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Despilfarro, enredo y corrupción

      

El presidente Daniel Ortega se refirió en el discurso del 19 de julio a los gastos de su gobierno a cuenta de la cooperación petrolera venezolana. Sin embargo,  en vez de aclarar el asunto —que ya estaba bastante turbio— lo dejó más enredado. Y probablemente lo hizo a propósito.

En efecto, tal como se informó ayer en LA PRENSA, el presidente Ortega dijo en su discurso del sábado pasado que los 205.5 millones de dólares de beneficios de la cooperación petrolera venezolana, han servido para financiar proyectos como las calles y casas para el pueblo, hambre cero y usura cero. Sin embargo, al sumar los periodistas las cantidades de dinero que según Ortega ha invertido en cada uno de los programas sociales que enumeró, la cifra da sólo 195.6 millones de dólares. De manera que, suponiendo que fuera cierto que el presidente Ortega ha invertido esos 205.5 millones de dólares de la cooperación petrolera venezolana en los programas de interés social que detalló, ¿dónde están, entonces, los 9.9 millones de dólares de diferencia?

Pero la suma de dinero que está en el limbo en las cuentas del presidente Ortega es mucho mayor, si se considera que el 14 de mayo del año en curso el mismo mandatario sandinista reconoció, en otra presentación pública, que el beneficio de la cooperación petrolera venezolana ascendía a 520.5 millones de dólares. En aquella ocasión el gobernante sandinista detalló las inversiones que según él se habían hecho o se estaban haciendo en diversos proyectos sociales, a cuenta de la ayuda petrolera de Venezuela, pero tampoco entonces calzaron el detalle de los gastos con la suma revelada por Ortega. Peor aún, mientras el 14 de mayo Ortega habló de 520.5 millones de dólares de beneficio de la cooperación venezolana, el 19 de julio pasado mencionó sólo 205.5 millones de dólares. O sea que hay una gran brecha de 215 millones de dólares y la pregunta, realmente millonaria en este caso, es: ¿Dónde está o en qué se gastó todo ese dinero?

Se conoce muy bien que entre las características fundamentales del actual gobierno de Daniel Ortega, aparte del autoritarismo destacan el despilfarro, el enredo y la corrupción. En forma aislada cada una de estas fallas es distinta. El despilfarro de los bienes públicos no significa robarlos, técnicamente hablando, mientras que el enredo puede ser causado por falta de talento, experiencia y capacidad para gobernar. Y la corrupción es básicamente el robo descarado de los bienes del Estado, y el aprovechamiento de las funciones, los medios y recursos públicos, en beneficio particular, familiar o partidista. Ahora bien, en el caso de la Nicaragua actual, bajo el gobierno “revolucionario” y populista de Daniel Ortega, estas tres desviaciones se confunden en una misma y complementaria forma de desgobernar.

En efecto, los incontables y gigantescos rótulos narcisistas de Daniel Ortega; las flores y los símbolos esotéricos que adornan los actos públicos; el derroche en la logística de los mitines gubernamentales que va desde el agua francesa Perrier que consumen los ocupantes de las tarimas, hasta el uso de aparatos portátiles de aire acondicionado y plantas eléctricas; los viajes al extranjero en avión privado con acompañamiento de nietos, nueras y yernos; el uso y abuso de los edificios, vehículos, combustible, personal y demás recursos del Estado para las actividades del partido oficialista, etc., representan un despilfarro que no tiene parangón ni precedente en la historia nacional. Y es también la muestra clara de una descarada corrupción política y gubernamental. Por otro lado, el enredo en el gobierno es como a propósito, precisamente para encubrir el insólito despilfarro y para ocultar la rampante corrupción en el gobierno “socialista” de Daniel Ortega.

Hubo un tiempo en que los gobiernos de izquierda y revolucionarios, sin excepción, se jactaban de que su gran superioridad moral sobre los gobiernos de derecha, capitalistas y democráticos, eran la honestidad, la sobriedad en la vida personal de los dirigentes y la austeridad en los actos gubernamentales. La historia, sin embargo, se ha encargado de demostrar que en muchos casos eso era sólo apariencia y propaganda. Y en Nicaragua ni siquiera ese esfuerzo mentiroso se hace. Aquí, la gobernante oligarquía de izquierda, revolucionaria y populista, se exhibe descaradamente orgullosa del despilfarro, el enredo y la corrupción.

Editorial
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