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El aborto por conveniencia

Hace 35 años, el 22 de enero de 1973, la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos reconoció el derecho de las mujeres estadounidenses de practicarse el aborto por conveniencia. Tres años antes —o sea en 1970— una mujer embarazada originaria de Dallas, estado de Texas, llamada Jane Roe, había entablado una demanda para que se le permitiera abortar a su bebé, en vista de que no estaba casada y según ella carecía de la capacidad económica y de la madurez emocional necesarias para criarlo.

Hasta antes de 1973, el aborto por conveniencia estaba prohibido en EE.UU. Pero para el abogado defensor de Jane Roe, esta prohibición constituía una violación al derecho de privacidad personal de su cliente, consignado en la Constitución Política de ese país. La Corte Suprema de Estados Unidos dio la razón al abogado y dijo que Jane Roe tenía derecho a abortar. Estableció la Corte que la decisión de abortar es una cuestión privada de la mujer, ni más ni menos como el derecho a casarse, a divorciarse, a tener o no hijos, etc. Y sentenció por lo tanto que en cosas como estas el Estado no debía inmiscuirse. La sentencia, dejó establecido que el Estado sólo podía intervenir si el embarazo hubiere sobrepasado los siete meses, en razón de la salud de la madre. La Corte Suprema negó categóricamente cualquier derecho al bebé por nacer.

Según cifras de la Liga de Acción por el Derecho al Aborto —una organización pro aborto de Estados Unidos de Norteamérica— antes de 1973 se practicaban entre 100 mil y 200 mil abortos ilegales al año y el número de muertes por esa causa era de 40 por cada 100,000, es decir, un máximo de 80 muertes al año. Hoy día se practican 4,383 abortos legales cada día en Estados Unidos, es decir, 131,490 al mes; 1,577,880 al año y es la sexta causa de muerte materna.

Se cree que hasta un cincuenta por ciento de las muertes de mujeres que ocurren por causa de abortos no son reportados, puesto que la ley no lo requiere ni del médico ni del paciente. Y cuando lo hacen, se describen como “infortunio terapéutico” o “muerte accidental”. Una tercera parte de mujeres que aborta, viaja a otro Estado para mantener el procedimiento en el anonimato. En estos casos, si muere, el Estado donde vivía no reporta la causa del deceso.

De acuerdo con las estadísticas, casi la mitad de las mujeres estadounidenses (exactamente el 43 por ciento) tendrá al menos un aborto en algún momento de su vida. Según datos del Centro Nacional de Estadísticas de Salud de ese país, la mayoría de las mujeres que abortan tienen menos de 25 años de edad y son solteras o están separadas de su pareja. Más de dos tercios de ellas tienen trabajo. Un tercio estudia. Más de dos tercios planean tener hijos en el futuro. En 1987, el 36 por ciento de adolescentes embarazadas abortó. En el 2005, uno de cada cinco embarazos terminó en aborto, es decir, el 20 por ciento.

Todo estos datos dejan claro que como Jane Roe, la mayor parte de mujeres estadounidenses que abortan lo hacen porque estiman que el niño, al nacer, sería una inconveniencia para sus vidas. Desde luego que algunos abortos se dan por violaciones, por embarazos producto de relaciones incestuosas o por falta de educación sexual (sobre todo por el no uso de anticonceptivos). Sin embargo, estos casos constituyen excepciones. La norma prevaleciente es que los embarazos que resultan en abortos, en Estados Unidos, tienen como causa de fondo las relaciones sexuales irresponsables.

En conclusión, en Estados Unidos está demostrado que la legalización del aborto no disminuye su comisión, sino que, al contrario, la aumenta, y que las mujeres siguen muriendo por esta causa ya que es un procedimiento sumamente peligroso, además de inhumano. Es verdad que muchas mujeres mueren por practicarse abortos clandestinos donde la ley lo prohíbe. Pero legalizarlo por conveniencia, como en Estados Unidos, no resuelve el problema. La Iglesia recomienda como único medio para reducir al mínimo la muerte de mujeres por causa de abortos, la abstinencia sexual hasta el matrimonio, el sexo responsable, la fidelidad conyugal y el respeto a la vida. Y un sector cada vez mayor en Estados Unidos acepta esta recomendación.

Lo más grave de la legalización del aborto por conveniencia es que ignora por completo los derechos del niño por nacer. Lo cual es egoísta, inhumano e inmoral y por ello no puede ser correcto.

Editorial
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