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LA PRENSA/ARCHIVO

Por los paradigmas

Si definiera con una sola palabra cada esquema de interpretación social, lo presentaría como una cadena cuyos eslabones han pasado de un concepto clave a otro, de la siguiente manera: •Paradigma•Concepto•Clave•Modernidad•Contradicción•Postmodernidad•Diferencia•Postcolonialidad•Coexistencia•Holística La modernidad se movió alrededor de una contradicción central, de clases, en particular entre europeos y luego en los países colonizados, copiando su galaxia, […]

Si definiera con una sola palabra cada esquema de interpretación social, lo presentaría como una cadena cuyos eslabones han pasado de un concepto clave a otro, de la siguiente manera:

•Paradigma
•Concepto
•Clave
•Modernidad
•Contradicción
•Postmodernidad
•Diferencia
•Postcolonialidad
•Coexistencia
•Holística

La modernidad se movió alrededor de una contradicción central, de clases, en particular entre europeos y luego en los países colonizados, copiando su galaxia, a veces con variantes menores (sustituyendo proletarios por campesinos, o estudiantes o pobres urbanos o colonizados, etc.), pero era una contradicción mortal, sólo superable con la fuerza y una concepción prometeica y representacional.

Con el descrédito de los metarrelatos emancipatorios, al menos en Europa (en especial de las minorías étnicas, lingüísticas, sexuales e identitarias), se abrió el dominio de una diferencia de nuevo tipo descentrada y sin redención, con énfasis en los derechos y en el ejercicio y reclamo de un poder que exigía reconocimiento y horizontalidad.

Heredera de la postmodernidad, pero vinculándola a las ex colonias de los imperialismos europeos, la postcolonialidad empezó a girar alrededor de las relaciones jerárquicas de poder que ha mantenido siempre el eurocentrismo en las capas ilustradas de las colonias, quienes aprendieron o envidiaron siempre, el modo eurocéntrico de superar unas carencias que ellos mismos nos enseñaron a creer que teníamos. Parte de sus métodos, es negarse a definir a los “orientales”.

Los descoloniales latinoamericanos, herederos de los anteriores (con la diferencia que, al definir sujetos centrales, sucumbieron a la tentación de repetir la “representación letrada” y la “emancipación alternativa”), encontraron una colonialidad que es constitutiva de la modernidad y que abre una “herida colonial” entre los grupos que la sufrieron, como las comunidades originarias y los afrodescendientes, quienes reclamarán una experiencia “otra” y aspirarán a coexistir con los demás esquemas.

Por último, en EE.UU. circuló marginalmente un paradigma basado en una holoarquía natural y anidada que puede llevarnos a un pensamiento de segundo grado integrativo y holístico.

Así, pues, resumiendo la cadena: la postmodernidad convirtió las contradicciones modernas en diferencias que los postcoloniales, a su vez, jerarquizaron de cara a un poder eurocéntrico en las ex colonias, desde donde los descoloniales, para el caso de América, llaman a coexistir con epistemologías “otras”.

La holística, que ahora cierra la ruta queriendo absorber todas las diferencias en su paradigma, la popularizó Ken Wilber. Básicamente dice que la realidad tiene cuatro cuadrantes (cerebro, conciencia, colectivo representacional y sistémico), conteniendo cada uno, ocho niveles o “memes” —desde el más pulsional (representado por el color beige) hasta el más espiritual (color turquesa), pasando por el púrpura (magia), rojo (poder), azul (religión/cultura), naranja (racional), verde (postracional), amarillo (holístico). Uno reúne en sí mismo todo el espectro, pero solemos estar fragmentados y desiguales ya que, por ejemplo, podemos estar en el cuadrante 2 y ser “meme” azul y cuando pasamos al cuadrante 4, ser “meme” naranja o, estando en el 3, ser amarillo.

La realidad holónica (eslabones que contienen toda la cadena) tiene cuatro puntas que tiran hacia abajo (subholonizándose), hacia arriba (trascendiéndose), a aislarse o articularse. El orden que tiene todo el cosmos es holoárquico y este es el concepto que lo distingue de postmodernos y postcoloniales, alérgicos a cualquier tipo de jerarquías que, Wilber para distinguir las “patológicas”, llama “naturales” a las suyas.

Dice, más o menos, que una jerarquía natural es un orden de totalidad creciente (como las partículas, los átomos, las células, los organismos, las letras, las palabras, las frases, los párrafos, etc.) en el que la totalidad de un determinado nivel de jerarquía forma parte de la totalidad propia del siguiente nivel. En una de sus obras (Una Teoría de Todo), para probar su paradigma no rehúsa ensayar su punto de vista con conceptos de origen “oriental”, como los chakras (que los hace equivalentes a los “memes”).

Los siete chakras son simplemente una versión levemente más sofisticada del espectro que va desde la materia: 1) hasta el cuerpo; 2) la mente 3-4); el alma (5-6) y el espíritu (7).

Debemos distinguir, nos recomienda Wilber, el nivel en que se origina una determinada visión del mundo y el nivel hacia el que apunta. Cito de su obra referida:

“Marx, Freud y Adler son pensadores racionales que parten del chakra 4 y prestan atención a los chakras inferiores. Pero los mismos chakras inferiores poseen visiones del mundo que van desde lo arcaico (beige, chakra 1) hasta la magia (púrpura, chakra 2) y el mito (rojo/azul, chakra 3). En este punto es cuando emergen las visiones del mundo egoico-racionales (naranja/verde, chakra 4) que también pueden tomar como objeto cualquiera de los otros chakras. Así que cuando el chakra 4 cree en la realidad exclusiva del chakra 1, nos hallamos ante las filosofías racional-materialistas, donde destacan las figuras de Hobbes y Marx. Cuando el chakra 4 cree que la dimensión fundamental es la emocional-sexual, nos hallamos frente a un Freud; cuando centra su atención en el chakra 3, nos hallamos ante un Adler, etc. Cuando el chakra 4 va más allá de su estadio y piensa en los dominios superiores y transracionales —pero sin experimentar realmente una transformación a esos niveles— nos hallamos ante las distintas filosofías mentales sobre la espiritualidad (…) En el chakra 5 uno ya no piensa en la red-de-la-vida, sino que experimenta directamente la conciencia cósmica al fundirse con todo el reino de la naturaleza. En el chakra 6, uno ya no piensa en los arquetipos platónicos ni reza meramente a una forma de la Deidad, sino que desaparece y se funde en la Presencia Divina. En el chakra 7, uno se sumerge en el infinito no manifestado, en el Abismo, el Vacío…”

A veces me pregunto si los descoloniales no retrocedieron a un subholón y los postmodernos se aislaron en su continente; así también me pregunto si los postcoloniales no están en marcha hacia la autotrascendencia, apenas incluyan en su matriz las espiritualidades (amarillas y turquesas o chakras 6 y 7) de sus propias culturas.

La Prensa Literaria

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