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La madre y la familia

Al llegar el Día de la Madre que en Nicaragua se celebra el 30 de mayo de cada año, a menudo se escucha decir que esta es una celebración innecesaria porque “todos los días son o deben ser dedicados a la madre”. Y se descalifica, además, la celebración del Día de la Madre, porque según se dice ha sido comercializada.

Por supuesto que los buenos hijos e hijas honran a sus madres todos los días. Pero eso no le quita mérito a la escogencia de un día en particular para festejar a la madre, para obsequiarla con un presente material —quien tenga la posibilidad de hacerlo— o con un gesto de carácter sentimental, o para compartir con ella un rato de alegre convivencia. Y en el caso de quienes tienen la desdicha de haber perdido a la madre, es la oportunidad de lucir una flor blanca en el pecho, visitar su tumba en el cementerio, ofrecer un servicio religioso o elevar una plegaria en sufragio de su alma. Y en todo caso, quien por la razón que sea no quiere celebrar el Día de la Madre no está obligado a hacerlo, pero tampoco tiene derecho de impedir que otros lo celebren y que hagan a sus progenitoras los obsequios que estén a su alcance y sean de su voluntad.

Al celebrar el Día de la Madre cabe recordar que ella es el eje principal de la familia, a la cual siempre ha sido necesario cuidar y fortalecer, pero nunca como en la actualidad. Es bien conocido que la ultra modernización de la vida actual, urbana sobre todo, impacta fuertemente en todos los valores e instituciones fundamentales de la sociedad y no sólo de manera positiva. El progreso derivado de la ampliación de los espacios de libertad individual y de la revolución de las comunicaciones, del comercio y del entretenimiento, han venido acompañados por el debilitamiento de la autoridad paternal y maternal sobre los hijos, por el relajamiento de los principios y valores tradicionales y por la erosión de las instituciones fundamentales de la sociedad, incluyendo a la familia. De allí la imperiosa e impostergable necesidad de defender y fortalecer a la familia, para lo cual es muy importante reavivar el culto a la madre.

Tanto la madre como el padre son indispensables en el hogar y en la familia. Pero sin duda que en una sociedad donde sigue imperando en gran medida la subcultura de la paternidad irresponsable, el rol de la madre tiene mucha mayor importancia. En realidad, no son pocos los hogares y familias en los que la madre es padre al mismo tiempo. Según un estudio del Fideg, los hogares con jefatura femenina pasaron entre 1995 y 2003 de 27 a 35 por ciento del total, porcentaje que sin duda debe haber aumentado en los últimos cuatro años. En tanto que, aunque no hay cifras disponibles, se supone que los hogares de situación inversa —es decir, donde por ausencia de la madre es el padre quien asume toda la responsabilidad familiar— son mucho menos.

Por otro lado, va en aumento la tendencia —y no sólo en los países del primer mundo— a considerar obsoleta la así llamada familia tradicional, o sea la que está formada básicamente por la madre, el padre y los hijos. De más en más, la “nueva” familia es definida como la simple unión de dos o más personas que deciden vivir juntas. De acuerdo con este criterio se considera como familias normales las uniones entre homosexuales, que sin duda tienen derecho a escoger y practicar sus opciones sexuales pero no constituyen una familia en el auténtico sentido de la palabra; es decir, como “el núcleo fundamental de la sociedad” formado por hombre y mujer unidos voluntariamente en matrimonio o unión de hecho, junto con sus hijos, tal como lo establece en Nicaragua la Constitución Política de la República (Capítulo IV, artículos 70 al 78).

Y a propósito: ¿qué es lo que está haciendo el Estado por proteger a la familia, como es su obligación señalada en los artículos constitucionales antes mencionados? Evidentemente muy poco. En Nicaragua la defensa y la protección de la familia corre a cargo casi exclusivamente de las iglesias de distinta fe religiosa y organizaciones de la sociedad civil. Para el Estado la atención a la familia sigue siendo una tarea pendiente y en todo caso acometida de manera insuficiente.

Editorial
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