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FARC: ciento por ciento terroristas

La propuesta del Presidente de Venezuela, Hugo Chávez, a la comunidad internacional, de excluir a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) del registro de organizaciones terroristas y que se les reconozca como fuerzas insurgentes que luchan por un proyecto político bolivariano, fue institucionalizada mediante ley por la Asamblea Nacional de ese país, el jueves de esta semana.

En esa misma línea se ha pronunciado el Presidente nicaragüense, Daniel Ortega, quien ha dicho que el jefe de las FARC, Manuel Marulanda, alias “Tirofijo”, es su hermano querido y lo condecoró con una orden del FSLN. Sin embargo, Ortega no se ha atrevido todavía a proponer a la Asamblea Nacional de Nicaragua que reconozca legalmente a las FARC, igual que se hizo en Venezuela.

Pero independientemente de lo que digan Chávez y Ortega, la verdad es que las FARC son una organización terrorista. Como ha observado el antiguo comandante guerrillero salvadoreño devenido en ideólogo democrático, Joaquín Villalobos, en un artículo de opinión publicado esta semana en varios periódicos de Iberoamérica: “Las FARC transitaron de última guerrilla política latinoamericana a primer ejército irregular del narcotráfico. (…) Las FARC hicieron del secuestro, la extorsión y el narcotráfico sus principales actividades. Son los mayores secuestradores del planeta. Una insurgencia negocia a partir de la legitimidad política de sus demandas o de la fuerza militar que detenta, pero exigir legitimidad a cambio de rehenes maltratados y amenazados de muerte equivale a pedir respeto por ser malvado”.

Ciertamente, las FARC mantienen cautivas a más de 700 personas, algunas de las cuales ya cumplieron 10 años de haber sido secuestradas. Incluso, inmediatamente después de la declaración de Chávez que pidió a Europa que deje de considerar como terroristas a las FARC, estas secuestraron a varios turistas colombianos y a un ciudadano holandés.

Cabe indicar al respecto que según la Unión Europea: “Se entenderá por grupo terrorista todo grupo estructurado de más de dos personas, establecido durante cierto tiempo, que actúe de manera concertada con el fin de cometer actos terroristas”. Además, según el Consejo de la Unión Europea terrorismo “es el acto intencionado que, por su naturaleza o su contexto, pueda perjudicar gravemente a un país o una organización internacional, que sea tipificado como delito según el Derecho Nacional cometido con alguno de los siguiente fines: intimidar gravemente a la población; desestabilizar gravemente o destruir las estructuras políticas fundamentales, constitucionales, económicas o sociales de un país o de una organización internacional; atentar contra la vida de una persona o contra su integridad física”.

De manera que el secuestro de personas inocentes y su esclavización, son inequívocos actos terroristas. Según cuentan las pocas personas que han logrado escapar o que han sido liberadas, los secuestrados permanecen encadenados las 24 horas del día. De esta manera comen, se bañan y hacen sus necesidades básicas. Mujeres secuestradas son violadas y embarazadas por esos supuestos “defensores de la libertad y de la justicia”, como les llaman Chávez y Ortega.

Los narcoterroristas son violadores flagrantes de la dignidad humana, cometen delitos de lesa humanidad, pero el presidente Daniel Ortega los llama sus “hermanos”. Una organización que tiene “un proyecto político” no comete este tipo de fechorías. Además, como dice Joaquín Villalobos: “Si Chávez estuviera sólo ayudando a salvar rehenes sería positivo, pero su reconocimiento político a las FARC reaviva la violencia colombiana, le abre las puertas de su país a la cocaína y lo convierte en protector de unos crueles narcoterroristas”.

De modo que la propuesta del Presidente venezolano, secundada por el nicaragüense, para que la comunidad internacional levante el calificativo de “terroristas” a las FARC, es totalmente inaceptable. Eso sólo sería posible si esta organización terrorista liberara inmediatamente y sin condiciones a todos sus rehenes y se comprometiera a desistir del secuestro, del asesinato y el tráfico de drogas como forma de lucha; a constituirse en un partido político, como cualquier otro, y luchar desde allí —si así lo quieren— por sus demandas.

O sea que tendrían que hacer algo similar a lo que hicieron las guerrillas del FMLN en El Salvador. Mientras eso no ocurra, las FARC seguirán siendo fuerzas tenebrosas que siembran a su paso destrucción y muerte. Ciento por ciento terroristas.

Editorial
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