 y un 80 por ciento de nuevos productos que fracasan lo hacen no por falta de tecnología avanzada sino porque las empresas ignoran las necesidades de los usuarios. La emergencia de innovaciones concentradas en los usuarios muestra de manera clara que es equivocado enfocarse exclusivamente en los avances tecnológicos.
Dinamarca es uno de los países que ha dedicado más atención a ese enfoque en materia de innovación. En el 2005, el Gobierno danés se convirtió en el primero del mundo en establecer como prioridad nacional, de acuerdo a un comunicado oficial, “el fortalecimiento de la innovación concentrada en el usuario”.
Como otros países, Dinamarca había seguido de manera tradicional la estrategia del impulso tecnológico, pero, debido a que es un país pequeño con recursos relativamente escasos, también se había resignado a ser un continuo perdedor en el juego de invertir en la investigación.
Al proponer un nuevo paradigma de innovación, el Gobierno danés alienta el surgimiento de numerosas flores metodológicas, desde programas para mejorar la comprensión de los fabricantes de las necesidades de los usuarios (por ejemplo, a través de investigaciones etnográficas), hasta técnicas para identificar innovaciones desarrolladas por los usuarios que los fabricantes pueden producir. Enfoques exitosos son estudiados en escuelas de administración de empresas de Dinamarca y compartidos con firmas danesas interesadas.
Una de esas iniciativas es el Laboratorio de Innovación Centrada en los Usuarios, establecido en el 2005, patrocinado por la Escuela de Administración de Empresas de Copenhague y con profesores de esa misma escuela y del instituto Aarhus, el laboratorio sigue un enfoque que lanzó hace una década el Instituto de Tecnología de Massachusetts.
El laboratorio forma parte de una asociación, respaldada por el Gobierno, entre expertos de escuelas de administración de empresas e innovadoras firmas tales como Bang y Olufsen, LEGO y Novo Nordisk. El propósito es ofrecer nuevos métodos de innovación que son luego probados en empresas afiliadas.
Dinamarca es el primer país en alinear políticas gubernamentales de innovación con una moderna comprensión de la forma en que la innovación realmente funciona. Si ese cambio de paradigma es exitoso, otras naciones podrían ciertamente seguir el ejemplo.
(Eric von Hippel es profesor de administración de innovaciones en la Escuela de Administración de Empresas Sloan, del Instituto Tecnológico de Massachusetts, y director científico del Laboratorio de Innovación Centrada en los Usuarios de Copenhague. Es autor de “Democratizing Innovation”, publicado por MIT Press en el 2005).