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(La Prensa/Orlando Valenzuela)

Celos que matan

En lo que va del año han muerto violentamente 34 mujeres. Tras la mayoría de esas muertes están los celos enfermizos de un hombre. Keyling y Anita sobrevivieron, aunque mutiladas, y cuentan su historia [doap_box title=”El mito de los celos” box_color=”#336699″ class=”archivo-aside”] Lorna Norori (Sí Mujer) y Jamileth Mejía (Red de Mujeres Contra la Violencia) […]

  • En lo que va del año han muerto violentamente 34 mujeres. Tras la mayoría de esas muertes están los celos enfermizos de un hombre. Keyling y Anita sobrevivieron, aunque mutiladas, y cuentan su historia
[doap_box title=”El mito de los celos” box_color=”#336699″ class=”archivo-aside”]

Lorna Norori (Sí Mujer) y Jamileth Mejía (Red de Mujeres Contra la Violencia) son expertas en temas de violencia contra las mujeres. Ellas aseguran que este es un círculo vicioso que puede llevar a la muerte a quienes son víctimas de violencia cobijada bajo el argumento del celo que conlleva a la mitificación de que quien cela es porque ama en demasía.

“Los celos son negativos. No existe el celo por amor. Sólo existen cinco categorías entre las relaciones de pareja: respeto, comunicación, responsabilidad, confianza y atracción sexual. Éstas representan el amor, pero ninguna de ellas se presta a que haya control de una sobre la otra”, comenta Norori.

Agrega que es incorrecto atribuir a los celos el acto de matar a alguien. “Los celos no justifican la violencia, mucho menos la muerte”, dice.

Jamileth Mejía apoya esta idea y puntualiza que si un hombre mata a una mujer es por violento, no por celoso. “La acción que realizan los hombres son delitos, por ello así se ha elevado y tiene una sanción y pena a quien lo comete”, afirma.

El poder al que se refieren las dos especialistas se lo otorga la misma sociedad al hombre, pues la crianza y las enseñanzas estipuladas para el hombre y la mujer reproducen estos conceptos. “El poder lo da un sistema patriarcal que rige la ideología. En nuestra sociedad existen sólo hombres sacerdotes, en la religión católica; ministros o pastores en la evangélica. Todo eso porque se considera que la mujer es de segunda categoría”, asegura Mejía.

Los celos son tan nocivos que las personas que los sienten son capaces de causarse daño para a su vez perjudicar a la pareja. Lorna Norori ejemplifica su opinión con el caso de William Praslin Loáisiga, de 33 años, quien se mató y envenenó a sus dos hijos con fosfina (fosfuro de aluminio) en mayo recién pasado. “Esa es violencia familiar cruda y ruda. Es un mecanismo de poder que trasciende la muerte. La idea es que él se va a morir, pero esa mujer quedará dominada por él”, finaliza.

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“Tengo unos celos que matan, lo digo y por qué negarlo, el odio sube al pensamiento…” Este trozo de canción de Hernaldo Zúñiga refiere uno de los sentimientos más peligrosos que puede experimentar un ser humano. Y no sólo la música hace eco de ello, también la literatura dedica páginas de famosas obras a los dramas de quienes sufren del “vicio de la posesión” (llamado así por el sicólogo francés Jacques Cardonne).

La trágica muerte del Rey Otelo, del escritor británico William Shakespeare, muestra las fatales consecuencias para quienes se dejan llevar por los celos. Otelo mata a Desdémona por intrigas de Yago, quien le hace creer que ella le es infiel. Cuando Otelo descubre la verdad se quita la vida.

No pocas son las mujeres en nuestro país que a diario padecen el acoso de sus parejas porque creen que le son infieles. En el peor de los casos no se ven libres del asedio luego de romper con los celosos. Ellos las siguen y una vez que han reconstruido sus vidas con otras personas, las agreden a ellas y a sus nuevas parejas.

Esa es la historia de Keyling Sánchez, una joven de 18 años que padeció la ira de su ex marido quien la atacó con un afilado machete. Ellos tuvieron una relación de dos años, de la cual nació una hija. Esta joven de tez blanca y ojos miel, decidió dejar a Pablo Gámez Murillo porque, según cuenta, nunca se responsabilizó por la hija de ambos. Luego de cuatro meses de separación ella conoció a otra persona. Y allí comenzaron sus problemas. El resultado: una dolorosa experiencia para Keyling, la persecución para Pablo Gámez (su ex pareja) y la cárcel para el tío de este último.

Era 25 de julio de 2006. Una mañana de domingo que transcurría normal. Keyling y su compañero actual, Gerardo Rojas, cortaban verduras y las empacaban en bolsas para venderlas. No esperaban una buena venta, pues no llegaba aún el fin de mes que es fecha de pago. Se dieron las once de la mañana y la joven pareja se disponía a sacar la venta ubicada en la entrada del segundo portón del sector de abarrotes del Mercado Central, antes Roberto Huembes.

Un joven, cuyo nombre no recuerda, le dijo a Keyling que la “señora” andaba cerca. Ella se acercó hasta el portón en compañía de Gerardo, y aunque no estaba la “señora” (la ex suegra), sí estaban el marido y el hermano de ella (padre y tío de Pablo Gámez).

La muchacha, que entonces contaba con 17 años, recuerda que uno de ellos portaba un machete pequeño de mango blanco. El otro llevaba uno grande y afilado.

Entre recuerdos confusos dice que hubo un momento en que se acercó a su marido y lo sostuvo con los dos brazos para retenerlo. Ella no quería que discutiera. De repente vino el ardor. Keyling tomó la muñeca de su mano derecha. Corrió por el andén. Sintió una fatiga, una debilidad. Oía gritos, pero parecía que provenían de otro mundo, como en un sueño. Era su madre la que desesperada gritaba. Después se desmayó.

La mano de Keyling fue cortada de un tajo por los dos familiares enviados por Pablo Gámez Murillo, su ex marido. La blanca mano cayó a unos pasos del portón. “Cuando la mano cayó todavía se movía así”, explica una de las vendedoras que presenció el hecho, mientras imita un movimiento parecido a las ondas que producen las olas del mar.

Mientras la joven vendedora lloraba por el ardor que sentía, Gerardo Rojas recibía un machetazo que le lesionó el músculo del antebrazo. Rojas intentó seguir a los atacantes, pero la gente lo persuadió para que atendiera a su pareja. “Él pensó que la mano que cortaron era de él. Yo no estaba totalmente consciente de que la había perdido”, rememora Keyling, mientras con la mano izquierda insistentemente da vueltas y vueltas a una naranja agria.

Pasaron tres horas desde que la trasladaron al Hospital Roberto Calderón y luego al Lenín Fonseca. Allí le dijeron que era imposible ponerle la mano, pues los nervios ya estaban muertos. Desde entonces cubre la señal del corte con una pañoleta negra. “En el mercado me la pongo aquí (indica la bolsa del delantal) y cuando voy a la casa me pongo encima del brazo un chaqueta”, cuenta Sánchez.

El mito de los celos está muy acuñado en la sociedad. Es así como Lorna Norori, sicóloga de Sí Mujer, explica lo que sucede cuando se atribuye razones de celos a las agresiones tanto leves como severas que sufren las más de 17 mil mujeres que denunciaron a sus parejas ante las distintas Comisarías de la Mujer, la Niñez y la Adolescencia (CMNA) el año pasado. “De las denuncias por Violencia Intrafamiliar (VIF) creo que en la mayoría de los casos, diría que en un 90 por ciento, hay detrás celos”, asegura la experta.

Además, ella explica que el argumento de “te celo porque te quiero” es solamente válido para las mujeres. “Esta máxima no se utiliza con los hombres”, argumenta.

Para Norori, los celos son el reflejo más claro del poder y control que una persona quiere ejercer sobre otra. Por ello, el celoso comienza a restringir los espacios de su pareja.

Norori expresa que las demostraciones de celos varían con el tiempo. Pueden comenzar siendo sutiles y van creciendo hasta transformarse en expresiones duras de violencia que puede llegar hasta la muerte.

Aunque afortunadamente ese no fue el destino de Keyling, la sicóloga afirma que dentro de la lógica del celo del hombre la mujer es siempre de su propiedad, por eso es que aquellas mujeres que ya no quieren nada con sus ex parejas son asediadas hasta tener consecuencias fatales, sobre todo si éstas quieren o tienen una nueva relación. “En los medios se dice que por celos la mató. No, eso no es una justificación. Los celos son un concepto acuñado para justificar la violencia”, recrimina.

Jamileth Mejía, sicóloga de Red de Mujeres Contra la Violencia, aboga por la protección de las mujeres que ya denunciaron a sus parejas por maltrato. Agrega que no hay que esperar hasta que las maten. Ella hace referencia a la cantidad de feminicidios reportados a través de los medios en lo que va del año.

Hasta la fecha, según los datos que maneja la Red, han muerto 34 mujeres. De ellas, casi el 50 por ciento fue a manos de sus parejas o ex compañeros de vida.

Las expertas coinciden en que los celos constituyen un ciclo, cuyo origen viene de los roles sociales asignados para el hombre y la mujer. “Al hombre se le enseña a mandar y a la mujer a ser mandada. Un binomio perfecto”, dice Mejía.

Esta experta reclama la actitud de quienes culpabilizan a las mujeres que por mucho tiempo padecen violencia sin reaccionar. Ella se pregunta cuál es la actitud que se espera de alguien cuya familia le enseña que la mujer es sólo para un hombre. Sin embargo, Mejía reconoce que una persona sometida a violencia puede inesperadamente responder con más violencia.

Anita así lo hizo. Un día del año 87 se reveló y no quiso más maltrato con resignación. La agresión que sufrió aquella mañana casi le cuesta la vida. “Como estudiaba, se organizó una fiesta en la escuela para recaudar fondos. Me dejaron encargada de las tiques y él no quería que fuera. Me dijo que primero muerta antes de que saliera. Tomó un cuchillo, me empujó contra una mesa y me puso el cuchillo en el cuello”, recuerda la mujer de 47 años.

Anita confiesa que lo más doloroso de esa experiencia es que sus hijas aún tienen vivo en sus mentes ese momento. Pero no sólo ese, también todos aquellos episodios en que el ex marido le propinó golpes, amenazas y gritos a ella y a sus hijas, muy pequeñas entonces.

El miedo a los golpes terminó cuando la hija mayor de Anita fue agredida por su ex marido. Ella cuenta que ante las amenazas y los gritos del hombre ebrio la muchacha respondió en defensa de la madre. Él la lanzó contra una pared cercana. “Me dio cólera, agarré fuerza y con un pedazo de cuartón le di en la cabeza”, recuerda aún con rabia.

Desde ese día, el hombre la pensó dos veces antes de golpearla. Sin embargo, las acusaciones de infidelidad continuaron. “Quería superarme. No había terminado la primaria. Quise estudiar. Él decía que yo iba a buscar hombres. Incluso, cuando vio que no desistiría de la idea de estudiar, entró a estudiar a la misma escuela”, relata.

Hoy Anita es estilista de profesión. Se separó en el año 94 y se divorció en el 2001. Ella tuvo que costear todos los gastos del proceso. Su ex pareja se negó a pagar.

Luego de 16 años de matrimonio confiesa que las mujeres que sufren maltrato aguantan porque consideran que el hombre cambiará en algún momento. Otra de las razones que argumenta respecto a la tolerancia de las agresiones son los hijos. Eso sí, asegura que si volviera a vivir no hubiese resistido tanto, pues en lugar de proteger a sus hijos siente que les causó daño cuando ellas presenciaban tantos maltratos.

Jamileth Mejía, de la Red de Mujeres, explica que cuando una mujer reacciona con violencia es porque ya no soporta más. La experta dice que el temor por la propia vida o la de sus hijos es mayor que el miedo a los golpes.

Mejía insiste en que los celos únicamente generan violencia. “No podemos sicologizar la actuación de los hombres en relación de la violencia que cometen los hombres contra las mujeres”.

Sobre los hechos de muerte que a menudo se conocen a través de los medios, Lorna Norori explica que la lógica de matar “por celos” es distinta para el hombre que para la mujer. Ella relaciona los motivos de una “mujer celosa” con la protección de la vida. Las motivaciones de los hombres los vincula al ejercicio de poder. “Para la mujer tiene que ver con cuidarse, salvarse del riesgo de morir. Para el hombre con el control de lo que considera terreno suyo”.

Norori opina que canciones como las de Hernaldo Zúñiga, Tengo unos celos que matan, intentan reafirmar el mito de los celos. “Esa canción es muy sublime, pero hay que ver cuánto contribuye a que los hombres sigan reafirmando su posición de control sobre las mujeres. Hombres y mujeres deben revisar el concepto de celos, no con la connotación que nos la han vendido proyectando, sino qué significa y cuánta inseguridad siento por ello”, enfatiza.

Casi un año ha pasado desde que Keyling perdió la mano. Hoy dice haberse acostumbrado a estar sin ella. Sin embargo, reconoce que no todas las actividades que antes solía hacer, hoy las realiza. Lo que más extraña de la mano es la capacidad de valerse por sí misma, incluso para atender a su pequeña hija de dos años porque hasta para cambiarla de ropa tiene que recurrir a su madre. “A veces cuando la gente me mira me da rabia, pero luego se me pasa porque entiendo que es por curiosidad. Ya me acostumbré”, cuenta resignada la muchacha.

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