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Encuesta como moción de censura

La encuesta de M&R Consultores, cuyos resultados principales fueron publicados ayer por LA PRENSA y el Canal 2 de Televisión, es como una moción de censura constructiva de la opinión pública, al presidente Daniel Ortega, en los primeros cien días de su gestión gubernamental. Y decimos “moción de censura constructiva”, porque es obvio que la mayoría muestra su desacuerdo con el Gobierno pero al mismo tiempo señala cual es el rumbo que éste debería seguir.

Sin embargo, los políticos rechazan y denigran las encuestas cuando no son favorables a ellos. “Yo no gobierno por lo que dicen las encuestas —aseguran los políticos gobernantes— sino de acuerdo con el programa que le ofrecí al pueblo y con los intereses de la nación”. Y se ufanan de que su legitimidad se deriva de las obras que hacen, no de las encuestas.

Cabe mencionar al respecto que en una de las 773 notas que Napoleón Bonaparte puso al pie de las páginas del El Príncipe, de Nicolás Maquiavelo, en lo que se refiere al consejo que éste da al príncipe (el gobernante) de “evitar todo lo que puede hacerle odioso y despreciable”, el poderoso emperador de los franceses escribió: “No tengo que temer el menosprecio. Hice grandes cosas. Me admirarán a pesar suyo”. Es la arrogancia del poder, la soberbia del gobernante que desprecia a la opinión pública que no avala su gestión.

El presidente sandinista Daniel Ortega debería leer detenidamente y entender lo que dice esta encuesta de M&R Consultores y, sobre todo, tomar en cuenta su mensaje. Si así lo hiciera, Ortega podría comenzar a gobernar en función de los intereses y de acuerdo con los sentimientos de todos los nicaragüenses, no sólo del 38 por ciento que votó por él en la elección presidencial del 5 de noviembre pasado. Y entonces el respaldo a su gestión comenzaría a subir.

En realidad, la gente le está diciendo a Daniel Ortega que no sea autoritario, que no siga por el camino del “socialismo del siglo XXI” —dictatorial, cuartelario y turbero— que está promoviendo el presidente venezolano Hugo Chávez. Ese es el mismo modelo de socialismo que ya fracasó en Nicaragua y que dejó dolorosas consecuencias que todavía no se han podido superar. Si el presidente Ortega quiere en verdad llevar a Nicaragua por un camino de justicia social, ¿por qué no sigue el de los gobernantes socialistas democráticos que son respetuosos de la pluralidad social, de la libertad individual, de los derechos de propiedad privada sin discriminaciones odiosas. Nos referimos a los gobiernos de países latinoamericanos como Chile, Brasil, Perú y Uruguay. Lamentablemente Ortega no puede ni quiera cambiar.

Dice la encuesta de M&R que el 51.5 por ciento de los nicaragüenses considera que el presidente Ortega es “un gobernante autoritario que en algunas circunstancias (por ejemplo, el uso de la sede de su partido como despacho presidencial, la falsificación del escudo nacional, la adquisición de plantas eléctricas venezolanas sin cumplir los requisitos legales, la alianza con gobernantes aventureros que promueven conflictos internacionales, etc.) no se apega a las leyes”. Este dato de la encuesta indica que la mayoría de los nicaragüenses sabe distinguir entre autoridad y autoritarismo, sabe que la autoridad es necesaria para gobernar de acuerdo con normas claras y justas pero el autoritarismo significa el gobierno sin respeto a la libertad y la diversidad.

Es por su propia experiencia que la mayoría de los nicaragüenses sabe que el autoritarismo es la negación de la autoridad, el camino a la dictadura y la supresión de la libertad, hacia la imposición de un degradante culto a la personalidad del caudillo, el líder, del secretario general del partido. Y lo bueno de la encuesta de M&R es que demuestra que la mayoría del pueblo nicaragüense aprecia la democracia y quiere seguir siendo gobernado democráticamente. Así lo confirma el hecho de que el 77.8 por ciento se ha pronunciado contra la reelección presidencial, el 79.9 por ciento por la elección del Presidente de la República con al menos el 50 por ciento de los votos, el 83. 5 por ciento contra la reelección de los diputados y el 86.6 por ciento en favor del voto de los nicaragüenses residentes en el exterior.

De manera que hay esperanza para la democracia, en Nicaragua, siempre y cuando los demócratas la sepamos defender y conservar.

Editorial
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