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En la gráfica, médicos nacionales y estadounidenses realizan una operación de corazón abierto. Los trasplantes de corazón sólo se practican cuando vienen a Nicaragua instrumental y médicos extranjeros. (La Prensa/Archivo )

En busca de un riñón

Nicaragua da sus primeros “pinitos” en asuntos de trasplante de órganos. Hace apenas dos años se empezaron a hacer los primeros trasplantes de riñones y no hay lista de donantes ni bancos de órganos para aquellos que esperan una oportunidad de vivir [doap_box title=”Tráfico en el mundo” box_color=”#336699″ class=”archivo-aside”] El director del Hospital La Mascota, […]

  • Nicaragua da sus primeros “pinitos” en asuntos de trasplante de órganos. Hace apenas dos años se empezaron a hacer los primeros trasplantes de riñones y no hay lista de donantes ni bancos de órganos para aquellos que esperan una oportunidad de vivir
[doap_box title=”Tráfico en el mundo” box_color=”#336699″ class=”archivo-aside”]

El director del Hospital La Mascota, Gerardo Mejía, asegura que la insuficiencia renal crónica no es un padecimiento tan frecuente en nuestro país. “Eso hace que el número de fallecidos o pacientes en espera no sea tan grande. El niño que no puede ser trasplantado tiene que estar con dos modalidades, la hemodiálisis o la diálisis peritoneal”.

El Minsa, la Asociación del Bambino Nefropático de Italia y la Asociación del Niño Nefropático de Nicaragua se han combinado para dar más esperanzas de vida a niños que de otra manera estarían condenados a la muerte o a estar semanalmente con máquinas de hemodiálisis.

Información publicada en el diario El País afirma que en el 2004 el Consejo Europeo anunció que un par de córneas procedentes de chinos ejecutados cuesta en el mercado negro 3,500 euros y en Bombay cuestan 1,200. El costo de un riñón en la India oscila entre 1,800 y 3,000 euros, de los que el donante sólo recibe entre 750 y 1,200 euros.

La insuficiencia renal crónica causa un millón de muertos al año en el mundo, según la Organización Nacional de Trasplantes de España. Hay un millón 600 mil personas en diálisis. Pero sólo se realizan 67 mil trasplantes de riñón al año. La desproporción entre oferta y demanda de riñones ofrece el marco perfecto para la comercialización de los órganos.

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En el Hospital La Mascota, de Managua, unos 20 niños esperan que aparezca algún donante de riñón y les salve la vida. La tienen difícil. No sólo porque en Nicaragua no existe lista de donantes de órganos, sino también porque el trasplante de riñones es una práctica relativamente reciente en el país. Apenas dos años.

Así, los 20 niños que esperan en el Hospital La Mascota pueden ser parte de las estadísticas. Ya sea ser el octavo niño que logra un trasplante desde que se inició la práctica en Nicaragua o ser uno de los siete niños que mueren cada año porque el donante de riñón nunca apareció.

Mientras esperan sufren su agonía. “Cuando a uno le dejan de funcionar los riñones, vomita todo. Se eleva la presión al nivel más alto. Tuve fuertes problemas con todo lo que comía o todo lo que bebía, como ya no podía eliminar nada ni desintoxicar mi sangre, entonces el único medio que tenía para llevar una vida un poco normal era la hemodiálisis”, explica Moisés Espinoza, un hombre de 31 años que puede considerarse privilegiado por pertenecer al pequeño grupo de nicaragüenses que viven gracias a un trasplante de riñón.

Espinoza tenía apenas seis meses de nacido cuando sufrió su primera infección en las vías urinarias. Con el tiempo sus padecimientos fueron ocurriendo con mayor periodicidad, hasta que a los 13 años le diagnosticaron insuficiencia renal crónica.

“Me dijeron que eso me iba a provocar anemia, mucha debilidad, problemas en la presión, me mandaron a comer simple y me dijeron que lo único que me quedaba era un trasplante de riñón. En ese tiempo creo que todavía no había hemodiálisis, pero todavía no se me habían dañado por completo los riñones”, cuenta Moisés.

Durante ocho años, este hombre que ahora tiene 31, visitó el Hospital Salud Integral para recibir tratamiento de diálisis durante cuatro horas cada día, para “lavarse la sangre”. Y hubiese continuado así hasta su muerte de no haberse aparecido lo que él llama “un ángel en su vida”.

Cuando Roberto Zapata cursaba sus estudios, las técnicas para realizar los trasplantes ya eran conocidas. “En mis años de estudio tuve la oportunidad de conocer a un médico canadiense que vino a un congreso. Él era uno de los pioneros en trasplantes de riñón. Imagínese que desde 1965 los trasplantes eran una cosa que se estaba haciendo por el mundo y nosotros pues, no estábamos en esas capacidades. Aquí en el país se comenzaron a hacer no hace mucho con niños, en el Hospital La Mascota y en casos limitados”, reconoce el ahora director de Regulación del Ministerio de Salud (Minsa), doctor Roberto Zapata.

Desde que se comenzó, “hasta ahora se han hecho siete trasplantes renales (en niños). Hace como mes y medio se hicieron tres y fueron exitosos. Hacer un trasplante renal es una cosa muy compleja. Hay que hacerles pruebas a los familiares más cercanos del paciente para ver si hay compatibilidad. Si hay compatibilidad se les hacen exámenes para ver si la arteria del riñón está bien, si hay alguna enfermedad. Muchas veces planificamos más trasplantes de los que realizamos”, explica el doctor Gerardo Mejía, director del Hospital La Mascota.

El aumento del número de trasplantes renales realizados anualmente en América Latina corresponde al 12 por ciento de la actividad de trasplantes registrada en el mundo. Pero Nicaragua apenas está dando sus primeros pasos en cuanto a la práctica de trasplantes, incluso para realizarlos, cuentan con apoyo de médicos costarricenses.

Todavía no se ha creado un banco que permita almacenar órganos y por consiguiente no existe una cultura para que los ciudadanos sanos se ofrezcan a donar algún órgano en vida o después de la muerte.

En materia legal, la Ley General de Salud y Reglamento define en su artículo 74 qué es un trasplante y quién se considera donante, pero aún no se ha creado la reglamentación para éste.

Por suerte todavía no se menciona el tráfico de órganos como un problema que ataque el país, pero a nivel mundial sí lo es.

“En Nicaragua históricamente no se ha puesto costo a las cirugías, quizás empezaron a tener costos cuando surgieron las empresas previsionales. En otros países estas cirugías son valoradas alrededor de 10, 15 ó 20 mil dólares”, dice el doctor Mejía, afirmando al mismo tiempo que el tratamiento que reciben los pacientes en ese hospital público es totalmente gratis.

Por falta de un banco de órganos los trasplantes que se realizan en Nicaragua son de manera directa.

“Se abre al paciente que va a donar y cuando ya casi se está quitando el riñón, se abre al otro paciente y se prepara para que lo reciba. Se saca el riñón del donante, se pone en una solución especial, se enjuaga, se hace una limpieza y se pasa al otro paciente. En lo que están cerrando al donante, están colocando el riñón en el niño”, agrega Mejía.

“Si aquí existiera un banco de órganos, se pudiera hacer mucho más con la gente que muere en accidentes o con los que fallecen y donando sus órganos para que se utilicen según la necesidad”, dice Mejía.

Cabe señalar que los riñones son los únicos órganos que se trasplantan con mayor frecuencia en el país y con ayuda de médicos costarricenses. Se han realizado también trasplantes de córnea, pero sólo con ayuda de misiones extranjeras.

En el caso de Moisés Espinoza, por ejemplo, la esperanza residía en sus familiares más cercanos, pero aún así, la naturaleza se encargó de retardar más su alivio. Los exámenes para determinar la compatibilidad fueron negativos. Ni sus tíos ni sus hermanos y ni su misma madre le podían donar un órgano.

“Me daban fuertes dolores de cabeza, sufría alergias, renqueaba y así comencé a trabajar. Soy profesor. Ya había comenzado a trabajar en el Colegio San Rafael No. 1. En esos últimos años me comencé a sentir más deteriorado. Caminaba lento, lento, pero el Señor siempre manda ángeles para que nos ayuden”, relata.

Moisés es un católico ferviente. Tanto así que durante los inicios de su juventud quiso entrar al Seminario para darle un rumbo religioso a su vida, pero los problemas de salud no le permitieron continuar. Regresó a su casa y continuó trabajando como maestro de educación en la fe, convencido de que Dios le iba a dar una salida a su fatiga.

Su madre, María Auxiliadora Espinoza, cuenta que “la licenciada (Edda) Callejas nos aprobó a través del INSS una carta para recibir un trasplante, valorado en 13,500 dólares, pero como comenzó a tener problema con los donantes familiares, no se pudo. Ya estábamos desesperados pero el Señor nos mandó un angelito”.

Una muchacha de 19 años, muy sana, que pidió no revelaran sus datos, se ofreció a donarle un riñón a Moisés. Un amigo de él le comentó a la chica que tenía un amigo que necesitaba un riñón. La muchacha se ofreció y resultó ser ciento por ciento compatible.

“Ella misma vino a buscarme. Me ayudó a que tuviera una vida más estable. Me sorprendió. Su decisión llegó hasta el final y gracias a Dios los dos estamos bien”, cuenta Moisés mientras deja escapar suspiros de alivio, dos meses después de haber recibido su “nuevo riñón”.

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