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El mensaje del presidente Lula

La visita a Nicaragua del Presidente de Brasil, Luiz Inácio (Lula) da Silva, significa un gran honor para el pueblo nicaragüense, aparte de que el estrechamiento de relaciones entre ambos países puede ser de mucho beneficio económico sobre todo para la parte nicaragüense. Sin embargo, por la situación actual de Nicaragua la principal significación que tiene la visita del presidente Lula a nuestro país, es de carácter político.

Cuando tomó posesión de la Presidencia de Brasil para un segundo mandato, a principios de enero de este año, Lula da Silva prometió seguir siendo “un prudente pero constante abanderado de los humildes”. Poco antes, durante la campaña electoral el presidente Lula se había definido como un hombre de izquierda, pero no “izquierdista”. La diferencia es clara: Izquierdista es cualquier demagogo vocinglero e irresponsable, mientras que una persona de izquierda es alguien con vocación de justicia e igualdad social, pero sensato y con gran sentido de responsabilidad.

De manera que no es una sorpresa que el artículo que escribió el presidente Lula con motivo de su visita a Nicaragua —el cual se publica hoy en la sección de Opinión de LA PRENSA—, contenga algunas recomendaciones muy importantes para su colega y correligionario nicaragüense, el presidente Daniel Ortega. En efecto, en su artículo el presidente Lula recomienda a Ortega que ahora que ha vuelto a la Presidencia de Nicaragua, debe “asociar sus ideales de justicia e inclusión social a la necesaria reconciliación de los nicaragüenses que aspiran a prosperar en paz”. Además el mandatario brasileño aconseja a Ortega vincular a Nicaragua al desarrollo de la producción de biocombustibles, y que a tal efecto aproveche “la larga tradición nicaragüense en el cultivo de la caña de azúcar y de oleaginosas tropicales (que) hacen de este país un fuerte candidato para liderar esta iniciativa pionera en América Central”.

O sea que el presidente socialista —pero democrático— de Brasil le está diciendo al presidente también socialista —pero autoritario— de Nicaragua, que fortalezca la democracia y respete la libertad de todos los nicaragüenses, porque esto es lo que garantiza el éxito de los programas de inclusión social, de reconciliación, de paz y prosperidad nacional. Y le advierte que no debe caer en la trampa de la dependencia petrolera ni permitir que lo atrape la mala influencia del autoritarismo, que son demasiado costosas y contaminantes tanto del ambiente natural como del entorno político y social.

En realidad, por el bien de Nicaragua y de su mismo gobierno el presidente Ortega debería atender las sanas recomendaciones de su colega y camarada brasileño, y seguir su ejemplo. El presidente Lula no ha necesitado amenazar y espantar a los empresarios brasileños y los inversionistas extranjeros, con discursos altisonantes, agresivos y excluyentes, para llevar a cabo sus programas de justicia social, como por ejemplo el Plan Bolsa Familia con el que ha beneficiado a los sectores sociales de menores ingresos. Con moderación gubernamental y respeto a la libertad de los individuos y los derechos democráticos, el presidente Lula ha aumentado el empleo, ha reajustado los salarios por encima de la inflación y ha elevado el salario mínimo, al mismo tiempo que ha mantenido la sanidad macroeconómica, ha reducido el riesgo país y ha revertido el déficit comercial de Brasil.

El presidente Lula tiene problemas con la oposición y con los medios de comunicación social independientes, como los tienen los gobernantes democráticos en todas partes del mundo; pero para “resolverlos” no se le ha ocurrido crear comités de espionaje y represión envueltos con la envoltura de una falsa democracia directa, ni tampoco ha menoscabado las libertades individuales y los derechos democráticos para promover la inclusión social.

La verdad es que un gobierno de izquierda no necesariamente tiene que ser incompatible con la libertad, la democracia y el respeto a los derechos humanos. La experiencia de Brasil, así como la de Chile y Uruguay, lo confirman de manera incontrovertible. Y si en esos países se puede gobernar desde la izquierda pero en libertad, ¿por qué no se va a poder también en Nicaragua? Daniel Ortega todavía está a tiempo de rectificar y de comenzar a gobernar de manera incluyente, tolerante y democrática. De otra manera volverá a arrojar a Nicaragua al abismo. También el presidente Lula se lo está advirtiendo.

Editorial
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