- Lo que comenzó hace más de seis décadas con dos galerones metálicos y unas cuantas vivanderas ofreciendo verduras, frutas y carne fresca, con el pasar de los años se ha convertido en una masa que cada año gana peso y aumenta su tamaño. Le llaman Mercado Oriental, es muy popular aquí y en otros países de la región y cada año que pasa pareciera dictar la misma amenaza: “comerse” todos sus alrededores
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“Aquí no era mercado antes. Uuuh, todo esto era puro monte. Aquí sólo había una casa de unos viejitos que vivían ahí y nosotros”, cuenta Daysi Rafaela Guardado, una anciana de 63 años que vive ahí… ¿en el barrio 19 de Julio o en el Mercado Oriental? En verdad no habría diferencia al afirmar que vive en cualquiera de esos dos lugares, porque al final son casi la misma cosa.
Con el pasar de los años, los gobiernos y los desgastes en la economía nacional han provocado que el pequeño centro comercial, que desde sus primeros días se vio rodeado de polvo y lodo, se vaya poblando cada vez más y más.
Según información encontrada en el Archivo Histórico de la Alcaldía de Managua, el capitalino Mercado Oriental tuvo su primer soplo de vida cuando el gobierno somocista mandó a construir dos galerones metálicos, para que funcionaran como centro de ventas al por mayor y al detalle. Eso fue entre los años 1933 y 1940.
Cuando doña Daysi llegó a vivir con su familia en el barrio 19 de Julio, hace 30 años, el Mercado Oriental aún era un sitio aislado. Sólo habían llegado para vivir ahí. Su esposo y sus hijos trabajaban en otro lado.
Pablo Emilio Barreto, autor del libro Mercados de Managua, califica la historia de este centro comercial como una “historia especial” dentro del comercio nicaragüense.
“En 1940 se consideraba al Mercado Oriental un lugar bastante lejano, pues fue ubicado en medio de bosques y matorrales al sur del barrio El Calvario”, describe Barreto. Pero hoy es considerado como el mercado más grande de Centroamérica.
LOS PRIMEROS PASOS
Cuenta Barreto en su libro que “a mediados de 1965 se construyeron dos galerones metálicos más, en torno a los cuales se fueron fincando otros negocios comerciales como cantinas con ‘tragos de a peso’, prostíbulos, comedores populares y tramos al aire libre”.
Con el mismo crecimiento de la población se fueron creando nuevos barrios.
En 1969 nace el reparto Cuidad Jardín, al sureste del mercado. Pero tres años después, ocurre el terremoto de 1972.
El siniestro apresuró los pasos de ese gigante de 84 manzanas que hoy amenaza con “devorar” por completo al menos seis barrios de Managua, entre ellos Los Ángeles, 19 de Julio, Campo Bruce y Ciudad Jardín.
“Después del terremoto de 1972 aparecieron el Jardín del Calzado, La Casa de los Encajes, La Carioca y decenas de negocios de comerciantes árabes y turcos en la calle principal de Ciudad Jardín”, relata Barreto.
El terremoto dejó a muchos habitantes capitalinos sin medio de trabajo. Y fue así que comenzaron a aparecer las primeras tiendas y negocios informales en las aceras entre el Mercado Oriental y las cercanías al reparto Ciudad Jardín.
REORDENAMIENTO
Dado el crecimiento acelerado de la época, el entonces Presidente de Nicaragua, Anastasio Somoza Debayle, tuvo que elaborar un plan para reubicar a los comerciantes que en esos días comenzaron a llegar “por miles” a los terrenos que rodeaban los galerones del Mercado Oriental.
Se dice que ya en 1976 el mercado ocupaba 40 manzanas de terreno.
Pablo Barreto explica en su libro que el mercado se había extendido por el lado de la iglesia de Santo Domingo, la iglesia El Calvario, rumbo a la Carretera Norte, del Cine México dos cuadras al Oeste y hacia el Sur, en el barrio 19 de Julio y de la Ferretería El Novillo hacia el Norte.
Todo eso era parte de lo que se consideraba el área terremoteada de la capital, debido a la falla geológica que pasa por la zona de Chico Pelón.
Siguiendo el orden cronológico, en 1975 apareció el “mercado negro” dentro del mismo Mercado Oriental, en un predio cercano a la iglesia El Calvario.
Después del triunfo de la revolución de 1979, una de las primeras medidas de la junta de reconstrucción nacional del primer gobierno sandinista fue ordenar el “laberinto” del Mercado Oriental.
Para ese reordenamiento impulsado por el ahora Canciller de la República, Samuel Santos López, se dividió el mercado en tres zonas.
En la zona uno ubicaron la ropa, calzados, cosméticos y telas. La zona dos fue formada por los galerones metálicos donde se ofrecía la venta de carnes. Y en la zona tres estaban los productos perecederos.
El siguiente paso fue crear la Corporación Municipal de Mercados de Managua, en abril de 1981. El objetivo era organizar, administrar y ofrecer servicios ágiles a los comerciantes y consumidores de Managua.
Parte del plan para evitar la afluencia descontrolada de comerciantes en un solo lugar, fue crear en ese mismo año los mercados de Ciudad Sandino, el mercado Israel Lewites, entre otros.
Muchos comerciantes del Oriental fueron trasladados a esos nuevos centros de comercio, pero aún así la frontera entre el mercado y los barrios de sus alrededores continuó disminuyendo.
MEDIO DE TRABAJO
“Aquí no era mercado. Todo esto era desolado cuando venimos nosotros. Había unas cuantas casitas por ahí y después se vino poblando”, recuerda don Carlos López.
Al principio su familia se dedicaba a vender frutas en el Oriental, pero hoy, como el mercado los ha alcanzado, don Carlos ha preferido poner un negocio de vulcanización en su propia casa, en una de las esquinas del barrio 19 de Julio.
López, de 51 años, afirma que con el avance del mercado hacia su casa las ofertas para que venda su propiedad han comenzado a sonar en sus oídos.
“Me imagino que la plusvalía de mi casa ha aumentado. Eso es lo que oigo decir. Aquí en esta zona varios han vendido sus casas”, comenta.
“Cuando nosotros venimos, le compramos aquí a una señora, ya ni me acuerdo cuánto fue que le dimos, pero nos vendió barato este lugarcito. Pero hace poco vino un señor y nos ofreció 30 mil dólares”, agrega don Carlos.
Sin embargo, aunque la oferta le parezca atractiva, para don Carlos no sería fácil vender, porque dice no tener idea de cómo volver a construir su casa. “Si vendemos aquí, después es fregado ir a buscar otro lado”.
LLEGA EL COMERCIO, PERO LAS FAMILIAS SE VAN
El mercado se acerca con una propuesta que para algunos podría ser atractiva pero para otros podría generar ruido.
A pesar de que el valor de los bienes inmuebles aumenta a medida que la actividad comercial se acerca, la calma y los vecinos se alejan.
“Como miran que esto viene para acá, la gente se va para otros lados. A ellos (las familias) no les conviene el comercio, a los que les interesa es a los árabes, a los chinos y como ellos compran las casas a un buen precio, entonces la gente aprovecha y se va a otro lado”, comenta Ervin Palacios, un habitante del reparto Ciudad Jardín.
En los días de su creación, las casas de ese popular reparto estaban valoradas entre 20 mil y 30 mil dólares, dependiendo de su ubicación.
Pero hoy, es común encontrar rótulos en las casas anunciando que “se venden”.
Ervin cuida una de las tantas casas que están a la venta, y afirma que hoy las propiedades de Ciudad Jardín alcanzan los cien mil y hasta 125 mil dólares.
“Ana”, una de las pocas habitantes de Ciudad Jardín que prefiere el anonimato, tiene su casa en venta.
“Una de las principales razones por las que estoy vendiendo mi casa es la inseguridad. Ya no tenemos vecinos aledaños. Ahora estamos rodeados de bodegas y casas comerciales”, comenta.
“Vos sabés que cuando uno vive en un reparto procura tener vecinos, ambiente de comunidad, y aquí ya no hay nada de eso”, explica.
Ahora los viejos vecinos de “Ana” se han ido, pero han llegado otros. A menos de 50 metros de su casa están ubicados un par de bares y cebicherías bastante “alegres”, que se encargan de amenizar el día y la noche al ritmo de sus roconolas.
“Es terrible. Son las once de la noche y está la gran bulla, no podés pasar, ya no podés estacionarte frente a tu casa porque está ocupado por sus clientes, es un sinnúmero de cosas”, cuenta.
Desde que se creó el Mercado Oriental en 1936, hace ya unos 40 años, ha funcionado como un imán de gente. Unos llegan y otros se van. Pero aún no se sabe con certeza hasta dónde podrá crecer el gigante y hasta cuándo saciará su “hambre”.