- Las nuevas generaciones de oficiales del Ejército de Nicaragua se preparan —como las anteriores— para cumplir el mandato constitucional de defender la soberanía nacional, pero también lo hacen pensando en ayudar a la población en casos de desastres naturales y en las nuevas amenazas sociales, como el narcotráfico y la depredación ambiental
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Un chichiltote intentaba ambientar la mañana regalando su trino desde las ramas de un árbol de mango cuando fue interrumpido por un clarín que emitía un estruendoso ritmo militar: papapararapapa pararapapapa papapararapapa pararapapaaaaaaaaaaaaaa… El reloj marcaba las 5:00 a.m.
Los casi 200 cadetes que descansaban en cuatro cuarteles se levantaron, se vistieron y arreglaron sus camas en cuestión de minutos. Paralelo a ese ajetreo se escuchaban voces que gritaban: ¡Vamos, rápido, rápido, rápidooooooo! ¡A formaaaaaaar!
En menos de cinco minutos se divisaban entre la penumbra los cuatro bloques que formaban igual número de cursos que tiene el Centro Superior de Enseñanza Militar General de División José Dolores Estrada Vado (CSEM). Uno a uno los bloques avanzaron hacia la plaza principal ubicándose frente al Oficial de Guardia. A medida que aclaraba el día se develaban poco a poco los rostros de esas siluetas que momentos antes sólo eran sombras que se desplazaban de un lado a otro, presurosas, agitadas.
Los cuatro jefes de compañía rindieron el parte al Oficial de Guardia para proceder con los ejercicios matutinos. “¡Me dirijo a la batalla… no me importa a dónde vaya!”, coreaba uno de los grupos mientras se dirigía a paso doble al campo de entrenamiento militar. “¡Me dirijo a la batalla… no me importa a donde vaya!”
Era como estar en la filmación de una de esas películas en las que se miran grupos de soldados pelones corriendo de un lado para otro entonando canciones que les levantan el ánimo y los hacen resistir los duros entrenamientos.
A las 6:00 a.m. un grupo designado del primer curso realizó la Ceremonia de la Bandera. Once cadetes portando fusiles y dos con trompetas respaldaron a los tres que llegaron a paso doble desde el puesto de mando transportando la Bandera Nacional, la que izaron al sonar de las trompetas.
Tras esta ceremonia en honor a la Patria, todo estaba listo para iniciar un día más de estudios, de entrenamiento militar y de prácticas deportivas en sus diversas disciplinas.
La mayoría de los cursos reciben por la mañana las clases militares teóricas y las que ellos llaman civiles, como inglés, computación, español, matemáticas, física, historia, entre otras. Por la tarde las cosas cambian, también el uniforme. Pasan del uniforme de diario a los de campaña o de educación física. Algunos realizan sus prácticas deportivas y los demás reciben entrenamiento militar. Son tardes de sudor, sudor y más sudor.
EN EL CAMPO MILITAR
La dama cadete Silva y el caballero cadete Montoya habían superado más del cincuenta por ciento de los 32 obstáculos que conforman la Pista de Aplicación Militar del Centro Superior de Estudios Militares (PAM-CSEM). Ambos integraban uno de los casi veinte binomios que deberían superar las pruebas ayudándose mutuamente. Ante sus ojos se erguía un poste que descansaba inclinado sobre las ramas de un árbol. Primero había que subir hasta las ramas para luego deslizarse sobre un grueso mecate que pende a unos tres metros de altura y se extiende por casi 15 metros hasta las ramas de otro árbol.
La dama cadete Silva iba primero. El caballero cadete Montoya la seguía de cerca. Éste aproximaba su cabeza a las botas de la cadete Silva y le decía que se apoyara para subir. Los oficiales que coordinaban el ejercicio presionaban para que avanzaran. “¡Vamos Silva, vamos Silva, arriba… arriba… arriba!” “¡Vamos Montoya, ayúdele a su binomio, apóyela… arriba… arriba!”, les gritaban los oficiales. Varios sargentos también gritaban lo suyo, haciendo que pocos pudieran envidiar la situación en la que se encontraban los que en el campo vestían uniformes de fatiga.
Según el mayor Samuel Romero Carrión, jefe de la Unidad de Estudios del CSEM, estos entrenamientos tienen el propósito de que los cadetes adquieran no sólo habilidades para enfrentar las adversidades del terreno, sino que desarrollen seguridad en sí mismos y confianza en sus compañeros, y que adquieran resistencia para superar pruebas extremas, las que posiblemente tendrán que enfrentar en la “vida real” una vez que egresen con el grado de teniente y formen parte del cuerpo de oficiales del Ejército de Nicaragua.
PREPARADOS PARA LA GUERRA
Pero, ¿contra quién lucharán estos futuros oficiales, si se toma en cuenta que vivimos tiempos de paz? Esa pregunta la respondió el coronel Juan Alberto Molinares Hurtado, director del CSEM.
Señaló que el entrenamiento de la academia de oficiales del Ejército de Nicaragua no sólo brinda los conocimientos necesarios para superar situaciones de guerra, sino también habilidades que les permitirán servir a su país en situaciones de emergencia.
“El artículo 95 y 96 de la Constitución Política de Nicaragua mandata estar preparados para la defensa de la soberanía y la integridad territorial, eso es un mandato, eso es incuestionable. Hay que partir de cuáles son las amenazas, antes la amenaza era un conflicto interno que se denominaba guerra, hoy no hay conflicto interno. Hoy las amenazas son otras, en el noventa se firmó la paz, y ahora tenemos las amenazas de los fenómenos naturales y la vulnerabilidad de nuestro país ante inundaciones, maremotos, Managua es altamente vulnerable a terremotos por las fallas sísmicas que la atraviesan”, dijo.
“Además de responder a un llamado para ir a defender la soberanía nacional en distintas formas y con distintos métodos, tenés también que estar preparado para ir a socorrer a la población. Aquí tenemos que estar preparados no para la guerra sino para el mandato constitucional, pero tenés que estar preparado para otros desastres que se pueden dar que son las otras amenazas, como el calentamiento global, la depredación del medio ambiente, el problema del despale y el contrabando de madera, el problema del narcotráfico, esas son las otras amenazas, el flagelo de las drogas, el desempleo, y ante esas amenazas hay que acomodar los currículos de los cadetes que se están preparando”, señaló.
“Aquí, más que preparar al hombre para la guerra lo estamos preparando hacia los nuevos retos, hacia las nuevas realidades. El dilema, del año noventa para acá, son los nuevos roles, Nicaragua es vulnerable al narcotráfico y hay que inculcarle al nuevo oficial que debe ser impenetrable, que no pueda ser sobornado”, agregó.
A las 10:30 p.m., después de 17:30 horas de haberse levantado, los cadetes del CSEM terminan un recorrido por los alrededores de la academia, el que hacen como quien se despide de un lugar al que nunca volverán. Sin embargo, al apagarse las luces, tienen 6:30 horas para descansar y recobrar las fuerzas perdidas. El clarín hará lo suyo a las 5:00 a.m. del día siguiente.