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De Guardia Nacional a Guardia Somocista

Desde el libro publicado con la firma de Anastasio Somoza García en 1936, las obras escritas por oficiales de la Guardia son un aporte al estudio de nuestra historia, aunque no siempre digan la verdad. Los de la última década confirman señalamientos de tortura, muerte y corrupción. Abren los armarios para que veamos los esqueletos […]

  • Desde el libro publicado con la firma de Anastasio Somoza García en 1936, las obras escritas por oficiales de la Guardia son un aporte al estudio de nuestra historia, aunque no siempre digan la verdad. Los de la última década confirman señalamientos de tortura, muerte y corrupción. Abren los armarios para que veamos los esqueletos de las víctimas de la dictadura somocista. Justiniano Ocón, ex miembro de la EEBI, ha publicado cuatro libros

ACADEMIA DE GEOGRAFÍA E HISTORIA DE NICARAGUA

“La Guardia fue Nacional durante sus primeros cinco años. Luego, por los restantes 46 años, fue totalmente pretoriana y en términos más prácticos fue somociana hasta sus últimos días”. Esta afirmación es de Justiniano Ocón, quien fuera oficial ejecutivo de la Escuela de Entrenamiento Básico de Infantería (EEBI), en el libro titulado Los mitos de la Guardia Nacional de Nicaragua.

Como una contribución a la verdad histórica, se han publicado varios libros, cuyos autores pertenecieron a esa institución que en lugar de servir a su país, estuvo a la orden de una familia, al extremo que los oficiales eran administradores de haciendas y empresas. Se han escrito muchos libros sobre el régimen somocista y la Guardia, sin embargo la importancia de los libros de este reportaje es que son obras de quienes prestaron servicios en la GN.

Una obra, El Verdadero Sandino o el Calvario de Las Segovias, supuestamente obra de Anastasio Somoza García, publicada en septiembre de 1936, pretendiendo denigrar a nuestro Héroe Nacional, General Augusto C. Sandino, tuvo un resultado contrario, pues se convirtió en la base documental para el estudio del guerrillero.

EL ARCHIVO DE SANDINO

Después de su asesinato, el 21 de febrero de 1934, el archivo del general Sandino fue buscado hasta que el teniente Federico Davidson Blanco lo encontró en Catarina, en casa del cuñado Bismarck Alvarado, para entonces esposo de Asunción Sandino Tiffer, hija de don Gregorio Sandino y de doña América Tiffer. El archivo le fue llevado a Somoza García, quien le encargó hacer una selección a los oficiales Francisco Mendieta, Domingo Ibarra y Guillermo Cuadra, eso lo observó Abelardo Cuadra Vega, cuando todavía tenía la confianza del dictador.

Documentos y fotografías se conocen gracias a esta obra. Imágenes como la de la cabeza decapitada del campesino sandinista Silbino Herrera, sostenida del pelo por el teniente Pennigton, es una muestra de la barbarie con que actuaban las tropas de ocupación norteamericanas. Se reconoce que en la tarde del 21 de febrero de 1934 hubo la reunión de oficiales en la que se dio un voto de confianza al Jefe Director y que “Sandino y sus ayudantes eran reos de delito de lesa patria penado por los Reglamentos de la Institución”.

En la edición de 1936, con la firma de Somoza García figura un prólogo, en el que señala el voto razonado de los liberales en el Congreso Nacional al conceder amnistía a los que participaron en el asesinato de Sandino. En el último párrafo de esa introducción dice Somoza García que los documentos se conservarán en las Oficinas de Operaciones de la GN, en julio de 1979 fueron encontrados, incluyendo la foto original tomada en febrero de 1933, en la que aparecen abrazados Sandino y Somoza. La mayoría de los documentos se conservan en el Centro de Historia Militar del Ejército de Nicaragua. En abril de 1976 hubo otra edición con prólogo de Francisco A. Mendieta.

HOMBRE DEL CARIBE

En julio de 1977 se publicó en San José, Costa Rica, la obra Hombre del Caribe, conteniendo las memorias de Abelardo Cuadra Vega, presentadas y pasadas en limpio por Sergio Ramírez Mercado, quien le hizo una introducción. Fue editada por la Editorial Universitaria Centroamericana. El contenido del libro es un testimonio de uno de los participantes en los asesinatos del 21 de febrero de 1934.

En la obra se relatan las actividades cometidas por la naciente Guardia Nacional y las tropas militares de ocupación norteamericanas. Estremece leer cómo el capitán Edward Trumble, graduado en West Point, junto con el capitán Peaffle se dedicaban a coleccionar orejas de sandinistas que guardaban en un gran vaso lleno de alcohol. Los asesinatos de campesinos acusados de colaborar con la guerrilla, Cuadra Vega menciona nombres y hechos que son parte de nuestra trágica historia.

En 1935 se encontraba Abelardo preso en las cárceles de La XXI, en León, había participado en un complot para derrocar a Somoza García. Condenado a muerte y conmutada la sentencia fue sustituida a largos años de prisión. Desde allí comenzó a escribir a su hermano Luciano, la primera carta data del 10 de octubre de 1935. El valor histórico de esa correspondencia es que revela en detalle los hechos sangrientos del 21 de febrero de 1934, aunque años después se descubrió el acta del llamado Pacto de Sangre, donde figuran más firmas de las quince que señala Cuadra Vega.

Hombre del Caribe permite caracterizar el comportamiento dócil y servil de la alta oficialidad alrededor de Somoza García. Explica la conducta traicionera del Jefe Director hacia el presidente Juan Bautista Sacasa, al extremo, cuenta Abelardo, de formar una Junta de Investigación sobre los hechos de la que él era el Fiscal Militar. En Granada, en un homenaje que le ofreció la alta sociedad al dictador en ciernes, reveló públicamente haber ordenado la muerte del general Sandino, que incluyó la de su hermano Sócrates, los generales Francisco Estrada, Juan Pablo Umanzor y el niño que vivía en la casa de don Sofonías Salvatierra.

LA SAGA DE LOS SOMOZA

Fiscal Militar en el proceso de la muerte del general Anastasio Somoza García, Agustín Tórrez Lazo, también se retiró de la Guardia cuando cumplía misiones diplomáticas en Washington, fue declarado traidor. En el año 2000 publicó la primera edición de su obra titulada La Saga de los Somoza. En la presentación, en el Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica de la UCA, le hice un fuerte reclamo por pretender no saber que los prisioneros eran torturados. En la segunda edición del año 2002, lo acepta.

A través de la narración de los hechos que se iniciaron la noche del 21 de septiembre de 1956, en León, queda al desnudo toda la crueldad y corrupción a la que llevaron los Somoza a la Guardia, despojándola de su identidad como Nacional. A través de conversaciones al calor de los tragos, en el Casino Militar, surgen muchos relatos, como el del 31 de diciembre de 1957, el coronel Carlos Silva cuenta al mayor Arnoldo García, conocido como “Realito” y al teniente Tórrez Lazo cómo asesinaron a Jorge Rivas Montes y a Luis Morales Palacios, ambos detenidos desde abril de 1954, por ordenes de Luis Anastasio Somoza Debayle.

Estremecen los detalles de las torturas. Ni el entonces comandante GN de León, coronel Lisandro Delgadillo, se salvó. Lo más denigrante es que los interrogadores y torturadores fueron sus más cercanos compañeros de servicio militar. Se ensañaron con el doctor Enrique Lacayo Farfán, el doctor Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, el doctor Enoc Aguado Farfán. El ministro de Guerra Marina y Aviación coronel Francisco Gaitán salió al exilio con el cargo de embajador de Argentina.

EL LIBRO DE MARIO ALFARO ALVARADO

Mario Alfaro Alvarado fue uno de los oficiales GN dados de baja cuando el derrocamiento del presidente Leonardo Argüello Barreto, en mayo de 1947. En el 2002 publicó su libro titulado 43 Años de Dictadura Dinástica, una recopilación de noticias publicadas en el Diario LA PRENSA. El libro de Mario es un valioso aporte que va del año 1936 a 1947, termina con el derrocamiento del presidente Argüello Barreto. Me anunció que próximamente saldrá publicado el segundo tomo, en el que hace un relato de las consecuencias del Golpe de Estado, principalmente el retiro de más de cien oficiales.

EL LIBRO DE MENDIETA

Otro libro que permitió ver más esqueletos dentro de los armarios de la Guardia fue el del teniente coronel Guillermo Mendieta Chávez, titulado Militares Centroamericanos, Factor de Liberación o Centuriones a Sueldo. En el libro dice “la Guardia Nacional que se creía sería una institución apolítica para proteger los derechos ciudadanos, fue convertida en una fuerza particular, reservada para velar por los intereses de la familia imperial”.

Mendieta Chávez hizo una destacada carrera militar, realizó estudios de Odontología en la Universidad de Guadalajara, México. Después de haber asumido la defensa del teniente coronel Bernardino Larios y haber discrepado con militares superiores, en enero de 1979 le dieron la baja en calidad de indeseable. Años después estaría como enviado al exterior en misiones del Gobierno presidido por el FSLN y luego fue uno de los fundadores de lo que sería la “Contra”.

Relata en su libro Mendieta Chávez que debido a su amistad con otro oficial, Vicente Zúñiga Mercado, supo que en abril de 1954, éste fue llamado por Anastasio Somoza Debayle, quien le ordenó presentarse en Las Cuatro Esquinas, Carazo, donde el coronel Agustín Peralta y que le dijera que “no quería ningún prisionero”. El que más tarde sería conocido como “La Sombra”, fue uno de los que mataron a los prisioneros, en 1979 siendo comandante de Estelí fue muerto en una emboscada.

Desde antes, estando de cadete en la Academia Militar, Mendieta Chávez junto con otros compañeros fueron a curiosear en 1954 al sitio donde interrogaban a los presos, vieron hombres desnudos, atados a catres metálicos, con alambres eléctricos sujetos a los testículos que recibían descargas eléctricas, otros colgados. Pudieron observar que algunos de los torturadores impartían como instructores las clases de ética y buena educación.

Mendieta Chávez se refiere a los asesinatos de Napoleón Ubilla Baca, luego de ser apresado en Los Sábalos, cerca de la frontera con Costa Rica. También de la muerte cruel de David Tejada Peralta en la Loma de Tiscapa, ejecutada por Oscar Morales Sotomayor. Coincide con Justiniano Pérez en que el cuerpo no fue arrojado al volcán Masaya sino que lo quemaron en el cuartel de Mokorón, en las inmediaciones del Recinto Universitario Rubén Darío.

MEMORIAS DEL CORONEL BOZA

En julio del 2002 se dio a conocer la obra del coronel Francisco Boza Gutiérrez, con el título de Memorias de un Soldado. Es un extraordinario testimonio de alguien que a pesar de ocupar importantes cargos, no se le señala de haber participado en robos, torturas o crímenes. Contiene un prólogo del doctor Emilio Álvarez Montalbán.

Son relatos de un hombre que por medio siglo formó parte de la Guardia, partiendo de soldado raso, desde el 28 de julio de 1928 que firmó su contrato de incorporación. Según el coronel Boza, ya desde 1933 se dieron actos de tortura por parte de altos oficiales en las cárceles de El Hormiguero. El coronel Boza fue uno de los oficiales que pudo ver los cuerpos de los asesinados el día 21 de febrero por la noche antes de que los sepultaran.

Entre los crímenes cometidos por la Guardia que se mencionan en el libro, figura el de los soldados que participaron en el complot organizado por Abelardo Cuadra Vega en 1935, fueron sepultados en la Hacienda Santa Anita propiedad del general Somoza García, donde ahora es un elegante reparto, en la carretera sur. Allí quedaron muchos de los desaparecidos durante la dictadura somocista. Cuenta cómo Somoza García adquirió la Hacienda Montelimar a un precio irrisorio. Se confirma en el libro que Luis Scott y Rito Jiménez Prado fueron asesinados en las cárceles de La Aviación, no como aseguró Somoza García que se habían fugado y se encontraban en Guatemala, el dictador se enteró de los detalles del hecho, identidad de los autores del crimen pero más bien inventó una mentira.

Otro hecho que aparece en el libro del coronel Boza es relacionado con abril de 1954, cuando ex oficiales de la Guardia y civiles complotaron para terminar con la dictadura somocista. Según el libro, los participantes fueron detenidos y llevados a los sótanos del Palacio Presidencial en la Loma de Tiscapa. Textual: “Posteriormente, la mayoría de estos prisioneros fueron conducidos a unos cafetales del departamento de Carazo y ejecutados cruelmente” .

La información contenida en el libro me fue confirmada en una larga entrevista, antes de fallecer, por el coronel Agustín Peralta Ruiz, quien comandaba las tropas de la zona de operaciones. En vano, el entonces mayor José Luis Aguado trató de convencer al general Anastasio Somoza García y al coronel Anastasio Somoza Debayle de que no los mataran, aduciendo que mucha gente los había visto vivos. En vano, un comunicado informó que habían muerto “en combate”.

El mayor Aguado después participó en reuniones para organizar un complot contra la dinastía Somoza-Debayle, hubo la traición de César Napoleón Suazo, el que en presencia del coronel Boza hizo la delación. El mayor Aguado después de estar preso fue dado de baja por indeseable. Los Somoza luego de humillar a los miembros de la Guardia que osaban rebelarse, les daban humildes empleos. A Aguado le dieron uno en el Ministerio del Trabajo, igual hicieron con los coroneles Lisandro Delgadillo y Carlos Eddy Monterrey.

JORGE CÁRDENAS TORTURADO

Luego de egresar de la Academia Militar en 1944, Jorge A. Cárdenas realizó estudios en el Perú, a su regreso se le nombró director de la Escuela de Policía. Por sólo haber sido mencionado como posible colaborador por algunos de los participantes en la conspiración, se le detuvo la noche del 5 de abril de 1954, conducido a las cárceles de La Aviación donde lo desnudaron y le aplicaron choques eléctricos.

Fue llevado a los baños de la Casa Presidencial, en la Loma de Tiscapa y torturado bajo la dirección personal de Anastasio Somoza Debayle. Durante varios días fue sometido a torturas por los oficiales Juan José Rodríguez Somoza, Carlos Silva, Ronaldo Bermúdez, Pablo Rivas, Oscar Morales, Iván Alegrett, Levy Sánchez y Germán Bello, todos bajo la supervisión del coronel Somoza Debayle. Así fue tratado el que hasta entonces había sido jefe de una de las mejores unidades militares de la Guardia, después del Batallón Presidencial.

Cárdenas fue liberado en mayo de 1955, la mezquindad del somocismo llegó al extremo de darle la baja fechada un año antes para no pagarle el sueldo de un año. En la vida civil fue gerente general del Diario LA PRENSA, de donde pasó a administrar una revista, empresa propiedad de Anastasio Somoza Debayle, el mismo que había dirigido las sesiones de torturas en abril de 1954. Era presidente de la Cruz Roja Nicaragüense cuando el terremoto de diciembre de 1972, actuó con eficiencia y responsabilidad, se le recuerda con respeto.

UN INSTRUMENTO SERVIL A LA FAMILIA SOMOZA

“En esta lealtad equivocada, radica el servilismo absurdo de la GN hacia la familia Somoza, que a la postre fue uno de los factores determinantes para su desaparición”, no es expresión de alguna víctima o enemigo de quienes detentaron en Nicaragua el mayor poder político, militar y económico de nuestra historia.

Semper Fidelis o El Secuestro de la Guardia Nacional de Nicaragua, fue la primera obra publicada en el 2005 por quien fuera el Oficial Ejecutivo de la Escuela de Entrenamiento Básico de Infantería (EEBI), Justiniano Ocón. Otras obras son: Los Mitos de la Guardia Nacional de Nicaragua, Los Albores de la Resistencia Nicaragüense, próximo a publicarse: La EEBI los Quijotes del Ocaso.

El valor de estas publicaciones es que el autor es capaz de hacer un análisis de cómo la Guardia Nacional pasó a ser una guardia pretoriana al servicio de los Somoza. También saca esqueletos de los armarios, incluyendo el de Leonel Peralta, hijo del coronel Agustín Peralta y el del primo, David Tejada Peralta. En el libro de “Los Mitos” figura un relato del coronel Alberto Smith sobre el 22 de enero de 1967.

Con la EEBI o los Quijotes del Ocaso, Justiniano Pérez publica su cuarto libro, en el que dice: “Con este volumen llegamos al final de una serie de cuatro libros sobre la Guardia Nacional de Nicaragua; todos con la sana intención de exponer una tesis y hacer accesible a nuestras futuras generaciones, la información más actualizada y los datos inéditos reservados hasta ahora, que pudieran hacer posible un mejor análisis del lapso histórico de la desaparecida institución y la secuela de este proceso que dio inicio a la Resistencia Nicaragüense”.

En el primer libro: “Semper Fidelis”, expusimos la tesis enmarcando el proceso de descomposición de la GN; señalando cronológicamente las diferentes etapas desde su nacimiento hasta su extinción y a través de las cuales quisimos demostrar que los ingredientes básicos para tal desenlace fueron: “la eterna fidelidad equivocada” y consecuentemente “la corrupción impuesta a propósito”.

En nuestro segundo libro: Los Albores de la Resistencia Nicaragüense, expusimos el nacimiento de la Legión 15 de Septiembre, integrada por jóvenes oficiales de la desaparecida Guardia Nacional, cuya carrera militar quedó truncada con la derrota de la institución y que dio inicio a una organización creíble, con la mística necesaria para recibir el apoyo de Estados Unidos de Norteamérica y ser transformada eventualmente en “la Contra”. También en este libro resaltamos la lucha olvidada de los indios miskitos y sumus en todos sus detalles, logros y decepciones.

En el tercer libro: Los Mitos de la Guardia Nacional de Nicaragua, hemos tratado en una forma más amplia de exponer los hechos, las circunstancias y los personajes del proceso institucional pretoriano que fueron marcando sus rasgos y proyecciones, que con el tiempo se convirtieron en mitos o leyendas de una fuerza que numéricamente existía pero que físicamente era un fantasma. Todos estos mitos dieron origen a una sensación de “poder”, “profesionalismo”, “capacidad” y “apoliticidad” inexistentes y al final, los resultados fueron obvios.

Este cuarto y último libro: EEBI los Quijotes del Ocaso, es el cumplimiento de una promesa. En una mañana brumosa durante la ofensiva del Frente Sur, pude observar en las márgenes del río Ostayo, los cuerpos inflamados y ya en estado de descomposición de los hombres de la Compañía Delta, que habían sido emboscados el día anterior cuando fueron enviados en auxilio del comandante Bravo tras su repliegue a Cibalsa. Fue una escena impresionante; jóvenes soldados, aún en pleno entrenamiento, que fueron urgidos por las circunstancias a un prematuro sacrificio.

EL LIBRO DE PERALTA

En diferentes libros sobre la represión somocista había leído el nombre del coronel Agustín Peralta Ruiz, conocido como el “Gato Negro”. Jovencito estuvo presente en San Rafael del Norte el día que se casaron Sandino y Blanca Arauz.

Entró a la Guardia como soldado raso. Fue ordenanza de Anastasio Somoza García. Vivía en el Campo de Marte. La tarde del día que asesinaron al general Sandino andaba cuidando en el cine a Luis Anastasio y Anastasio Somoza Debayle. Gracias a la confianza que le tenía “Tacho” fue ascendiendo, llegó a coronel, comandante de la Tercera Compañía acuartelada en la Loma de Tiscapa.

Hace más de un año recibí una llamada de un amigo solicitando me reuniera con Mario Peralta, hijo del coronel Agustín Peralta, quien estaba residiendo en Ocotal. Mario me explicó que su papá tenía planeado editar un libro cuya prueba ya estaba impresa, me fue entregado y lo leí a la par que consultaba hechos, fechas y nombres.

Se me dijo que el coronel Peralta estaba viejo y enfermo, deseaba una entrevista para aclarar una serie de hechos en los que se le involucraba, en especial los acontecimientos de abril de 1954, en el departamento de Carazo. Fue así que me trasladé a Ocotal donde durante dos días tuvimos largas entrevistas, en presencia de su hijo Mario.

La búsqueda de la verdad no siempre es fácil, más cuando hay intereses y sentimientos que se confrontan. El coronel guardaba grandes resentimientos, el mayor contra el general Guillermo Noguera, a quien señalaba como el culpable de la muerte de su hijo Leonel, en el restaurante Munich, cuando quedaba en el costado sur del entonces Palacio Nacional. No sentía igual por la atroz muerte de su sobrino David Tejada Peralta, caso que se inició en ese mismo lugar.

Resentía también que se le señalara como el que dirigió los asesinatos de abril de 1954. Fueron largas horas de diálogo y discusión hasta que aceptó que no todo lo que su libro decía era cierto y que de publicarlo como estaba escrito, yo me vería en la obligación de desmentir una serie de afirmaciones. Finalmente llegamos a un entendimiento que fue publicado en un reportaje especial en el Diario LA PRENSA.

Una pregunta quedó sin respuesta. Mi amigo Nicolás López Maltez me había contado la versión que la noche del 21 de febrero de 1934, el camioncito GN-1 había llegado al Campo de Marte, llevando en la parte trasera los cadáveres ensangrentados del general Sandino, su hermano Sócrates y los generales Estrada y Umanzor, y el niño que vivía en casa de don Sofonías Salvatierra.

Somoza García salió al patio, quedó viendo en silencio el cuerpo del general Sandino, su mano derecha hizo un gesto como diciendo: llévenselos, directo a enterrar en las inmediaciones de donde fue el Hospicio Zacarías Guerra, en la parte noreste del antiguo Aeropuerto Xolotlán.

Según la versión, el joven ordenanza Peralta Ruiz estaba presente. Por más que se lo pregunté, negó que el hecho hubiera ocurrido. La entrevista provocó el enojo de algunas hijas, comentaron que se había manipulado y faltado el respeto a su padre, no es cierto, Mario Peralta es testigo de todo lo que se habló con el coronel Peralta.

Cuando supe que había fallecido en Ocotal, pensé que varias preguntas, entre ellas la de Sandino, se habían ido a la tumba. Días después me llamó Mario y me dijo: “antes de morir mi papá me expresó que estaba satisfecho con lo que habías publicado y que respecto a la pregunta sobre Sandino, era cierto, Somoza García vio los cuerpos en el Campo de Marte la noche del 21 de febrero”. Sobre el libro no he vuelto a saber nada.

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