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Ernesto González Valdés

Cada día somos más en la Tierra, pero también cada día son menos los empleos El compromiso con el trabajo Relacionado con el artículo de hoy e indagando un poco en la Historia referente a la duración de la jornada laboral, fue en el cuarto congreso de la Federación Estadounidense del Trabajo (American Federation of […]

Cada día somos más en la Tierra, pero también cada día son menos los empleos

El compromiso con el trabajo

Relacionado con el artículo de hoy e indagando un poco en la Historia referente a la duración de la jornada laboral, fue en el cuarto congreso de la Federación Estadounidense del Trabajo (American Federation of Labor), realizado en 1884 en Chicago, Estados Unidos, donde se determinó que a partir del primero de mayo de 1886 se obligaría a respetar la jornada laboral diaria de ocho horas.

Posteriormente, en 1886, Andrew Johnson, Presidente estadounidense, promulgó la denominada Ley Ingersoll, que establecía la jornada laboral diaria en ocho horas, frente a las 16 y más horas de trabajo diario que eran comunes en la época.

Hoy resulta usual, común, corriente, que no sólo la necesidad de mantener un trabajo nos haga sobrecumplir nuestra jornada laboral y sobre todo para los docentes, que difícilmente podemos contabilizar cuánto tiempo dedicamos a superarnos, a actualizarnos, a preparar nuestras clases, a la aplicación del uso de la informática, donde todavía algunos, o muchos, se niegan al uso de ella, sintiendo pavor, cuando tenemos el reto de que nuestros estudiantes nos superan.

A todo lo anterior les sumo, si tiene compromisos con más de un centro o institución escolar, lo que hará sencillamente que el tiempo no nos alcance, si es que queremos que no nos alcance.

Esto último nos hace pensar el poner en una balanza si vale más —sacrificando en ocasiones a la familia, inclusive la salud personal— ser “conservador”, en que una vez que las agujas del reloj estén a un segundo de marcar la hora de salida ahí esté la fila, o retirarme algún tiempo después para “no dejar para mañana, lo que hoy se pudo hacer” y cumplir con lo que tenía programado hacer.

Cuando reviso o leo historias de las personas que triunfan, de aquéllos que empiezan desde abajo, entiéndase bajo nivel de educación que más tarde se incorporaron a la escuela, con mucho esfuerzo y sacrificio, que paralelo a lo anterior tuvieron varios empleos a la vez, o que cambiaban de empleos tomando lo que aparecía, lo cual implicaba más allá de un individuo multipropósito, adquirir la experiencia de lo difícil que es la vida, cuando se quiere lograr algo y que hoy en día, son pequeños, grandes empresarios.

Lo anterior lo relaciono con nuestra incómoda posición como el segundo país más pobre de América Latina, permeado por un conjunto de fechas, efemérides que nos hacen tomar vacaciones a cuenta de vacaciones, lo cual nos afecta al menos en continuidad del trabajo, peor aún cuando hay días “encajonados”

Dudo que con este pequeño espacio de lectura, logre sensibilizar a aquellas personas que en muchas ocasiones laboran por “inercia”, y se “rasgan las vestiduras” ante el porqué a pesar de varios años en la misma plaza o empleo no logran “crecer”.

Cada día somos más en el planeta Tierra, pero también cada día son menos los empleos, lo que genera que la vida resulte más compleja y por tanto la posibilidad de cumplir nuestras metas se aleja y se quedará sólo en sueños y en esto aclaro, no hay barreras para edades.

Tendrán mejores opciones aquéllos que se comprometan (definición de compromiso: obligación contraída; palabra dada) y cumplan y sobre cumplan, sin pensar en el tiempo, donde si bien hay culturas que no pueden ser cambiadas, pero sí hay actitudes que pueden ser cambiadas.

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