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La alternativa de los biocombustibles

Los biocombustibles se han convertido en una alternativa real para resolver varios de los problemas que enfrenta actualmente la humanidad. Entre ellos, el aumento del calentamiento global producido por la emisión de gases de vehículos automotores y de fábricas que utilizan petróleo para su funcionamiento; el daño que produce a las economías —especialmente de los países pobres— la dependencia de un monocombustible acaparado por un pequeño grupo de países, sobre todo, del Medio Oriente; y la creciente demanda de energía en vista del aumento de las poblaciones y del desarrollo tecnológico. En todo esto, los biocombustibles, principalmente en forma de etanol y biodiesel son una salida alentadora y factible.

Efectivamente, la principal causa del componente de calor inducido por los humanos se debe al aumento de dióxido de carbono el cual produce gases de efecto invernadero. Informes científicos señalan que el aumento de la temperatura en la superficie terrestre ha sido de 0.15 grados centígrados por decenio. Se cree que a este ritmo, en un futuro no muy lejano, el sobrecalentamiento producirá catástrofes naturales que incidirían negativamente en el crecimiento de la economía mundial, lo cual se traduce en hambre y muerte. Estados Unidos es el mayor productor de emisiones de gases efecto invernadero y el segundo mayor emisor per cápita después de Australia. De ahí que en ese país haya gran preocupación por encontrar alternativas de combustible menos dañinos para el medio ambiente. El bioetanol permite sustituir los aditivos que se emplean actualmente, con un menor nivel de contaminación ambiental. Sin embargo, el lado negativo de los biocombustibles es que su producción a nivel industrial demanda un despale sustancial de grandes zonas boscosas para sembrar maíz, caña de azúcar o palma africana con el consecuente aumento del uso de agroquímicos, agua y el desgaste de los suelos, lo cual redunda en daño al medio ambiente. Habrá que pensar en formas de minimizar estos efectos paralelos.

Por otro lado, los altos precios del petróleo merman grandemente las economías de los países pobres y favorecen la creación de petrodictaduras, como el caso de Venezuela que utiliza petrodólares para exportar su Socialismo del siglo XXI. Prácticamente todos los automóviles nuevos y la mayor parte de los viejos pueden funcionar con gasolina que contenga hasta un 10 por ciento de etanol. En México se han hecho estudios que demuestran que este porcentaje de combinación de etanol y gasolina, podría ahorrar a ese país hasta 2 mil millones de dólares al año. Brasil encabeza la producción mundial y ya ha sustituido el 40 por ciento de su consumo de combustibles derivados del petróleo con etanol. Estados Unidos consume unas 25 veces más gasolina que Brasil, según el American Petroleum Institute, pero proyecta la construcción de 46 plantas de etanol. Por su parte, la Unión Europea prevé cuadruplicar el uso de cereales para biocombustibles para el año 2013. El etanol derivado de la caña de azúcar tiene la mejor relación de costo-eficacia y según estudios del Banco Mundial, pocos lugares del mundo gozan de una combinación de suelo, clima, tierra disponible y bajos costos laborales para el cultivo de la caña comparable al de América Latina y el Caribe.

Países productores de caña como Nicaragua, tienen, además, la ventaja de utilizar el bagazo para generar electricidad. En febrero pasado, Marcela Sánchez, columnista del Washington Post cuyos artículos se publican en el Diario LA PRENSA, citó a David Rothkopf, un ex alto funcionario comercial de la administración Clinton, quien dijo: “En la medida en que haya una demanda global, América Latina será el Golfo Pérsico de los biocombustibles, con la diferencia de que América Latina es mucho más estable como fuente de energía”. El presidente Bush se propone reducir el consumo de gasolina de su país en un 20 por ciento en un periodo de 10 años. Pero para conseguirlo, necesitará importar biocombustibles de América Latina. Esta es una gran oportunidad para crear miles de nuevos empleos, desarrollar nuestras economías y a mediano plazo, conseguir una independencia energética estable que reduciría nuestra dependencia político-económica.

En conclusión, la producción de biocombustibles representa una esperanza de progreso en el horizonte latinoamericano. Sólo hay que buscar la tecnología necesaria y tomar medidas responsables para mantener el equilibrio ambiental. Manos a la obra.

Editorial
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