- El mercado clandestino de la carne funciona a través de diversas rutas desde Chinandega hasta Guatemala, principalmente. Mujeres que han sido vendidas en este comercio y pudieron regresar, cuentan sus historias y los métodos a través de los cuales son enviadas
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CORRESPONSAL/CHINANDEGA
Todas las noches “La Morena” se acicala para reunirse con otras prostitutas en una gasolinera ubicada en la entrada de Chinandega. Ahí las mujeres ofertan su cuerpo, comparten las anécdotas de las noches anteriores y hablan de lo bien o mal que va la “movida”. La mayoría de estas jóvenes chinandeganas comparten una misma experiencia: han sido llevadas al extranjero para prostituirse.
“La Morena” define su trabajo como la “venta de caricias”. Ella explica que acude todas las noches a la gasolinera junto a otras cuatro compañeras para con las ganancias de su trabajo mantener a sus hijos, padres y hermanos.
“No quiero mandar a mis hijos a vender agua helada. Tampoco quiero que se hagan vagos; prefiero prostituirme”, dijo.
Hace una semana esta joven regresó de México, hasta donde había sido enviada por una mujer llamada Jacqueline para que trabajara en prostíbulos. Explica que Jacqueline —quien vive en el sector de El Arbolito, en Managua— se encarga de conquistar a las jóvenes, prometiéndoles ganar buena cantidad de dinero trabajando en el extranjero.
Los destinos prometidos son Costa Rica, El Salvador, Guatemala y México. En este último país, Jacqueline había prometido a “La Morena” que ganaría 200 pesos mexicanos por cliente, pero una vez iniciado el trabajo, sólo le pagaban cien.
“Ella (Jacqueline) conquista mujeres nicaragüenses, sobre todo a menores de edad para que trabajen allá, pero le dan vida de perros”, dijo. Según esta mujer, en México sólo estuvo una semana porque fue maltratada, no le pagaban lo prometido y era explotada por la dueña del bar donde trabajaba.
“Cuando les reclamé, me dijeron hasta de lo que iba a morir y me escondieron la cédula para evitar que me escapara, pero de todas formas busqué el momento y regresé”, aseguró.
Sus compañeras escuchan el relato de “La Morena” y asienten. Las muchachas coincidieron en denunciar que son hostigadas por las patrullas policiales y por la población que las agrede verbalmente y lanza sobre ellas agua helada, huevos y residuos de cerveza o licor.
La mayoría de estas jóvenes proviene de hogares desintegrados. Ellas aseguran que lo dan todo por sus hijos y familiares, y el punto de coincidencia es que han sido abusadas por familiares o amigos de confianza.
Grethel, una guapa joven de 18 años, dijo que estudiaba la primaria en la escuela José Montealegre, al sur de Chinandega, cuando un día un hombre la arrastró, la violó y la mantuvo dos meses encerrada en un cuarto en la capital, donde la drogaba para evitar que se escapara. La joven tenía 16 años.
“Esto es duro. Regresé pero no tenía quien me ayudara. Volví con mi novio, tan pobre como yo, y salí embarazada”, relata. “Ese niño me lloraba de hambre y fue cuando comencé a pararme después de las nueve de la noche en el bulevar del Mercado de Mayoreo”, detalló.
Grethel trabajaba en ese mercado capitalino todas las noches, pero no reunía lo suficiente para mantener a sus dos hijos, uno de dos años y el otro de cinco meses. “Entonces una mujer me conquistó para irme a El Salvador, pero fue la experiencia más horrible de mi vida”, afirmó.
El negocio de “La Tía”
“La Tía” es una mujer de 72 años que se dedica a tiempo completo a administrar su burdel ubicado en Chinandega. Esta mujer recluta para su negocio a jóvenes de escasos recursos, bajo nivel cultural y edades que oscilan entre los 14 y los 30 años.
Las muchachas cobran a los clientes 150 córdobas por los servicios sexuales, además del pago de cinco córdobas por preservativos de mala calidad.
Del monto cobrado por las jóvenes, “La Tía” se queda con 50 córdobas y queda registrado en sus libros de contabilidad como pago por uso del cuarto.
Si las jóvenes se enferman, la proxeneta les exige que se practiquen exámenes médicos, y en el caso de que sea una enfermedad de transmisión sexual, las echa de su negocio. Estos chequeos corren por parte de las jóvenes y son un requisito para mantenerse en el trabajo.
El 30 de diciembre pasado, la Policía Nacional cumpliendo con Orden de Allanamiento emitida por Rosario Ibarra Padilla, Juez Primero de Distrito de lo Penal de Audiencias de Chinandega, registró el local en el que encontró preservativos y lubricantes, listados de mujeres, fotocopias de cédulas de las jóvenes, una pareja encontrada en uno de los cuartos y fotografías de las posiciones que las muchachas ofertan.
Mujeres repatriadas
Hasta el momento, el Ministerio de la Familia rescató a 26 mujeres, el 60 por ciento originarias de Chinandega, de los antros de Guatemala, Costa Rica, El Salvador y México.
Claudia María Rivas Juárez, delegada de Mifamilia, informó que recibieron apoyo de instituciones homólogas y del Ministerio de Relaciones Exteriores para rescatar a las mujeres y repatriarlas.
“Están pendientes siete, pero no han podido hacer ninguna acción en lo que va del año”, dijo Rivas, tras señalar que su institución las entrega a un centro de rehabilitación o las deja en hogares donde existe un recurso familiar, que desea apoyarlas en su recuperación emocional.
Pero existen casos en que las jóvenes dejan el país sin que exista rastro de su destino, dificultando las labores de repatriación. La Policía de Chinandega tiene reportadas a tres mujeres chinandeganas como desaparecidas en la localidad de Guascoran, en Honduras, pero hasta ahora no cuenta con mayor información para dar con su paradero.
Las madres de las jóvenes desaparecidas dijeron que sus hijas fueron llevadas con engaño por una mujer que identificaron como Evangelina Cárcamo. Las jóvenes, identificadas como Victoria Castro, Mercedes y Juana Carrasco, eran acompañadas por un familiar, a quien las personas que las trasladaban dejaron a mitad del camino.