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Monumento en Bluefields que celebra la diversidad cultural de los habitantes de las regiones del Caribe nicaragüense. ( la prensa/german miranda)

Negro o indio: el estigma de los nicas

“No hay nada peor que poner a un indio a repartir chicha” o “Qué boludo, parecés negro”, son algunas de las expresiones que la mayoría de la población nicaragüense utiliza para referirse a las minorías. Un problema de racismo que muy pocos aceptan, pero que en Nicaragua está relacionado con hechos, palabras, estereotipos o desprecio […]

  • “No hay nada peor que poner a un indio a repartir chicha” o “Qué boludo, parecés negro”, son algunas de las expresiones que la mayoría de la población nicaragüense utiliza para referirse a las minorías. Un problema de racismo que muy pocos aceptan, pero que en Nicaragua está relacionado con hechos, palabras, estereotipos o desprecio a los demás por su color
[doap_box title=”Ley contra el racismo” box_color=”#336699″ class=”archivo-aside”]

Un grupo de 500 jóvenes del Caribe nicaragüense se ha reunido para conformar el Movimiento de Jóvenes Estableciendo Nuevos Horizontes, una organización que trabaja en 17 comunidades capacitando a la población sobre sus derechos. Este grupo ha esparcido a 150 promotores en toda la Costa Atlántica quienes trabajan creando conciencia entre la población sobre la problemática del racismo y la discriminación racial.

Los jóvenes animan a los pobladores a que denuncien “las actitudes racistas” de parte de funcionarios públicos, según explica Michael Campbell, uno de los líderes de la organización.

Entre los proyectos impulsados por la organización para acabar con la problemática, está una propuesta de ley que tipifica la discriminación racial como delito en el país, y que ya ha sido presentada tanto al Parlamento Centroamericano como a la Comisión de Justicia y Asuntos Étnicos de la Asamblea Nacional.

La propuesta está dirigida a funcionarios públicos, particulares, negocios y medios de comunicación que violen los derechos de las personas partiendo del grupo racial al que pertenecen, explica Joel Narváez, otro de los líderes de la organización.

Por ejemplo, la propuesta establece en su artículo 2 que cometen delitos de discriminación racial quienes nieguen el acceso a una persona a discotecas, restaurantes o cualquier establecimiento público gratuito o pagado, basados en su origen racial, color o religión. La propuesta, además, incluye multas de hasta 10 mil córdobas y el cierre de locales, a quienes la infrinjan.

Estos jóvenes explican entusiasmados sus proyectos y dicen que esperan que la propuesta sea discutida y aprobada por la Asamblea Nacional, para que sea agregada al Código Penal actualmente en proceso de reformas.

Negar al nica

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“¡Hey negra, bailá palo de mayo para mí!” Alta Hooker tenía 21 años cuando un conductor le lanzó esta frase. Corría 1972 y Hooker acababa de llegar a la capital desde Bilwi para estudiar un curso de enfermería. No hablaba muy bien el español. No conocía a nadie y tampoco compartía las mismas costumbres de la gente del Pacífico. La frase, que recuerda vívidamente, fue uno de los primeros recibimientos en un lugar que para ella era “un país diferente”.

“Por sólo ser de la Costa a uno lo catalogan de borracho, drogadicto o perezoso. En el caso de las mujeres, nos relacionan con lo sexual, con la fogosidad”, dice Hooker, quien ahora ocupa el cargo de rectora de la Universidad de las Regiones Autónomas de la Costa Caribe Nicaragüense (Uraccan).

El color de la piel pesa mucho en Nicaragua. Demográficamente el país cuenta con cuatro grandes grupos raciales: mestizos, descendientes de europeos, indígenas y afrodescendientes. Pero ser negro o “aindiado” es un estigma con el que no a muchos les gusta cargar.

Los grupos indígenas y negros del país suman una población cercana a las 400 mil personas. Estas minorías étnicas han recibido durante siglos el rechazo de la raza superior, los mestizos, que las miran con desprecio, relacionándolas a actitudes negativas y refiriéndose a ellas de forma peyorativa.

“Indio pata rajada”, “No hay nada peor que poner a un indio a repartir chicha”, “Trabajo como negro”, “Qué boludo, parecés negro”, “Mi jefe es un negrero”, “Qué indio que sos”, frases como estas forman parte del repertorio que los habitantes del Pacífico utilizan para dirigirse a las minorías y que según los expertos son el mejor ejemplo de una cultura racista.

Jerarquía racial

Dennis Williamson, catedrático de la Universidad Centroamericana (UCA), cataloga las diferencias culturales y el trato que reciben las personas distintas racialmente, como una “jerarquización” de grupos humanos en función del grupo racial al que pertenecen, donde la raza dominante se considera moral, intelectual y biológicamente superior a las otras.

Williamson, quien dirige el Centro de Investigaciones y Documentación de la Costa Atlántica de la UCA (CIDCA-UCA), explica que el tema del racismo y discriminación racial en Nicaragua no se aborda de manera pública porque es visto como un “problema secundario”, porque afecta a grupos étnicos con un peso poblacional relativamente bajo.

Lorenzo Romeo, profesor e investigador de Sociología de la UCA, explica que en América Latina el racismo se definió en el siglo XIX durante el proceso de formación de los estados nacionales, cuando la raza mestiza dominante adoptó las ideas liberales europeas, viendo a las minorías como un obstáculo frente al progreso, lo que llevó a los grupos dominantes a utilizar la fuerza para incluir a las minorías dentro del nuevo modelo.

La primera manifestación del racismo en Nicaragua fue contra los indígenas, afirma la historiadora Dora María Téllez. Al indígena se le relacionaba con la incapacidad para progresar y tener éxito. Para Téllez, esa visión es la negación de lo que ella llama la “propia identidad racial nicaragüense”, que se basa en un mestizaje más entre indios y negros, que entre indios y europeos.

“Lo malo se le atribuye al indio, pero no aceptamos que el país está construido en base a la mezcla racial, un mestizaje más variado”, explica Téllez.

Para la historiadora, el racismo se expresa, por ejemplo, a la hora de negar trabajo a alguien por su apariencia física o por pertenecer a un grupo racial inferior, o cuando se minimiza la capacidad de los otros basados en esos mismo prejuicios.

Un empresario nicaragüense consultado para este reportaje, cuenta que estaba interesado en adquirir franquicias de una popular cadena de restaurantes de comida rápida del país, para abrir sucursales en Managua y Granada. El empresario —alto, de piel oscura y pelo negro— se dirigió a las oficinas centrales de la cadena para presentar su solicitud. La respuesta fue que no tenían disponibles franquicias para los lugares que él quería, pero le ofrecieron abrir una en Bluefields.

Para él, el rechazo a su solicitud tiene tintes racistas: ofrecerle la apertura del restaurante en una zona que los propietarios de la cadena vincularon con su color de piel.

Mestizaje variado

Nicaragua cuenta con una población de aproximadamente 5 millones 465 mil habitantes. De esa cantidad, un aproximado del 69 por ciento (3,770,919 personas) son mestizos y el resto se divide entre blancos, indígenas y afrodescendientes.

Según un estudio preparado por la organización internacional Native Lands con la colaboración de la Uraccan y publicado en noviembre del 2002 por la revista estadounidense National Geographic, en Nicaragua existe una población indígena y afrodescendiente de aproximadamente 393 mil 850 habitantes, siendo el grupo dominante los miskitos, con 125 mil miembros (véase gráfico).

El mismo estudio ubica a Nicaragua como el cuarto país de Centroamérica con el mayor número de población indígena. El primer lugar lo ocupa Guatemala (con una población indígena de 6,538,000), seguido por El Salvador (500,500), Honduras (492,859) y Costa Rica (35,440).

Sin datos sobre denuncias

Ese bajo peso demográfico explica la falta de datos existentes en lo relacionado a denuncias por casos de racismo en el país, según los expertos. Tanto el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh), como la Procuraduría de Derechos Humanos, no manejan documentación relacionada con casos de racismo debido a las pocas denuncias que reciben.

Norwin Solano, abogado del Programa de Defensas y Denuncias del Cenidh, considera que esto se debe al poco conocimiento que tiene la población sobre sus derechos y de la obligación que tiene el Estado de protegerlos.

Uno de los pocos casos que registra el Cenidh es el de la actual alcaldesa de Bilwi, Elizabeth Enríquez, quien en una ocasión fue requisada junto a su hermana en el Aeropuerto Internacional de Managua por oficiales de la Policía Nacional, por sospechas de tráfico de drogas, “sólo por tener apariencia de creole o miskito”, explica Solano.

En la PDDH tampoco existen registros documentados de denuncias sobre racismo, a pesar de que el país cuenta con un marco legal que protege a las minorías, y es signatario de una serie de convenios que condenan el racismo y la discriminación, entre los que se destaca la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial, explica Deborah Grandinson, Procuradora Especial de la Mujer.

“Imposible que no exista racismo”

En julio del 2004, el entonces representante del Alto Comisionado de la ONU en temas de racismo y discriminación, Doudou Diene, visitó Nicaragua para conocer la situación de las comunidades étnicas del país y los avances en la lucha contra el racismo.

En esa visita, el representante de Naciones Unidas dijo que “no era posible que la discriminación y el racismo no existieran en Nicaragua”, a la vez que denunció que existen “argumentos racistas que consideran que las comunidades son pobres porque son incapaces de desarrollarse”.

Para Diene, los cordones de pobreza muchas veces coinciden con las regiones en las que habitan minorías étnicas. Este argumento lo comparte la rectora Hooker, para quien el Gobierno Central “invisibiliza” a las regiones del Caribe a la hora de asignar presupuesto estatal o para el desarrollo de programas y políticas públicas, por lo que en estas zonas se cuenta con malos servicios públicos, de sanidad y educación.

El profesor Romeo explica que la sociedad nicaragüense se encuentra ante un gran reto para poder hacerle frente a la problemática del racismo. En primer lugar, es necesario desarrollar una economía y política que pueda garantizar la interacción social de todos los grupos que habitan en el país, así como políticas culturales que promuevan el reconocimiento de la riqueza que implica ser una nación multicultural.

“Es necesario que la gente asuma que la identidad de uno es producto de la interacción con los demás”, afirma Romeo.

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